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Daría mi vida por tu derecho a defender tus ideas (y por el mío a criticarlas)

Por: Francisca Quiroga | Publicado: 15.09.2015

 

PATRICIO SEGURA

Se ha convertido ya en práctica habitual que cuando un ciudadano u organización cuestiona a un periodista o medio de comunicación por el trabajo que realiza, la principal defensa sea contraatacar acusando censura.  Que cuando cualquiera critica la forma en que se entrega la información o la cobertura que la prensa realiza a la siempre inasible realidad, se alcen múltiples voces para denunciar el ataque artero a la libertad de expresión de parte de quienes debieran aceptar sin chistar todo lo que emerja de las profundidades mediáticas.

Lo vimos cuando el Colegio de Periodistas dio a conocer su opinión, sustentada en su Código de Ética, cuestionando un artículo de El Mostrador sobre la Presidenta de la República, tanto por la forma en que se usó el off the record como por divulgar suposiciones (no confirmaciones) sobre su vida privada.  También este lunes cuando La Cuarta tituló en portada “Hizo anticucho con la polola” y se acumularon las críticas en las redes sociales, donde más de alguno vio en esto un intento de censura propio de regímenes totalitarios.

Como periodista y dirigente soy un activista de la libertad de expresión. Pero también de la responsabilidad mediática y de la no vulneración de otros derechos que creo son fundamentales

Y no hace mucho fue el leit motiv de una columna del rector de la Universidad Diego Portales,Carlos Peña, en El Mercurio, en la cual también las emprendió contra el Colegio de Periodistas que cuestionó a un inserto pagado en el mismo diario donde se hacía una especie de apología del golpe cívico-militar del 11 de septiembre de 1973.

Es este un necesario debate. No solo por los principios involucrados sino porque da cuenta de la capacidad de una sociedad para abordar temas tan complejos como la libertad de expresión, la censura, el derecho a la crítica y la tolerancia con las ideas del otro.

Partamos por lo último.

Cuando Voltaire dicen que dijo (porque, en realidad, al igual que en el caso de las recurridas frases colgadas a Maquiavelo tampoco podemos tener tal certeza) “no estoy en absoluto de acuerdo con tus ideas, pero daría mi vida por tu derecho a defenderlas» en momento alguno planteó que estas no podían ser criticadas.  Porque poder cuestionar las reflexiones de otros (con argumentos más o menos poderosos o incluso recurriendo a la sátira) forma parte del necesario debate de ideas que se debe dar en la sociedad.

Lo que sí se precisa tener en claro es que aunque criticar y estar en desacuerdo es también una garantía, eso no significa que quien discrepe tenga el derecho a utilizar medios ilegítimos para acallar la voz de quien piensa distinto.  Porque podremos decir que fue un error un titular, pero algo muy distinto es buscar que un determinado medio no se pueda expresar.

Es en este momento cuando aparece el problema de las sanciones. Que exista libertad de expresión no significa impunidad.  ¿Exhibir una violación explícita en un medio de comunicación dirigido a público infantil puede ser entendido como el ejercicio de un derecho? ¿Festinar con la muerte dramática de una persona debe ser aceptado sin más por la familia del afectado?

Pensar de esta forma, nos llevaría a calificar el propio Código de Ética del Colegio de Periodistas como un acto de censura.  Y no lo es. Es una orientación que permite a la orden profesional proponer estándares para sus integrantes e, incluso, para la sociedad.

En todos los tiempos y culturas la garantía a expresarse libremente ha tenido límites. La discusión trata sobre cómo los establecemos sin que signifique una amenaza al ejercicio de un derecho tan importante y fundamental, y que llegue a motivar la autocensura por temor. Ejemplo de ello son las penas de cárcel por infracciones a la libertad de prensa y de expresión, que incluso la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha cuestionado.  O que del disenso se pase al amedrentamiento.

Como periodista y dirigente soy un activista de la libertad de expresión. Pero también de la responsabilidad mediática y de la no vulneración de otros derechos que creo son fundamentales. Más aún, no demuestra credenciales democráticas quien cree que la prensa debe estar por sobre el legítimo escrutinio ciudadano.

Eso es parte de lo que debemos discutir como sociedad.  Y nadie debiera espantarse.  Es más, todos debieran incluso estar dispuestos a dar su vida porque yo tuviera el derecho a expresar tal idea.

¿No fue aquello lo que dicen que dijo Voltaire?

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