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VOCES| Hambre física y moral: la verdad escondida de la pandemia

Por: Mary Rogers, escritora y periodista | Publicado: 06.06.2020
VOCES| Hambre física y moral: la verdad escondida de la pandemia |
El mundo guarda secretos. Cada nación cuida sus vergüenzas, las esconde bajo la alfombra. Al igual que en una primera cita, los gobernantes, muestran lo mejor que tienen para ofrecer. Paraísos falsos. Sueños americanos solo para algunos. Tierras cálidas, las más felices del mundo. Imágenes que venden, atraen turistas e inversionistas. La verdad es otra.

La pandemia, como una caja de Pandora, reúne todos los vicios. También las virtudes que hacen del ser humano lo que es en esencia. La familia, por primera vez en generaciones, pasa un tiempo conociéndose. Lejos queda la rutina,  las ocho o más horas de trabajo. El teletrabajo –de los que pueden– permite una relación más cercana. Al comienzo hay pura risa, panes caseros y sensación de libertad. Las pantallas acercan a los que están ausentes. Todo va bien, hasta que comienza a ir mal. Se asoma la necesidad de control, los egos, la falta de tolerancia, los roces. Por suerte existe el amor y casi todo se olvida pronto. No sucede así con los países.

El aislamiento afecta a los más vulnerables. Parte de la población está consciente de la falta de alimentos y artículos básicos. Parte de esa parte, reúne fondos, se pone mascarilla y sale de su encierro para ayudar a los que lo necesitan. Y hay muchos que lo necesitan. No han podido ahorrar jamás. Con suerte, el sueldo les alcanza para pagar arriendo o ayudar en la casa en la que están como allegados. Sin trabajo hay caos. Indefensión. Hambre. Esa es la verdad escondida de nuestro país. Hambre física y moral; hambre que disminuirá solo cuando cada chileno y chilena pueda vivir y no sobrevivir. La solidaridad es una característica de nuestra idiosincrasia, pero no es eterna. 

No somos los únicos. Mal de muchos…

La muerte de George Floyd en Estados Unidos es otro ejemplo de verdades salidas a la superficie. Verdades dormidas. Racismo. Intolerancia. Un mandatario que abona la  discriminación. Hambre. No se justifica un robo. Tampoco la utilización de dinero falso. Pero los policías han sido formados para proteger (se supone), no para dañar o ejercer poder sin criterio. El estallido social que se expande por los Estados es algo que se veía venir. Multitudes se congregaron en Washington desafiando el toque de queda para protestar. Se sienten indefensos. Ciudadanos de segunda clase. En tiempos de crisis, es necesario revisar la forma de ver la vida. De protegerla. De respetarla. Quizás el gobierno también diga que no lo vio. La ceguera parece ser parte del rol en algunos presidentes.

Volviendo a nuestra América del Sur. Brasil es el cuarto país con mayor cantidad de casos comprobados. También de fallecidos. Solo lo superan Estados Unidos, Reino Unido e Italia. Las medidas se tomaron tarde. El gobierno se negó a creer. Seguro que nadie les avisó. La culpa es de otros, siempre.

Nicaragua realiza entierros express a medianoche. Venezuela muere de hambre. Hay asesinatos. Violaciones. Encarcelamiento a quienes se atreven a criticar al gobierno o a comentar cómo éste lleva la crisis sanitaria. No se puede hablar. No hay recursos. El último tiempo están quemando bibliotecas. Todo el dolor del mundo se concentra en Venezuela. Para la mayoría, la pandemia es un pelo de la cola. Pero ese pelo crece y deja de manifiesto algo que ya sabíamos: no hay poder contra la soberbia.

Podemos mirar el mapa y apuntar a un país. El polvo se escurre por el globo. El planeta desfallece y aún así la mayoría de las empresas de servicios siguen aprovechándose de los consumidores. La compañías de electricidad en Chile cobrarán intereses por los atrasos. Las empresas de telefonía no responden a las solicitudes de suspensión o finalización de contratos. Llegan las cuentas. Se amontonan. No hay trabajo. Las aerolíneas no devuelven los dineros de los pasajeros porque dicen estar quebrados. La gente queda varada en otros países.

A raíz de la pandemia, la verdad está desnuda y quienes sientan vergüenza de mirarla o se digan sorprendidos por su crudeza le dan la razón al sabio: “No sé cómo será la tercera guerra, pero estoy seguro de que la cuarta será con piedras y palos”.

 

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