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‘Yo no incendié el camión’: Lican Rai y la persecución al pueblo mapuche

Por: Gabriela Millacari | Publicado: 29.07.2020
Raimundo Norambuena Caullán es Lican Rai, un joven cantautor de Melipilla que por estos días ha hecho ruido con una canción para la cual logró contar con la voz de Pancho Sazo de Congreso. ‘Yo no incendié el camión’, tema que ha presentado en plataformas digitales como adelanto de su próximo disco, es el segundo single de su carrera.

La elección no es fortuita. Plantear una propuesta musical potente es también reivindicar su propio linaje. “Mi abuelo creció en una comunidad mapuche en el sur. Y su apellido (Caullán), así como el de muchos, en su momento fue blanco de denostaciones o burlas”, cuenta en momentos en que los líderes mapuche hacen noticia ya sea por amenazas o amedrentamientos, como el reciente asesinato de Alejandro Treuquil, o por la prolongada huelga de hambre para exigir el trato acorde al convenio 169 de la OIT. El tema musical, que cuenta con la voz de Congreso, el respetado Pancho Sazo, introduce el tema para luego ambos declamar Yo no incendié el camión/ contesto lo que me preguntan/ esto es una persecución. La letra es simple y clara, y a la vez muy política. Una canción que se enmarca de lleno en una realidad musical posestallido. 

 

Lican Rai contrasta esta composición con ‘Millones’ de Camila Moreno, que en su momento fue la carta de presentación que posicionó a la cantante como una autora pop que denuncia con rabia las injusticias sociales. También sucede con ‘Yo no incendié el camión’, que adquiere una connotación histórica reflejando como mantra un manifiesto colectivo. Para el estallido, canciones de Los Prisioneros o Víctor Jara volvieron a corearse por la gente, eso además de ser potente para una obra, también es triste porque demuestra que las cosas no han mejorado. En ese sentido espero no sentarme a escuchar esta canción en unos años más y sentir que todavía seguimos en la misma”.

A pesar que en su familia no había instrumentistas, en la casa de Raimundo la música siempre estuvo presente. Desde el folclore al rock son las influencias que atrajeron al artista. Me acuerdo que mis hermanas llegaban a grabar casetes y en la radio tenía una opción para grabar las cintas rápido. Yo era chico así que me hacía gracia escuchar a Cerati o a Álvaro Henríquez con voz de ardilla. Ahí aprendí cómo uno se podía grabar y que además podías escucharte en la radio después”. La composición llegó a los 12 años por necesidad de expresión y luego comenzó a adentrarse en la producción musical. “Recuerdo que grababa baterías con cajas de zapato y latas, y después con una radio a pilas regrababa sobre eso. Todo muy casero, pero fue mi primer vínculo con el mundo del registro fonográfico”. 

Todo ese proceso decantó hasta que pudo formalizar una propuesta musical y un nombre artístico que define finalmente como Lican Rai. Una denominación que acoge parte de sus raíces y lo conecta con lo que el poeta Elicura Chihuailaf denomina “el sujeto nativo”, que radica en ese llamado interior y en la capacidad humana de conmoverse con el entorno. “Cuando el 2012 viajé a Chiloé, sentí una conexión muy fuerte, iba solo y mientras cruzaba el canal de Chacao, comenzaban a aparecer las estrellas. Le canté a eso en mi primer disco Toco Madera (2015). Podría decirse que a través de la música encuentro una conexión con mi sujeto nativo interno”

Grabar en el cuarto de la casa

-¿Por qué eliges llamar Caracol a tu nuevo disco?

-Porque me he demorado como 5 años en terminarlo, jajaja. Porque la vida te lleva a su ritmo quieras o no. Quizás por falta de paciencia en tiempos donde todo corre muy rápido… Soy un hijo más de lo instantáneo y solo queda aceptar y aprender a disfrutar las velocidades a las que te lleva la vida. Al parecer no te queda de otra porque no hay control en nada. Venía escuchando harto Radiohead, Nine Inch Nails, Björk y también el cancionero popular de los 70, con Los Jaivas, Inti y la Nueva Canción Chilena. Un poco de esa mezcla es lo que resulta en este trabajo, un intento por hacer convivir mi mestizaje musical. Lo análogo y lo digital, lo más rock con el canto popular. 

-¿Cómo percibes el panorama actual para los músicos?

-Creo que ha sido complicado, porque más allá del arte y la expresión creativa, hay algunos músicos que trabajan en esto 24/7 y en este contexto no lo pueden seguir haciendo. Por otro lado, la velocidad en que corre la información y las plataformas entregan nuevas posibilidades. Hay conciertos online casi todos los días por las redes sociales. Los tiempos vuelan y están sobrecargados de estímulos. 

-¿Te sientes parte de una generación musical? 

-No sé si dentro de una generación, porque presiento que incluiría a más de una, pero sí me percibo dentro de un contexto musical que obedece a la posibilidad de que ahora puedes grabar en el cuarto de tu casa. Eso es algo que hasta hace un par de décadas era impensado. Billie Eilish, por ejemplo, grabó su último disco en un home studio. Y la calidad de su trabajo no tiene mucho que envidiarles a discos contemporáneos producidos en estudios de mayor calidad. Creo que esa democracia es positiva y uno como creador tiene mayor autonomía de su trabajo. Es algo que ha marcado a la gente de mi edad, creo. Ahora todos somos pseudoproductores. Vamos a ver adónde nos lleva eso. 

Por otra parte, existen montones de artistas maravillosos que desertan en la angustia de no poder sustentar una carrera que te permita vivir de manera digna en este oficio. Intentar dedicarse al arte implica un arrojo tremendo, tratar de tomárselo en serio en un país como este, atado a la precariedad, da un poco la sensación de que sin lucas ni contactos no hay camino. 

Un tiempo muerto

-¿Hay algún proyecto artístico que te haya marcado en estos últimos años?

-El 2018 fui a ver a Juana Molina con Ela Minus y creo que aclararon bastante mi camino. Venía bien pegado con las sesiones KEXP y ahí uno encuentra bandas de todos lados. Me gustó mucho el Anima de Thom Yorke, que mezcla música y danza a un nivel cinematográfico de manera muy sensible. Un movimiento de indie argentino que explotó hace un rato, con músicos como Usted señálemelo o El mató un policía motorizado. También pude reencontrarme con viejas influencias: Los Jaivas, Víctor; me hicieron reencantarme con una estética setentera, que encuentro que refleja un Chile más genuino.

-¿Qué opinas de los espacios que existen actualmente y la identidad actual de la música chilena?

-Tocar en vivo en condiciones óptimas resulta super difícil. Internet en ese sentido ayuda a conectar con audiencias y con otros músicos. Ahí está el nuevo espacio al parecer. Este año tendré la posibilidad de estar en la edición 2020 de Rockódromo, que pretende realizarse de manera online en septiembre. Todo está reacomodándose, creo que las cosas no volverán a hacerse de la misma manera.

Sonoramente no lo veo tan claro en el contexto actual, pero por ejemplo el indie, el trap y el pop eran super fuertes antes del estallido social. Creo que estamos en una especie de tiempo muerto, las bandas no han dejado de publicar, y lo hacen con propuestas super arrojadas, que levantan desde herramientas precarias y aun así funcionan bien, eso hace que baje también el chaqueteo que existía antes. Hay una apertura a apreciar y a compartir más allá de un género en particular y en ese sentido es positivo que ya no exista tanto ánimo de denostación, por el contrario, son tiempos de mucha colaboración.

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