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Carta respuesta a El Mercurio: La desproporcionada defensa al monumento del General Baquedano

Por: Francisca Quiroga | Publicado: 16.12.2019
Carta respuesta a El Mercurio: La desproporcionada defensa al monumento del General Baquedano monumento | Foto: Agencia Uno
Carta que hasta hoy no fue publicada en El Mercurio. El señor Baquedano ejerció como senador de la República durante dos períodos de seis años cada uno. Fue un político más cercano al Partido Conservador que al Liberal y un año antes de su primera incursión en el Senado fue presidente provisional tras la caída del gobierno presidido por José Manuel Balmaceda.

Señora Directora:

A mediados del siglo XIX le decían plaza de La Serena. En 1892 se la bautizó plaza Colón, en homenaje al cuarto centenario del descubrimiento de América. En 1910, año del centenario de la instalación de la primera Junta de Gobierno, se le dio el nombre de plaza Italia, porque el gobierno italiano de entonces donó a nuestro gobierno una estatua que representaba un león junto a un arcángel. Dieciocho años después esa donación fue reemplazada por un monumento del general Baquedano en un acto para conmemorar las glorias del Ejército de Chile.

Ahora se la quiere denominar Plaza de la Dignidad, lo que no debiera incomodar a nadie, salvo a quienes le asustan los cambios y les tranquiliza que «las cosas sigan estando como están», en circunstancias que esa plaza ya ha cambiado de nombre tres veces y que yo sepa no hubo conmociones de ningún tipo cada vez que fue rebautizada.

En carta de ayer en el diario El Mercurio el general (r) López Ardiles sitúa al señor Baquedano a la misma altura de Bolognesi, San Martín y Bolívar, lo que desde mi modesta opinión me parece desproporcionado, más aún cuando asevera que cambiar el nombre de la plaza y trasladar el monumento del general a otro sitio sería un desagravio a su memoria.

El señor Baquedano quien además de intervenir en las guerras contra la confederación peruana-boliviana y en la guerra del Pacífico, participó en la ocupación de la Araucanía (1861-1883), lo que probablemente desconocían muchos manifestantes que durante las manifestaciones recientes acudían a esa plaza con banderas de los pueblos indígenas y rayaban los muros con consignas en defensa del pueblo mapuche.

Lo que probablemente tampoco sabían era que el señor Baquedano ejerció como senador de la República durante dos períodos de seis años cada uno. Fue un político más cercano al Partido Conservador que al Liberal y un año antes de su primera incursión en el Senado fue presidente provisional tras la caída del gobierno presidido por José Manuel Balmaceda. Durante ese breve período fue incapaz, o no tuvo la menor intención, de contener los violentos saqueos y destrozos de las propiedades de los balmacedistas de los que se aprovecharon turbas de delincuentes y desertores para destrozar, robar e incendiar.

Por lo expuesto creo que el monumento a Baquedano debería reubicarse al interior de uno de los tantos recintos militares que hay en nuestro país, para que allí se le rindan todos los homenajes que el Ejército de Chile estime pertinentes.

Personalmente me sentiría más orgulloso de mi país si al viajar en Metro a esa plaza escuchara por el alta voz: «Próxima estación Plaza de la Dignidad».

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