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Mosaico de una protesta que busca cambiar la historia de Chile

Por: El Desconcierto | Publicado: 24.10.2019
Mosaico de una protesta que busca cambiar la historia de Chile Imagen referencial. | Fuente: Agencia Uno (archivo).
Maxi Goldschmidt, corresponsal argentino y colaborador de El Desconcierto, visita el país para tomar el pulso de las protestas que se tomaron Santiago y el resto del país. La siguiente, es una crónica en ojos de uno periodista argentino sobre cómo se vive la mayor protesta callejera desde dictadura.

Ni los disparos ni los gases detienen el partido de fútbol-tenis. La red son dos bicicletas acostadas. La pelota va de un lado al otro, mientras cuatro jóvenes siguen su trayectoria concentrados. A menos de cien metros, otros jóvenes devuelven piedras a los disparos de los carabineros. El viento trae los gases, algunos ojos lloran. Enseguida se ofrecen limones o agua con bicarbonato de sodio. El partido no se detiene. De fondo, la parábola de un chorro de agua lanzada por un blindado.

-Uh, qué calor, el guanaco por favor.

Canta y baila un grupo de jóvenes. Saltan, golpean sarténes, revolean poleras, pañuelos y carteles. Muchos carteles. “Apaga la tele y ven a hacer historia con nosotros”, “Piñera renuncia, por nuestros ninxs”, “Otra Constitución”. “Asesinos”. “Si quieren normalidad, saquen a los milicos”, “2019=1973”, “Evade”, “No + silencio”, “Paco traidor”, “+ profes – pacos”.

No alcanzan paredes, poleras, canciones ni carteles, para todo lo que quiere expresar el pueblo, la juventud. No alcanzan las redes sociales.

-“No son 30 pesos, son 30 años de abusos”.

Escriben, dicen, gritan. Hay de todas las edades, pero sobre todo miles de jóvenes, que decidieron saltar los torniquetes de la historia. Por eso tampoco alcanzan los anuncios de gobierno ni la represión.

-Piñera, aquí hay un pueblo con ideas. Y las ideas son a pruebas de balas.

Ideas y balas, en rojo y subrayadas. Así lo decidió el joven que de gorra skater y pañuelo al cuello ahora lo levanta con orgullo. A su lado, dos amigas. Son menores de edad y desoyeron la recomendación de sus padres. Una se tapa la sonrisa con el cartel, que dice:

“Perdón papitos. Igual fui a marcha. Por ustedes, por todes, por nuestra dignidad”.

Su amiga tiene trenzas y se pone seria para mostrar su creación de colores y papel:

Acaso / igual / decías

“esa no es la forma”

cuando le metian ratas en la vagina a las detenidas.

FOTO: AGENCIAUNO

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Santiago suena a sartén y cuchara, a disparos y sirenas. Sus calles están doblemente intervenidas. Toque de queda, militares con armas largas, carros blindados, retenes, y carabineros sin sonrisa bajo pesados cascos y escudos, bajo una lluvia intermitente de insultos y piedras.

La otra intervención tiene más colores. La ciudad está toda pintada, grafiteada: paredes, edificios públicos, dependencias oficiales, paradas de buses, estaciones de metro, monumentos. Hasta los zorrillos son pintados al mismo tiempo que lanzan agua o gas lacrimógeno.

Eso se respira en Santiago. Mucho gas lacrimógeno.

En este país hoy es difícil ser funcionario y salir a la calle. Y es imposible ser joven y no hacerlo. Son miles, están por todos lados. Son parte vital de la invasión alienígena a la que hizo referencia la primera dama. No tienen miedo, e incluso son felices.

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Candados y Carabineros, así de pronto se ve el Puente Pío Nono. Decenas de hombres blindados toman un corto descanso. De pie, solo bajan armas y escudos. Acaban de empujar con gases y disparos a una de las multitudes hacia el otro lado del río Mapocho. Una gaseosa se pasa de mano en mano. El sol rebota en algunos de los cientos de candados, colgados en la baranda por parejas enamoradas.

Un joven se acerca por detrás hasta quedar entre los candados y los carabineros. Los mira a los ojos y empieza. Tic tic tic. Una cuchara y un jarrito de metal. Otra joven se acerca, armada de una sartén o lo que quedó de ella. El impacto contra el puente hace un sonido más opaco. Se suma más gente a la percusión. Hasta que un jefe da la orden, y vuelven los gases, las corridas, los disparos.

FOTO: AGENCIAUNO

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Bicicletas por todos lados. Muchas tienen su cartel de protesta correspondiente. Entran y salen de la manifestación que tiene epicentro en Plaza Italia pero que se extiende por varias cuadras. La recorren. Van despacio o a toda velocidad. También descansan, mientras sus conductores cantan o saltan, conversan o inventan carteles. Uno tiene más de diez metros, está extendido en el pavimento y muchos colores.

Se pasa de la calma a la represión en pocos segundos. Los carabineros no esperan disturbios para entrar en acción. Y entonces las bicicletas se vuelven pesadas, un problema en las corridas y aglomeraciones. Es común verlas por arriba de la multitud, llevadas con esfuerzo por sus dueños.

La mayoría son de paseo. Pero esta es una mountain bike profesional. Y quien la monta también. Tiene casco, polera y guantes de ciclista. Tiene más de cuarenta. Y porta un cartel:

-Game over Pinechet

Bicicletas tiradas en el césped de Plaza Italia. Al lado, un grupo de jóvenes juega a las cartas. Junto a las bicicletas una bandera recién pintada secándose. Dice: No estamos en guerra. Estamos despiertos.

 

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Una heladera de Pepsi, chapas y maderas. Detrás, un grupo de jóvenes se cubre de gases y balines. Responde con piedras. Tres carabineros disparan. Apuntan a los cuerpos, y no al piso como dicen los protocolos. El blindado avanza y embiste la barricada improvisada. Por centímetros no aplasta a los jóvenes. Podría haber sido otra tragedia, otra muerte provocada por la violencia estatal. La respuesta son gritos afónicos de impotencia y más piedras.

-Sin armas no son nada, cobardes.

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Dos cuerpos tirados contra una persiana cerrada. Dos cuerpos blancos. Una mujer y un hombre, prácticamente desnudos. Las caras ensangrentadas. La sangre les cae por el cuerpo. Delante de ellos se agolpan los fotógrafos. En la persiana donde están apoyados, con letras verdes se lee: ¿Cuántos muertos? ¿Y dónde están?

Otra forma de gritar, de manifestarse. El arte, también, muy presente en las calles de Santiago. Junto a los cuerpos, dos fotos pegadas. En una se ve a Pinochet firmando unos papeles, escoltado por militares. En la otra, a Piñera hace unos días, en una situación similar.

A los pies de los cuerpos ensangrentados, las palabras Eva y Adán, superpuestas, unidas, formando “Evadan”. Abajo, otra frase: Solo el comienzo.

Mientras en la lejanía de despachos o estudios de televisión se preguntan cómo terminará todo, miles en las calles protagonizan un levantamiento popular inédito. Por momentos tiene algo del Mayo Francés, del Argentinazo de 2001, de Woodstock. Pero es otra cosa, no admite encasillamientos, comparaciones. Es, sobre todo, un país que dice aquí estoy, por fin salí a la luz. Que se expresa de mil formas. Y fundamentalmente a través de su juventud, de su futuro. Y eso, no hay gobierno ni militares que puedan detenerlo.

-Piñera, esta no es tu guerra. Es nuestra lucha.

La frase se repite en carteles y pintadas, en canciones y gritos. Como esa otra, que ya se hizo himno en las manifestaciones callejeras

-Chile, despertó. Chile despertó.

Revisa acá el registro audiovisual de Nicolás Romero, periodista de El Desconcierto:

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