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Protección sexual lésbica: De la invisibilización del Estado al tabú social

Por: Vanessa Vargas Rojas | Publicado: 23.07.2015

En junio de este año, el Ministerio de Salud estrenó una nueva campaña comunicacional para potenciar la prevención del VIH/SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual.

Bajo el título «Siempre condón«, la iniciativa se basó en el uso de preservativos masculinos como único método de cuidado, mostrando a una pareja de homosexuales como un avance en la forma de enfrentar el tema, pero invisibilizando a las lesbianas y bisexuales de una problemática de importancia local y mundial.

En Chile, la sexualidad de las lesbianas aún es un tema cerrado no sólo a nivel social, sino también desde la realidad de las políticas públicas, hoy prácticamente inexistentes a la hora de informar y educar respecto al tema. Para las activistas que han trabajado desde hace años realizando el trabajo que los organismos estatales no hacen, esta omisión es una consecuencia más del trato a la sexualidad de las mujeres en general.

Así lo explica Josefina Lyon, miembro de Visibles: «La sexualidad de las lesbianas ha sido invibilizada como consecuencia del trato a la sexualidad de las mujeres. Desde ahí partimos: la mujer no se ve como una sujeta deseante y se entiende que la lesbiana, como no es madre o no tiene hijos, no tiene sexo».

En este escenario, la concepción heterosexista se ha vuelto dominante, obstaculizando el acceso básico a la información e, incluso, a la salud, para algunas lesbianas que han asistido al servicio público y privado y han experimentado discriminación o violencia obstétrica a raíz de su identidad sexual. Ellas y muchas otras, desde el anonimato, hablan claro de la experiencia de un país que aún está muy lejos de asegurar por igual los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.

¿POR QUÉ DEBEN CUIDARSE LAS LESBIANAS?

El contexto actual enfrenta a la población LGTB a un desconocimiento general respecto sus métodos de prevención sexual, distancia que es aún más profunda de parte de la sociedad, medios de comunicación, médicos y autoridades. En la mayoría de los casos, son las mismas organizaciones por la diversidad sexual quienes han tenido que encargarse del rol de educar e informar al respecto.

Comúnmente, se piensa las relaciones sexuales entre lesbianas carecen de riesgos y contagio de infecciones. La visión, asociada a la ausencia de penetración fálica y a las posibilidades de embarazo, ha descansado sobre mitos, poniendo en riesgo la salud de la comunidad lésbica.

Aunque el riesgo es menor, existen casos comprobados de contagio de VIH/SIDA entre parejas de mujeres en el mundo. En 2014, por ejemplo, el Centro para el Control de Enfermedades en EE.UU. detectó el contagio de una paciente de 46 años, quien habría adquirido el virus durante los seis meses de relación monógama con su novia, quien ya era portadora del virus. Los análisis del organismo corroboraron que la cepa del virus de la mujer infectada coincidía genéticamente, en un 89%, con la de su compañera.

En opinión de los especialistas, sin embargo, la posibilidad de contagio de VIH/SIDA, hepatitis B, clamidia o gonorrea, transmitidas por fluidos, es menor en el caso de parejas lésbicas. No ocurre lo mismo con aquellas infecciones transmitidas por fluidos, tal como asegura el ginecólogo Gonzalo Rubio: «Existen muchas otras infecciones de transmisión sexual que pueden darse en el sexo lésbico, como vaginosis bacteriana, sífilis, herpes y claramente el virus Papiloma, que tiene la misma distribución que la población heterosexual, por lo que también deben hacerse exámenes de Papanicolau».

Algunas infecciones pueden ser transmitidas por manos, dedos y roce vulvar, además de la manipulación de juguetes sexuales sin preservativos. Además, los médicos aseguran que es necesario, tal como en el caso de las parejas heterosexuales, descartar enfermedades de transmisión sexual cada que se inicie una relación con otra persona.

«Claramente las lesbianas deben tener protección contra infecciones de transmisión sexual y seguir sus controles ginecológicos como todas las mujeres, independiente de si quieren tener o no hijos», puntualizó el médico.

BARRERA DE LÁTEX, EL MÉTODO PRINCIPAL DE PROTECCIÓN SEXUAL LÉSBICA

Pese a que son desconocidos en su mayoría, existen métodos de prevención de enfermedades de transmisión sexual para mujeres lesbianas, aunque no son comercializados por farmacias, ni repartidos oficialmente por el servicio público. Esta realidad, que se repite en varios países de la región, deja en manifiesto la falta de preocupación de los Estados por la salud sexual de las lesbianas.

«Hoy, las formas que tenemos de prevenir las ETS y el VIH/SIDA es con la barrera de látex y el mismo condón se puede utilizar de ese modo, pero si tú vas a la farmacia y pides una, evidentemente no hay. Por eso, usamos los mismos condones, los cortamos de una forma específica y se pueden ocupar», argumenta Josefina Lyon.

La barrera de látex es un preservativo que impide el roce entre fluidos vaginales y evita la transmisión de ETS. Los pequeños cuadros de látex -muy delgados- son elaborados para impedir el contacto piel a piel, pudiendo ser utilizados en ano, vulva o para practicar sexo oral, por lo que su uso se extiende a parejas heterosexuales. Actualmente, sólo es comercializada por sex shops y tiendas especializadas (donde no supera los 2 mil pesos chilenos), por lo que algunas organizaciones, como Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio, han enseñado a fabricar las barreras de forma casera, utilizando un condón tradicional.

A la hora de protegerse de la transmisión del virus VIH, es importante tener en cuenta que el sexo oral o cunnilingus es una de las prácticas que implican mayor riesgo, mientras que éste puede aumentar con la menstruación.

Otra opción son los condones de dedos, también fabricados de látex con la idea de proteger a las parejas de infecciones que se pueden contraer a través de uñas o heridas. «Las lesbianas pueden tener un riesgo aunque no haya una relación penetrativa. Hay fingers condons, que son condones para dedos que se venden en los sexshops, principalmente, la idea es para evitar heridas o manipulación directa de los genitales con los dedos», explica Érika Montecinos, directora de Rompiendo el Silencio.

Érika confiensa que, desde la organización, «no le aconsejamos a nadie que vaya a buscar esto a la farmacia, porque los van a mirar con cara de qué me están hablando». Ante el escenario complejo, y desde su espacio, han optado por tomar en sus propias manos la tarea olvidada de informar y educar al respecto.

TORTA, NO SEAS PASTEL

A través de la campaña #TortaNoSeasPastel, la organización en defensa de la visibilidad y derechos de la población lésbica, ha logrado evidenciar la falta de políticas públicas dedicadas a la prevención sexual de lesbianas y bisexuales.

«Lo hemos tenido que hacer nosotras. Estamos yendo a diversos centros de salud para educar al respecto. Este material -parte de la campaña informativa- no puede seguir esperando la burocracia de los aparatos públicos. No sabemos si hay resistencia o simplemente burocracia del sistema», apunta Montecinos.

Tras la polémica omisión de las lesbianas en la reciente campaña de prevención del VIH, organizada por el Ministerio de Salud, las activistas exigieron explicaciones a la ministra Carmen Castillo, titular de la cartera. A modo de respuesta, comenta la directora de Rompiendo el Silencio, la secretaria de Estado les aseguró que «la campaña no estaba dirigida a la diversidad sexual en general, sino que era una campaña dirigida a la población vulnerable y en ese espectro no estamos consideradas. Es muy grave simplemente optar por no mostrar la sexualidad lésbica, porque ese fue el mensaje que entregaron».

Hoy, son las mismas activistas las encargadas de educar a su población, pero también al personal médico que las atiende, aún no capacitado en su mayoría para abordar la sexualidad de las mujeres que no son heterosexuales.

MÉDICOS NO ENTIENDEN EL SEXO LÉSBICO

Entre lesbianas abundan los testimonios sobre experiencias traumáticas o vergonzosas producto de la visita al ginecólogo, lo que también explica la distancia que existe respecto de su propia salud sexual. En algunos casos, comentan, algunas son interrogadas sobre sus prácticas sexuales o atendidas, en el común de los casos, desconociendo su verdadera identidad sexual.

«A todas nos ha pasado», señala Josefina Lyon, miembro de Visibles. «A mí me pasó que fui al ginecólogo y le tuve que decir mira, yo soy lesbiana, me tienes que mandar a hacer este tipo de exámenes y tienes que revisarme esto, porque ellos dan por hecho una sexualidad heterosexual y asumen que uno no tiene otra. Por eso nos informamos a través de redes de apoyo de las mismas organizaciones que trabajan este tema y hacemos correr la voz en Internet, hoy hay mucha más información al respecto».

Hace un tiempo, denuncia Érika Montecinos, una joven lesbiana de La Florida les escribió para contarles que en el centro de salud no quisieron prestarle atención médica. La matrona a cargo «le dijo que no tenía idea del tema», detalla, y le preguntó para qué quería protección si entre mujeres «no pasaba nada».

«Escribimos al centro de salud y vamos a tener una reunión porque les ofrecimos una charla de capacitación. Nos gustaría mayor apoyo y voluntad del Minsal frente a estos temas», acota la activista.

La distancia de los ginecólogos hacia la sexualidad de las lesbianas se hizo evidente durante la investigación de este reportaje: de una amplia cantidad de especialistas consultados, la mayoría se excusó argumentando no manejar el tema. Esta situación, problemática en Chile, evidencia el incumplimiento hacia los tratados internacionales y el derecho consagrado de acceso a la salud, sin discriminación.

En opinión del ginecólogo Gonzalo Rubio, «claramente no existe mucha información ni educación acerca de cómo tratar a las mujeres que tienen sexo con mujeres. Lo más complejo es que la mayoría de los ginecólogos asumimos que las mujeres son heterosexuales, tampoco se maneja el tema de que mujeres heterosexuales tengan sexo con otras mujeres sin necesariamente considerarse bisexuales».

En la Universidad de Santiago, donde Rubio estudió, se abordó la necesidad de entrevistar a las pacientes de una forma neutral, pero el especialista duda que esa formación se replique, especialmente «que las universidades confesionales tengan esa forma de ver el tema».

Para muchas,  los cambios de esta realidad aún hostil para ellas irán de la mano de una adecuada educación sexual, todavía inexistente en los colegios y en las políticas públicas. Mientras, trabajando por sí mismas, las lesbianas activistas han ido pavimentando un camino de autoeducación y formación comunitaria.

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