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Infancias robadas por el Sename: Los niños olvidados del cierre del Cread Playa Ancha

Por: Carolina Rojas @carolarojasn | Publicado: 31.07.2019
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Esta semana, el Tribunal de Garantía de Valparaíso decidió dejar sin efecto el cierre de la investigación a ocho ex funcionarios del Centro de Reparación Especializada de Administración Directa (CREAD) de Playa Ancha, acusados por torturas y apremios ilegítimos a niños y adolescentes. La reapertura del caso vuelve a recordar el que fuera una de los centros de Sename con las denuncias más brutales, cuya clausura fue recomendada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En medio del proceso de cierre, y a tres años de la formalización contra los agresores, rescatamos tres historias de jóvenes quebrados tras su paso por el hogar.

Ignacio (16), moreno, cejas gruesas, chispeante, se queja en una de las piezas de madera del albergue de emergencia en la iglesia Santa Ana. Es un sábado frío de junio marcado por el ‘código azul’, la estrategia de emergencia que aumenta la capacidad de atención cuando las condiciones climáticas extremas ponen en riesgo la vida de las personas en situación de calle. Reclama que no se lleva bien con otro de los niños en el refugio temporal, aunque a ratos también se ríe mientras come unos Doritos y cuenta parte de su historia. De cerca lo mira “A”, su polola, una niña que conoció en el Cread Pudahuel. Ella venía de Puerto Montt y en la soledad se enamoraron.

-¿Usted sabe que yo “demandé” a los tíos del hogar?-, dice orgulloso y sus cejas gruesas se mueven de arriba abajo, con expresión pícara, como dos cien pies. Tiene plena conciencia de ese punto de inflexión, del antes y después que marcó su paso por el Cread (Centros de Reparación Especializada de Administración Directa) de Playa Ancha.

Se ve tranquilo, por primera vez en mucho tiempo estará resguardado del frío y comerá un plato de comida caliente. Antes de esa noche, llevaba más de seis meses durmiendo cerca el Parque de la Quinta Normal junto a otros amigos, “matando” el hambre cuando se podía.

Ignacio no miente. Fue un héroe, o al menos así se siente él.

Hace cinco años fue uno de los primeros niños en levantar la voz y denunció los golpes y maltratos que sufría. Esta confesión alentó a otros compañeros de la casa “Amanecer” a hacer lo mismo. El proceso concluyó en siete querellas por “torturas, tormentos o apremios ilegítimos físicos y mentales”.

Fue el principio del fin del centro de reparación, cuya clausura fue recomendada por La Organización de las Naciones Unidas (ONU). En estos días se cuestionó la demora de tres años de la formalización contra los agresores, considerando que las primeras denuncias al Ministerio Público ocurrieron en 2015 y la audiencia se realizó en octubre del año pasado. Esta semana el Tribunal de Garantía de Valparaíso dejó sin efecto el cierre de la investigación a los ocho ex funcionarios. Es decir, el caso se reabrirá.

«Todos los tíos nos forman para acostarnos y cuando estamos castigados se enojan. A veces nos levantan en la noche y hace frío, nos sacan al patio formados», «el tío L. G nos hace llaves, me agarra de la nuca fuerte, me dobla los pies hacia atrás», «hace tiempo el tío M me empujó fuerte por la escalera y me caí», «el tío G, el otro día, tiró al J del camarote y le tiró una silla encima después», fueron algunas declaraciones del adolescente.

La historia de Ignacio se parece a otras de sus ex compañeros; tras la negligencia parental un Tribunal de Familia los envió al centro. A su edad no sabe leer ni escribir. En el mismo albergue está “I”, otro niño que vivía en situación de calle y se fugó del mismo centro de Playa Ancha.

Antes de terminar de contar su historia, Ignacio avanza con los brazos abiertos en cruz por el pasillo de madera.

-Ve tío, ve tía, que soy famoso, yo los denuncié, yo poh, por mi cerraron ese Cread-, dice y sus amigos se ríen.

Luego sigue con sus reclamos. No quiere ver películas de terror, como el resto de sus compañeros.

-No, yo hoy quiero ir a lanzarme, no quiero estar acá. Sabe, después de lo de Playa Ancha me junté con mi papá y usted sabe, me porté mal, me pegaba mis jales-, dice, haciendo el gesto de acercarse la mano a la nariz. Parece un viejo en un cuerpo de niño.

***

Las fotos en una de sus cuatro cuentas de Facebook muestran la infancia de Elena (17). Está sentada en una mesa con una Barbie -aún en la caja- al lado de una compañera. Lleva chasquilla y el pelo domado con un cintillo y una flor rosada; en otra foto aparece abrazando un oso peluche café. Cualquiera pensaría que fue una pequeña completamente feliz.

En otro de sus retratos de Facebook, uno de hace dos años, imposta una mueca sexy que desentona con su cara de niña. Entre una y otra imagen, tras la muerte de su abuela materna, Elena vivió un infierno: Fue explotada sexualmente desde los ocho años y su madre fue formalizada por tener fotografías y videos de contenido sexual de la pequeña.

La mujer nunca respetó la medida cautelar que le ordenó mantenerse lejos de ella desde el año 2012 y la última residencia de Sename que la acogió fue el Cread de Playa Ancha. Después del cierre, por mucho tiempo se le perdió la pista.

Elena huía habitualmente de este centro y se quedaba con su mamá en un minúsculo departamento sobre las galerías comerciales en el centro de Valparaíso. Allí se cree que siguió siendo explotada sexualmente por su madre. Así lo confirma una testigo en el informe.

-¡Déjenme ver a mi mamá!- gritaba en cada descompensación en el Cread.

Según los informes de los Tribunales de Familia, a su corta edad fue diagnosticada con trastorno de la personalidad e ideación suicida. Debía tomar regularmente Quetiapina, Olanzapina y Carboron. Elena ha intentado quitarse la vida en tres ocasiones. Elena es una bomba de tiempo.

Su caso se hizo conocido en junio del 2017 tras una denuncia realizada por la agrupación “Movimiento Ciudadano de Infancia Ahora”, que llegó a la prensa alertando sobre una adolescente que habría quedado embarazada de dos niñas, producto de una supuesta violación en el RPM Hogar Casa de La Providencia de Valparaíso.

“Grave denuncia da cuenta de estupro y embarazos en centro colaborador de Sename”, publicó Bío Bío el 20 de junio de ese año. En los informes del centro, reconocen que la adolescente habría tenido dos niñas el año 2015, pero que serían producto de “una relación” con un hombre (de identidad desconocida) en un hogar de Limache, donde llevaban de paseo a las adolescentes de Casa de la Providencia. En la ficha se adjuntan tres fotografías, donde Elena aparece con una panza abultada. Está en un taller de arte y da la impresión de tener cinco meses de embarazo. Su madre, en un registro de mayo del 2017, cuando fue atendida en un CESFAM por un control de Planificación Familiar, reconoció que la niña tuvo dos hijas el año 2015. Su caso también fue mencionado en el informe Jeldres, porque Elena además fue abusada en uno de los centros anteriores por los que pasó.

De los hijos que nacieron producto de este presunto embarazo, tampoco existe claridad. Se enviaron los antecedentes a Fiscalía de Valparaíso, pero la causa se cerró.

También, en  julio de 2017, Elena huyó por primera vez del Cread Playa Ancha. La denuncia por presunta desgracia quedó estampada en la Primera Comisaría Sur de Valparaíso. Volvió un día después. Como en ocasiones anteriores, regresó con dinero.

-Mi mamá me manda a ver hombres a Limache-, dijo esa vez a regañadientes, pero su confesión no sirvió de nada.

Al poco tiempo huyó otra vez y nadie la buscó. Estuvo con su hermana mayor en una población de casas básicas en la parte alta de Valparaíso, rodeada de tierra y más cerros. También existen dudas sobre si ella, al igual que el resto, la explotó sexualmente.

A comienzos de diciembre de ese año, Elena huyó del Cread de Playa Ancha por última vez. Ya se había anunciado el posible cierre del centro, y arrancó mientras veía tele en la casa “Amanecer”. Nadie volvió a buscarla. En uno de los últimos informes del centro, su hermana comentó que la niña podría estar en Laguna Verde y que otras veces, cuando se escapó con compañeros del Cread, a veces iban a “fiestas con adultos”.

Finalmente Elena apareció en junio de este año en Santiago. Estaba viviendo en una pieza con un hombre mayor. Con la ayuda de un coordinadora de infancia de la región, quizás la única persona que se preocupó por ella, volvió temporalmente a Valparaíso.

En su expediente se desprende que, entre sus familiares, no hay ningún adulto interesado en su vinculación. Elena está completamente abandonada y su futuro es un signo de interrogación.

***

-No mamá, no me apagues la luz, te dije- suplica Abel (16), medio dormido. Fabiola (38) lo ve alterado, quisiera saber más, pero también quiere que olvide lo que vivió adentro del Cread de Playa Ancha. Hay discusiones con él, la irritabilidad es pan de cada día, no se toma los remedios y no asiste a las reuniones del programa de intervención. Hay días que no quiere nada; estuvo en situación de calle y con problemas de consumo de pasta base. Hay días que grita y llora.

-Toma Aripiprazole para conciliar el sueño-, cuenta Fabiola sentada en un café del centro de Villa Alemana una tarde calurosa de invierno. Abel a veces la observa de reojo y deja escapar palabras. “Yo hice cosas malas, muy malas, mamá”. Ella trata de entender. Los dos se miran y quedan en silencio.

Sabe que esa frase de culpa significa “mató seco”, en coa. Abel tuvo que desquitarse y golpear a otros compañeros en el centro, siempre por exigencia de los educadores de trato directo. Si no, los golpes eran para ellos, a veces como intentos de asfixia. Al igual que Ignacio, terminó siendo un niño completamente quebrado después de su paso por el centro de reparación, sobre todo tras ser víctima de torturas.

Fabiola dice que, pese a la ausencia paterna, siempre intentó ser una madre preocupada y criarlo en una familia normal. Pero su historia de institucionalización comenzó de forma confusa.

-Antes del Cread, Abel se ponía violento con sus  tres hermanos, se descompensaba y se arrancaba de la casa. En otras ocasiones, era un niño completamente normal-, recuerda.

Sin los medios para tratarlo en una clínica, después de una pelea familiar por esas descompensaciones constantes, Fabiola fue denunciada por una prima a Carabineros. El caso de su hijo pasó al Tribunal de Villa Alemana y el año 2013 se decidió dejarlo al cuidado de las Familias de Acogida Especializadas (FAE). Estuvo un año en una casa cerca de Loncura.

Luego vino el Cread de Playa Ancha. No fue fácil para Fabiola, pero ella creyó que ese centro del Sename era una especie de unidad de corta estadía psiquiátrica, algo parecido a un hospital donde su hijo podría mejorar y volvería a su casa después de algunos meses como si nada hubiera pasado. Ella lo visitaba los fines de semana, le llevaba la mejor ropa, como si Abel estuviera en una clínica y no en un hogar con niños más vulnerables que él.

Con el tiempo observó cómo su hijo se iba deteriorando. Marcas de golpes, heridas, la cara angulosa; su personalidad, cada vez más violenta y retraída. El 20 de abril del 2015 Abel explotó. No quería ingresar al box del Centro de Asistencia a Víctimas de Atentados Sexuales (Cavas) donde lo atendía su sicóloga y decidió contar la verdad. Allí relató cada una de las torturas, las llaves que le hacían los educadores de trato directo, “los tíos”, la aplicación de SOS a diestra y siniestra, el piercing en la ceja que le arrancaron, el pie de un adulto aplastando contra  el suelo las cabezas de sus compañeros, golpes y más golpes. Niños despersonalizados o con mutismo, con una especie de síndrome de Estocolmo que incluso los hacía justificar las palizas de sus cuidadores.

Tras abandonar el Cread, Abel era un adolescente totalmente distinto. Irascible, explosivo y con consumo problemático de drogas. De la casa desaparecía todo lo que pudiera vender para consumir “pasta”, hasta las pastillas de su abuela. Este año, en uno de sus últimos ataques, rompió todos los vidrios de la ventana de la casa. Hoy, para Fabiola, Abel es un completo desconocido.

-Mi hijo deambulaba de casa en casa, he tenido miedo, se lo llevaron cuando aún era un niño, y hoy ya no sabe vivir de otra forma después de tanto daño que le hicieron-, dice antes de terminar la entrevista.

 Nota complementaria: Víctimas sin reparación

-Chile no sabe dónde están sus niños-, dice Nathalie Oyarce, directora de la Fundación Infancia. Con esa frase también enfatiza la falta de seguimientos y de protocolos de búsqueda de niños y adolescentes tras los abandonos de programa o más bien “fugas” (dadas las condiciones extremas de encierro), de la falta de diálogo entre las instituciones: policías, poder judicial y Sename. Para la activista, sigue la lógica de una subvención vulneradora que no fortalece los derechos.

-El gobierno anunció el cierre de los Cread y la apertura de residencias familiares con cupos para 12 niños y niñas, pero se sigue con la misma dinámica de subvención, sin oferta programática en salud mental, se pierden los antecedentes de los niños, por consecuencia se les pierde el rastro-, explica.

Oyarce dice que no se han dado los cambios estructurales que tanto se han demandado. Se ha visto el cierre paulatino de los centros, pero no así la creación de una Comisión de Verdad, Justicia y Reparación para los niños ni las familias afectadas. Ni hablar de los jóvenes perdidos: en marzo de este año la Corte Suprema informó que al menos 350 menores de edad con medidas de protección no habían podido ser ubicados por los tribunales.

-Esta comisión es ética y urgente, el Congreso ya aprobó en la resolución 38, pero desde el gobierno no hay respuesta. Las víctimas de los maltratos de Sename no desaparecieron mágicamente porque un gobierno dijo «los niños primero»; estos niños y sus familias siguen aquí, quebrados, abusados sexualmente y no han recibido ni el seguimiento, ni las disculpas, de las que son merecedores; estos niños están en los centros, en las calles, en los conteos y en los informes policiales que se intentan ocultar-, concluye.

Esta semana se dio a conocer en la prensa las graves irregularidades en la investigación penal de los maltratos en el Cread de Playa Ancha, información que contenía una carta que envió Corporación La Matriz -encabezada por Esteban Elortgui- a la Fiscalía Regional de Valparaíso. Entre los hechos criticados está la pérdida de declaración (Caso de Abel, mencionada en el reportaje), falta de toma de declaraciones a otras víctimas y la falta de diligencias respecto de las agresiones que se denunciaron.

El abogado además comenta que pese algunos avances en las nuevas residencias sobre equipamiento y habitabilidad, aún ocurren hechos graves, como los antecedentes por maltrato que tienen algunos educadores que hoy trabajan en estas nuevas residencias. Apunta a los problemas estructurales del país que no se abordan, como el tema de la salud mental de los niños niñas y adolescentes NNA, o cómo no hay prioridad en su atención: faltan medicamentos, especialistas. Por ejemplo, dice que en la región de Valparaíso hay una unidad psiquiátrica infanto-juvenil en el Hospital Psiquiátrico El Salvador y solo tiene cupo para ocho niños, realidad que se repite en Santiago y otras regiones.

-Hay niños que han egresado del Cread Playa Ancha, porque son mayores de edad o vuelven a su familia. Ahí se da un conflicto: ¿cómo abordar la salud de esos hijos? Las nuevas residencias también tienen problemas graves sobre cómo enfrentar estas temáticas de alcohol, de drogas, toda vez que los dispositivos que hay, a nivel del intersectorial, de salud pública, no responden sencillamente con los mismos profesionales y horas de atención que los Cread-, concluye.

*Los nombres de los menores de edad fueron cambiados para proteger su identidad

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