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Raúl Alarcón, diputado de la República: «Yo no gané, el diputado es el Florcita Motuda»

Por: Francisco Parra | Publicado: 23.03.2018
Raúl Alarcón, diputado de la República: «Yo no gané, el diputado es el Florcita Motuda» flor sala |
Vestido de gala, estampó su firma como Honorable. En dos semanas ya todos sus colegas lo conocen. En un lugar donde nadie parece escucharse, el hombre de las antenitas y la bata blanca es el que parece más interesado en entender lo que los otros dicen. Y hasta él mismo está sorprendido: Le gusta ser diputado.

Se para, se sienta. Levanta la mano, la baja. Se para de nuevo. Se acerca a un diputado, a otro, a otra y a otro. Le dice que se acerque al micrófono para que todos escuchen. La transmisión televisiva lo capta de repente dando la espalda, mirando de frente al parlamentario que tiene la palabra.

La Cámara de Diputados tiene más de la mitad de los asientos vacíos mientras se discuten medidas para el control de agresores en contexto de violencia intrafamiliar. Muchos de los que sí están conversan entre ellos. Se escucha el murmullo y entremedio está Florcita. Se mueve de un lado a otro, para acercarse a quien habla. Le gusta mirar a la gente a la cara, para entenderlos.

Raúl Alarcón nació en Curicó hace 72 años, es hijo de un carabinero y una profesora.

«Florcita Motuda» nació hace 41, y es «hijo de la Violeta Parra y Jimi Hendrix».

Contento

Sorpresivamente, Florcita Motuda está feliz como diputado.

– ¡Me sorprende lo contento que estoy, hueón! ¡Levantándome a las 6 de la mañana! Como que recién estoy trabajando porque hacer música para mí no ha sido trabajo jamás. Hasta mi físico está mejor, porque me siento alegre.

Antes de llegar al Congreso, le preocupaba cómo hacer para no quedarse dormido en las reuniones. Y que no le «chanten» una foto durmiendo en la Cámara. Pero nada de eso ha pasado, y eso que su jornada es ajetreada. A las 6 AM se levanta, toma la micro, se sube al metro y llega a la estación Pajaritos para partir rumbo a Valparaíso. A las 6 PM -si es que no hay una reunión- parte de vuelta a Santiago.

«Tengo un nivel de lucidez bastante destacable, digámoslo. Para mí, es sorprendente», dice en el bus de vuelta a la capital. Raúl anda de «civil» y asegura que no lo reconocen tanto, porque es «solo un viejito más». En el trayecto, un par de personas le pide una selfie, otros lo saludan, le dan ánimo, una persona ofrece sacar su guitarra para tocar juntos y un vendedor de agua quiere grabar el momento en que le compró una botella. Florcita Motuda está en el inconsciente colectivo.

Cuando no es «civil», Florcita anda «de gala». Las antenas, capa y la infaltable polera con su nombre, ese que deleitó en los ’70 y musicalizó la lucha contra la dictadura con el «Vals imperial del NO».

Así estaba el día que asumió como diputado de la República. Su primera intervención en la Cámara, fue para pedir que arreglaran el audio. Le molestaba el ruido de sus colegas y quería escuchar las intervenciones. Pidió la palabra y solicitó al equipo de audio que subieran los agudos y bajaran los graves.

La intervención provocó aplausos en el hemiciclo y se viralizó por redes sociales. Ahora, efectivamente, se escucha mejor, reconocen varios diputados. «Uno sabe de esas cuestiones, po’. La gente del audio ecualiza la voz para que suene bonita. Y si levantas los agudos no suena bonito, pero se entiende más. Esa era la clave», explica.

Mejorar el audio no es un tema menor para Florcita Motuda. «Es que si no escucho me pongo tenso, entonces por cualquier hueá me voy a enojar. Hay que eliminar todas las posibilidades de que uno se tense o se enoje porque eso impide la percepción de lo que está hablando el otro», dice.

Su compañero de banca, Renato Garín, diputado de Revolución Democrática, comenta que «él tiene otro ritmo, otra manera de funcionar».

Garín es exactamente lo contrario al «Flor». Terneado hasta el cuello y estudioso -no deja de tomar apuntes en ningún momento de las sesiones-, fue nombrado por la bancada del Frente Amplio para «hacerse cargo» del diputado Motuda. «Mi pega de todos los días es sentarlo, para que la cámara del computador lo reconozca y se active. Soy una especie de tutor, cada vez que lo llamo al orden, le grito: ¡Raúl!», dice riendo.

Ambos se volvieron amigos y comparten fuera del hemiciclo.

Al otro lado se sienta Diego Ibáñez, del Movimiento Autonomista. «Nos alegra cada sesión. Él, con su edad, representa esa rebeldía cultural de antes. Durante muchos años el Congreso no fue representativo y el Florcita, simbólicamente, supera esa exclusión que se vivió en la transición», afirma.

Flor Motuda disfruta con sus nuevos compañeros: «Me siento privilegiado de estar con ellos, un hueón de 72 años como yo, soy como el abuelo de todos metido al medio. Con el Garín nos cagamos de la risa siempre. La Pamela, el Crispi, el Diego, el Gonzalo Winter, son todos gente muy cálida, solo les digo que no sean viejos chicos porque se puede perder el recurso de hablar como jóvenes. A veces se comportan como ese modelo antiguo del político que habla fuerte y duro y no po’, así pierden las características de la juventud».

«Cuando se ponen así los hueveo al tiro», agrega.

Sin pelear

– En mi vida he peleado no sé cuántas veces, pero después he cachado que siempre hay un mínimo común denominador en la relación con los demás, y acá aparece el mínimo común denominador: a toda la gente la miro desde el corazón, a todos, para mí todos tienen una cercanía, sea quien sea. La diferencia la establezco en el tema de las ideas, en la cabeza, pero no disminuye ni se confunde mi corazón, sigue en la misma posición- dice Motuda.

– ¿Qué le pasa cuando escucha a los de la UDI?

– Curiosamente, he encontrado coincidencias y se han votado leyes con unanimidad, hueón. Entonces claro, aparecen los temas que ubican a cada uno en sus trincheras, cachái, la derecha y la izquierda. Para mí esos conceptos y términos no dan el ancho para este momento histórico hay que buscar otros términos para calificar a la gente, como buenas personas y otros que van a a ser buenos en algún momento.

– No es bueno para discutir, diputado.

– Uno con la edad comprende que la gente tiene derecho a tener sus puntos de vista y eso es más fácil cuando tu sientes cercanía con el otro. Claro que cuando se ponen en las trincheras los hueones, que aquí la derecha que aquí la izquierda, no les importa escucharse. Eso me molesta, porque para mí el concepto derecha-izquierda no da el ancho.

– ¿Qué causas llevará adelante en el Congreso?

– Hay algo que me conmueve y es que tomen presos a los músicos en la calle. A veces le requisan el instrumento o se lo rompen. Ese tema conmueve hasta los pacos que se los llevan, para nadie es grato detener a un músico que está tratando de ganarse las monedas en la calle. En la comisión de Cultura voy a insistir en eso.

–  La de Cultura y la de Deportes, la otra en que está usted, son más relajadas que otras.

– ¡Ninguna pelea! No son como Derechos Humanos o Hacienda. Yo las prefiero esas porque tienen que ver con el espíritu. Muchas veces la política se preocupa de la economía y de nada más que la economía. Eso es lo material. Pero el ser humano tiene necesidades materiales y espirituales, dentro de las cuales está el arte, la ciencia, eso que a uno le inflan el pecho y lo conecta. No es pura economía, de esa perspectiva yo quiero levantar esas necesidades espirituales en el Congreso.

Humanismo

Florcita Motuda es uno de los fundadores del Partido Humanista. Intentó cuatro veces antes ser diputado. A la quinta lo logró.

Dice que se opone, como filosofía de vida, a la clásica metodología de la tesis-antítesis-síntesis. Eso solo lleva a oponerse, a pelear, a no llevarse con el otro. No le gusta.

– Nosotros los humanistas decimos: diferenciación, complementación y síntesis. Es otra la intencionalidad, de querer entender, no de oponerme al tiro sin escuchar lo que el otro dice- explica.

Una vez le dijeron que dejara el traje, porque era Raúl Alarcón el diputado. «‘Estay hueón’, le dije. Si revisas en el Servel tengo cero aportes, no gasté nada, mi inversión fue el Florcita Motuda. Raúl no ganó, el diputado es el Florcita Motuda. La gente me conoce así, por eso vine de gala. Cuando se necesite, en un momento tenso, me voy a poner el traje. Cuando la cuestión se pone dura, me uniformo».

Esta semana, sus declaraciones en apoyo a la demanda marítima de Bolivia causaron polémica en medio de tanto nacionalismo exacerbado. Él no sabía. Mira la veintena de conversaciones de WhatsApp en el celular. La mayoría son solicitudes de entrevista, tanto de Chile como de Bolivia. Se ríe al ver que una nota suya de Bío Bío tiene más de 30 mil compartidos en Facebook. Al día siguiente, el matinal Bienvenidos le preparó una encerrona, con los panelistas cuestionando cómo un diputado puede apoyar dar mar a Bolivia. «Es que yo amo ese lugar, amo el folclore, la gente. La judicialización del problema nos perjudica a todos. Lo que pasa es que Chile quiere mostrar bíceps y verse poderoso y no po’, hay que ponerse a la altura. Imagina fuéramos nosotros los que vivimos allá y nos quitan una parte importante del territorio», dice.

Luego agrega: «Hay algo que se me nota mucho, que es que tengo comunicación con mi niño interno. Los niños nunca hacen lo que no quieren. Y yo soy como un cabro chico. Tenía miedo antes, pero no tuve que hacer nada porque mi niño interno, el que no hace nada que no le gusta, se entretiene como diputado».

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