Brotes epidémicos tienen mayor probabilidad de ocurrencia en áreas deforestadas y en plantaciones de monocultivos

Por: Alfredo Unda | Publicado: 05.04.2021
Brotes epidémicos tienen mayor probabilidad de ocurrencia en áreas deforestadas y en plantaciones de monocultivos /
Un nuevo estudio publicado en la revista científica ¨Frontiers in Veterinary Science» señala que la deforestación e incluso las plantaciones forestales aumentan la probabilidad de ocurrencia de brotes epidémicos de enfermedades infecciosas, sugiriendo que es probable que las epidemias aumenten a medida que disminuye la biodiversidad. De acuerdo a los investigadores, la reforestación puede aumentar la pérdida de biodiversidad cuando la expansión forestal de monocultivos se realiza a expensas de pastizales, sabanas y bosques abiertos.

Un estudio recién publicado señala que hay mayor probabilidad de ocurrencia de brotes epidémicos de enfermedades infecciosas en áreas deforestadas y en plantaciones de monocultivos, sugiriendo que es probable que las epidemias aumenten a medida que disminuye la biodiversidad.

El cambio en el uso del suelo es un factor significativo en la aparición de virus zoonóticos como el Covid-19 y de enfermedades transmitidas por vectores como la malaria, informa el estudio publicado el miércoles 23 de marzo en ¨Frontiers in Veterinary Science¨. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que el 70% de los últimos brotes epidémicos han comenzado con la deforestación.

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Incluso las plantaciones forestales pueden aumentar los riesgos para la salud de las poblaciones humanas locales si sólo consideran un pequeño número de especies, como suele ocurrir en los monocultivos comerciales, según la investigación. La forestación puede crear nuevos riesgos de enfermedades infecciosas, especialmente cuando se trata de plantaciones comerciales. El abandono de tierras agrícolas crea una matriz irregular de arbustos que también puede conducir a un nuevo riesgo de zoonosis como la enfermedad de Lyme en Norteamérica y Europa o el tifus de los matorrales en Taiwán

Esto se debe a que, en un bosque sano y biodiverso, las enfermedades son filtradas y bloqueadas por una serie de depredadores y hábitats. Cuando el bosque natural es reemplazado por una plantación de aceite de palma, campos de soya o monocultivos de eucalipto, las especies especializadas mueren, dejando a generalistas como ratas y mosquitos prosperar y propagar patógenos a través de hábitats humanos y no humanos.

El resultado neto es una pérdida de la regulación natural de las enfermedades. «Me sorprendió lo clara que era la tendencia», dice uno de los autores, Serge Morand, del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia. «Debemos tener más en cuenta el rol del bosque en la salud humana, la salud animal y la salud ambiental”. El mensaje de este estudio es “no olvides el bosque».

La reforestación puede aumentar la pérdida de biodiversidad cuando la expansión forestal se realiza a expensas de pastizales, sabanas y bosques abiertos. Entonces, la forestación y la expansión forestal pueden disminuir los servicios ecosistémicos. La definición de bosques de FAO – los bosques son sitios con una cubierta de dosel arbóreo de más de 10% – no permite distinguir entre pastizales antiguos y vegetación antropogénica, ni entre la expansión natural de los bosques y la regeneración forestal, ni de las plantaciones.

Los resultados sugieren claramente que no sólo la tala forestal es responsable de brotes de enfermedades infecciosas, sino también la reforestación o forestación, especialmente en países fuera de la zona tropical. Si bien, la información utilizada no diferencia entre los distintos tipos de reforestación: plantación de productos básicos, forestación o abandono de tierras agrícolas.

Los investigadores examinaron la correlación entre tendencias de la cobertura forestal, plantaciones, población y enfermedades en todo el mundo utilizando estadísticas de instituciones internacionales como OMS, Banco Mundial, FAO y la “base de datos de epidemias Gideon”. Durante el período de estudio de 1990 a 2016, se abarcaron 3884 brotes de 116 enfermedades zoonóticas que cruzaron la barrera de las especies y 1996 brotes de 69 enfermedades infecciosas transmitidas por vectores, en su mayoría transmitidas por mosquitos, garrapatas o moscas.

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El estudio muestra que los brotes aumentaron mientras las plantaciones se expandían rápidamente y al mismo tiempo la cobertura con bosques disminuía gradualmente. Por sí sola, una correlación no es prueba de causalidad porque otros factores pueden estar involucrados, como la alteración del clima. Los autores refuerzan sus argumentos con múltiples referencias a casos prácticos individuales que ponen de relieve los vínculos entre las epidemias y el cambio de uso del suelo.

En Brasil, los científicos han demostrado que la deforestación aumenta los riesgos de brotes de malaria. En el Sudeste asiático, los estudios han demostrado que el aclareo de bosques favorece al mosquito Anopheles darlingi, que es un vector de varias enfermedades. La pérdida de bosques primarios también se ha identificado como un factor en la aparición del Ébola en África occidental y la reaparición de leishmaniosis transmitida por artrópodos.

Plantaciones u otros cambios del uso del suelo favorecen algunas especies por sobre otras, por ejemplo, un tipo de roedores, como en el caso del Hantavirus que pueden portar la enfermedad. En Chile, la emergencia del Hantavirus se ha debido a la alteración de sus hábitats, debido a la deforestación (fragmentación del bosque nativo, establecimiento de plantaciones, disminución de rapaces y agricultura intensiva), cambios ambientales que aumentaron la trasmisión entre ellos. La mayor cantidad de roedores infectados, cuyos hábitats han sido invadidos por el ser humano, aumentan la interacción y la transmisión.

El nuevo estudio se suma a un creciente conjunto de evidencias de que los virus son más propensos a transferirse a humanos o animales si viven en o cerca de ecosistemas perturbados por el ser humano, como bosques recientemente talados o pantanos drenados para tierras de cultivo, proyectos mineros o proyectos residenciales. Esto está moldeado por las pautas comerciales establecidas y el comportamiento de los consumidores. Una cuarta parte de la pérdida de bosques global está impulsada por la producción de productos básicos como carne de vacuno, soya, aceite de palma y fibra de madera. La minería se suma a este problema contaminando ríos y arroyos que son vitales para un ecosistema resiliente, el secuestro de carbono y la calidad del suelo.

Investigadores de “Ecohealth Alliance” han propuesto que frenar enfermedades sea considerado como un nuevo servicio ecosistémico de las cubiertas vegetacionales naturales, es decir, un beneficio que los seres humanos obtienen libremente de los ecosistemas naturales, al igual que el almacenaje de carbono y la polinización.

Morand en su estudio muestra que los riesgos de enfermedades deben agregarse al análisis riesgo-beneficio de nuevos proyectos. «Debemos tener en cuenta los costos de la salud pública al considerar nuevas plantaciones o minas. Los riesgos son primero para la población local, pero luego para todo el mundo porque hemos visto con el Covid lo rápido que las enfermedades pueden propagarse».

Morand está particularmente preocupado por el deterioro sanitario ambiental de la selva amazónica. Bajo la presidencia de Bolsonaro, la deforestación ha aumentado a niveles no vistos en más de una década y los sistemas de salud pública han sido tan mal administrados que el país tiene ahora la peor tasa de mortalidad de Covid global.

«Todo el mundo de la salud global está preocupado por lo que está sucediendo con la biodiversidad, el clima y la salud pública en Brasil», dice Morand. «Crece la presión ahí, el Amazonas se acerca a un punto de inflexión debido al cambio climático, nada bueno para el ecosistema mundial. Si llegamos al punto de inflexión, los resultados serán muy malos en términos de sequía, incendios y, sin duda, en términos de enfermedades».

Otras zonas de preocupación son las selvas tropicales de la cuenca del Congo y el Sudeste asiático, y proyectos de forestación con monocultivos en China, Europa y EE.UU. «Nuestros resultados sugieren claramente que no sólo la tala de bosques es responsable de brotes de enfermedades infecciosas, sino también la reforestación o forestación, particularmente en países fuera de la zona tropical», señala el estudio.

Morand trabaja ahora en un estudio más detallado que utilizará el análisis satelital de la cubierta de bosques para examinar los vínculos con enfermedades. Con más información, estima posible predecir futuros brotes y trabajar con las comunidades locales para construir paisajes ecológicamente diversos y económicamente productivos que reduzcan los riesgos. Como plantea Serge Morand en su libro “La próxima plaga”, sólo es cuestión de tiempo para que ocurra la próxima pandemia. «Los riesgos son muy altos. Sólo se trata de cuándo y dónde. Tenemos que prepararnos.» El último informe de IPBES calcula entre 631.000 y 827.000 los virus desconocidos en la naturaleza que aún pueden infectarnos.

En las últimas décadas ha quedado claro que la prevención eficaz de enfermedades debe considerar el entorno completo en el que se producen. Mantener las personas sanas requiere mantener ecosistemas saludables. Comprender los cambios en los ecosistemas por causa del cambio climático requiere no sólo de una comprensión clara de los cambios futuros en el entorno físico, sino también de una comprensión precisa de las respuestas fisiológicas, ecológicas y evolutivas a estos cambios por los patógenos, vectores y huéspedes.

Esto implica integrar el manejo y planificación forestales con la investigación sobre las enfermedades infecciosas emergentes. Se requiere de una mayor investigación interdisciplinaria y colaborativa entre silvicultores, ecólogos forestales y expertos en vida silvestre y en enfermedades infecciosas humanas para comprender mejor el impacto de los bosques, su uso y su manejo, en las enfermedades infecciosas.

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