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Rodrigo Mundaca, vocero Modatima: «La Concertación es responsable directo del modelo de despojo que hoy existe sobre nuestro territorio»

Por: Francisca Quiroga | Publicado: 09.06.2019
Recientemente premiado por la ciudad alemana de Nüremberg con el Premio Internacional de Derechos Humanos 2018 por su labor como secretario general del Movimiento de Defensa por el acceso al Agua, la Tierra y la protección del Medio Ambiente (Modatima), Rodrigo Mundaca nos comparte su mirada sobre los conflictos ecoterritoriales y los desafíos democráticos que entraña la reapropiación social de las esferas públicas actualmente privatizadas. El también miembro del consejo de la Fundación Saberes Colectivos,conversa sobre el papel y proyecto que debiese caracterizar a una izquierda del siglo XXI.

-En los últimos años ha habido focos hablábamos de Quinteros, Camarones, Freirina de movilización en torno a problemas que se les llama “ambientales”. ¿Cómo podríamos caracterizar de mejor forma los conflictos sociales que emergen en esos ámbitos? ¿Son el agua, la energía y el medio ambiente una piedra de tope cuando el ciclo económico chileno, basado en la exportación minera y agrícola intensiva, parece estar tocando techo?

-Durante 2018 el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) evacuó un informe sobre conflictos socioambientales en todo el país diciendo que hoy existen 116 conflictos socioambientales, siendo sin duda el más importante el que tiene que ver con el agua. Hay algunos teóricos que sostienen, y nosotros lo suscribimos, que hoy el 60% del PIB nacional depende del agua. Chile no sólo tiene privatizadas las fuentes de agua desde el año 1981, sino que también tiene privatizadas las empresas sanitarias desde 197l, cuando se inició el proceso de privatización de la gestión de las aguas. Por tanto, hoy el 98% de toda la provisión de agua en el país está en manos de transnacionales.

Por ello, en el origen de los conflictos ecoterritoriales en todo Chile, está el agua como centro neurálgico de la matriz productiva nacional. En Freirina, por ejemplo, se intentó instalar un plantel de cerdos de 500.000 cabezas y cada cerdo iba a consumir diariamente dos litros de agua, de modo que iba a poner en el centro de la discusión la provisión de agua a la comunidad. En Caimanes, la minera Los Pelambres, del grupo Luksic, emplazó el tranque de relave más grande de América Latina en el curso natural de las aguas del estero Pupío, contaminando esas aguas. En Petorca, el modelo de agronegocio simple y llanamente dejó sin agua los ríos: hoy no hay escurrimiento superficial de aguas en los ríos, el 60% de la población depende de camiones aljibes para su uso cotidiano y en situaciones de mucha algidez con respecto al conflicto, el pueblo pobre privado de agua aparece defecando en bolsas de plástico.

En el origen del conflicto en el Wallmapu está precisamente la industria forestal: el Decreto Ley forestal 701, fraguado en dictadura el año 1974, permitió la enajenación de más de dos millones de hectáreas de asentamientos fundamentalmente mapuche, y en el origen de ese conflicto está el agua, porque la industria forestal, particularmente los eucaliptos y los pinos, demandan enormes cantidades de agua. Estas especies degradan y erosionan suelos, contaminan las napas freáticas y, por tanto, lo que ha provocado el modelo forestal en el Wallmapu ha significado la destrucción del identitario-cultural y el identitario-territorial mapuche, así como el acorralamiento de las comunidades. Este modelo ha sido permitido y fraguado fundamentalmente con un aporte decidido del Estado, particularmente a favor de dos grandes grupos económicos, Matte y Angelini. En el conflicto con las hidroeléctricas, está ENEL, una empresa público-privada italiana, dueña del 81% de los derechos de aprovechamiento de aguas de uso no consultivo, que se destinan preferentemente a la generación de hidroelectricidad.

Los conflictos ecoterritoriales que se han desplegado a lo largo de todo el territorio tienen como origen, sin duda, el tema de la privatización de las aguas, así como este modelo de desarrollo extractivista, que nosotros caracterizamos como “de despojo”. Es decir, en términos simples, en el país hay un “modelo de despojo” asociado a la apropiación de los bienes naturales comunes que ha comprometido la vida de las comunidades.

Has mencionado la existencia de una serie de pilares establecidos en dictadura, pero también esto tiene una continuidad en los años noventa, incluso profundizándose en algunos ejes. ¿Cómo ves el papel de la Concertación en todo esto?

-Tengo una opinión muy crítica sobre la Concertación a propósito de la profundización del neoliberalismo en Chile. El código de aguas fue fraguado en 1981 en plena dictadura, pero la privatización de las sanitarias comienza desde el año 1997 en adelante. La educación por voucher, la privatización de la salud y de las pensiones, son todas ideas que, si bien es cierto fueron forjadas en dictadura, fueron perfeccionadas en los gobiernos de la Concertación. El carrusel de los funcionarios públicos que salen de la administración del Estado y pasan a las AFP, las sanitarias, las hidroeléctricas, las forestales, es un diseño fraguado y preparado por ellos. La Concertación es responsable directo del modelo de despojo que hoy existe sobre nuestro territorio. La alegría, cuando llegó, lo hizo a cambio de un proceso de desmovilización de la lucha social muy importante. Nos dijeron “váyanse a sus casas que nosotros vamos a resolver los problemas que ustedes tienen como sociedad”. Pero, en rigor, la solución fue una mayor concentración de la riqueza y de los bienes naturales comunes.

 –¿Cómo ves el ciclo político actual? ¿qué rol puede llegar a jugar un espacio como el Frente Amplio en una posible articulación virtuosa entre movimientos sociales y partidos políticos?

-A pesar de que soy integrante activo del Frente Amplio, tengo una posición crítica respecto a nuestro período de instalación. A propósito de la elección presidencial y parlamentaria, el resultado obtenido nos pilló desprevenidos: nadie esperaba obtener veintiún parlamentarios, ni el más optimista de los analistas. Ese resultado pilló al Frente Amplio no coordinado, y lo que hemos visto durante este período 2018 en el ejercicio parlamentario, lo digo con mucha responsabilidad, ha sido un intento temerario de sustituir, desde el Parlamento, la lucha social que se libra en los territorios. Creo que esa es parte de la crítica y de la autocrítica que tenemos que hacer. En algunas materias hemos dado un mal espectáculo, faltando unidad de criterio en varios temas, por ejemplo, en torno a la relación con América Latina y sus procesos emancipadores. Hoy día no son pocas las opiniones que hablan, por ejemplo, de Cuba o Venezuela como una dictadura.

Creo que no hemos tenido unidad de criterios en relación a temas que son tremendamente relevantes para un segmento importante del Frente Amplio y que tienen que ver fundamentalmente con la no injerencia, con la autodeterminación y con el ejercicio de la soberanía popular. Me parece que son principios intransables, que estaban expresados en el programa de gobierno de Beatriz Sánchez, y que después no se hicieron carne durante el año 2018. Eso nos ha debilitado. Tampoco hemos logrado marcar agenda en temas que son importantes para la ciudadanía. En realidad, mayormente, hemos estado reaccionando a la agenda del Gobierno, pero no estamos hablando de qué queremos, de qué tipo de sociedad queremos construir. Es cierto, se verbaliza que queremos una sociedad de derechos, que no queremos una sociedad de privilegios, ¡es cierto! Pero ¿qué hacemos con los fondos previsionales de las y los trabajadores? ¿Terminamos con las administradoras de fondos de pensiones? ¿Qué queremos en materia de educación, en materia de salud, vivienda, de agua, de tierra?

También nos ha faltado coraje en algunos temas donde hemos preferido no pisar callos. Ejemplo de esto ha sido la absoluta falta de liderazgo respecto al tema de Venezuela. Tenemos a Piñera en Cúcuta entregando ayuda humanitaria, pero poniéndose a disposición del imperialismo, porque no hay que perderse en esto. Porque la historia de América Latina es la historia del despojo: desde el año 1492 en adelante, desde la llegada de los españoles a América. El interés que tiene el imperio en Venezuela tiene que ver principalmente con la apropiación de los bienes naturales comunes, particularmente el petróleo; la historia de América Latina es la historia de las intervenciones Yankees en Guatemala, en Chile, en Panamá.

Por otro lado, creo que este nuevo ciclo político no inventa la rueda. Probablemente esto no les guste a varios, pero me parece bastante ufano y pretencioso hablar de un nuevo ciclo político cuando la historia es un elemento fundamental para comprender el presente y proyectar el futuro. ¿Dónde fue fraguado el modelo de despojo?, ¿cuál ha sido el rol de los partidos políticos? Para no desconocer una historia larga de luchas sociales, prefiero decir que, en este nuevo ciclo político, es probable que etariamente haya nuevos actores en la vida política nacional, que irrumpen de escenarios que eran previsibles. ¿Cuáles son esos nuevos actores? Fundamentalmente actores que vienen del mundo estudiantil. Pero yo pregunto, ¡para abrir el debate!, ¿hay algún dirigente social, un dirigente territorial hoy en el Parlamento, desde el Frente Amplio? Y no, no hay ningún dirigente territorial genuino que hoy esté en esa instancia. Entonces creo que hay un segmento de capas medias ilustradas, progresistas, que irrumpen en el Parlamento, y que intentan apropiarse de una manera algo ufana de la historia.

 –Estos temas que planteas, como el problema ecológico y de los bienes naturales comunes, tensionan los paradigmas más clásicos de la izquierda. ¿De qué manera estos elementos se insertan en un proyecto de izquierda para el siglo XXI? ¿qué elementos pondrías tú en ese horizonte estratégico para afirmar en positivo lo que estamos buscando?

-A ver, no lo quiero hacer autorreferencial, pero vivo en una “zona de sacrificio”, en la provincia de Petorca. En este tiempo, en que hemos hecho resistencia en nuestro territorio logramos teorizar, pensar, sobre las bases de la desigualdad, y sin duda los conflictos ecoterritoriales han dado cuenta de la necesidad de terminar con las bases de la desigualdad. Y eso pasa necesariamente por recuperar los bienes naturales comunes. No hablamos de “nacionalizar”, hablamos de “recuperar” el agua, la tierra, los servicios ecológicos que nos brinda la biodiversidad. Hablamos de la reconstrucción de nuevos modelos de desarrollo que pongan en el centro de la discusión la reapropiación social de lo público. Ahí hay una discusión que es tremendamente importante, es una tesis en la que venimos pensando mucho porque, ¿cómo nos reapropiamos socialmente de aquello público que hoy día nos es negado?

 *Para leer la entrevista completa revisa Cuadernos de Coyuntura de la Fundación Nodo XXI

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