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Abuelos muertos por coronavirus en asilo de Puente Alto: familiares acusan ocultamiento de información y fallas en protocolos

Por: Carolina Rojas @carolarojasn | Publicado: 31.03.2020
Abuelos muertos por coronavirus en asilo de Puente Alto: familiares acusan ocultamiento de información y fallas en protocolos Hogar Eleam de Puente Alto | Fotografía de Agencia Uno
En menos de tres días desde que el Ministerio de Salud reconociera el brote, ya suman 12 los infectados y dos fallecidos en el hogar Eleam Cordillera de los Andes en Puente Alto, ubicado en el paradero 45 de Santa Rosa, donde hace cuatro años atrás murió otro residente tras pasar nueve días sin comer. Los familiares reclaman contra la falta de protocolos y denuncian ocultamiento de información, incluso algunos realizaron funerales sin que se les mencionara la existencia del COVID-19. Esta es la historia del contagio que dejó el descubierto la falta de cuidado de los ancianos más pobres del país, que viven en hogares financiados con aportes del Estado.

Bernarda –prefiere mantener su apellido en reserva-, era tutora de su tío abuelo. El día miércoles 25 de marzo, a las 11 de la mañana, recibió la llamada de la asistente social del hogar: Jorge Brito (80) había muerto a las 5:40 de la madrugada.

Al comienzo sintió alivio, no era especialmente apegada a él. Jorge era un carpintero de trato brusco, había sufrido mucho entre problemas renales y ataques de demencia senil, y varias veces lo buscó por todo Santiago. Fueron años agotadores. Una vez se perdió cuatro meses y apareció en una hospedería del Hogar de Cristo. Ahora al menos ya descansaba en paz.

En el último tiempo se veía bien, aunque la falta de ejercicio lo dejó completamente postrado. En el hogar llevaba viviendo seis años y era como su casa.

-Mi mamá falleció el año 2011, me pareció que lo más lógico era seguir con el cuidado de su hermano y así lo hice, además yo soy muy creyente, me dio tristeza cuando me llamaron, pero nunca imaginé lo que estaba pasando-, comenta  Bernarda.

En la autorización de sepultación aparece como causa de muerte “Falla multiorgánica, degeneración senil e hipertensión arterial”. Sin embargo, no recibieron ni el certificado médico, ni el nombre del médico tratante.

Esa situación fue la primera de varias cosas que le parecieron sospechosas, ella quiso ir y saber qué doctor había atendido a su tío. No recibió respuesta y solo le dijeron que fuera a despedirlo a la Funeraria Iván Martínez.

Nunca le mencionaron el brote de coronavirus que afectaba el hogar y que una semana después ya registra 12 infectados y dos fallecidos.

Sin ningún tipo de advertencias desde el centro, ella asistió al velorio en la funeraria con cuatro familiares más: dos hermanos y la hija de la última pareja de don Jorge. Al día siguiente también fueron al entierro en el Cementerio Metropolitano.

-Chao tío Jorge, al fin estás con mi mami-, dijeron todos antes de despedirlo y lanzaron tres ramos de claveles -sus flores favoritas- sobre el cajón.

Solo a metros de distancia estaba Exequiel, otro anciano residente, en el funeral de su esposa María Romero (la segunda fallecida en el mismo hogar). No llevaba mascarilla, ni guantes, como lo indica el protocolo del Ministerio de Salud.

María había dejado escapar una vez en el hogar que su sueño era que para su entierro estuviera toda su familia. No fue así, nadie llegó a verla y por eso una de las asistentes sociales lloraba desconsolada.

La escena era desoladora.

Bernarda le insistió a sus familiares que los fueran a acompañar y el anciano habló con las personas presentes. El hermano de Bernarda incluso le dio la mano al saludarlo.

Exequiel besó el ataúd para despedir a su compañera.

-Chao mi amor, ya nos encontraremos-, le dijo.

Un día después del funeral, el sábado 28 de marzo, todos se enteraron por la prensa de que uno de los dos fallecidos del hogar de ancianos de Puente Alto murió por causa del covid-19. La confirmación fue realizada por el Ministerio de Salud: Era María Romero. Don Exequiel dio positivo al examen el lunes 30 y fue trasladado el Hospital Sotero del Río.

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Viernes 27 de marzo al medio día: Jimmy Ureta es locutor y periodista de Radio 7 de Puente Alto y se encarga de dar las noticias de la comuna. En medio del reporteo cotidiano, recibió el llamado de una trabajadora del hogar ELEAM Cordillera de Los Andes.

La mujer estaba encerrada en uno de los baños, con algo de desconfianza y entre susurros le dijo que quería hacer una denuncia: Una manipuladora de alimentos de la residencia estaba contagiada de Covid-19 y algunos abuelos que ya presentaban síntomas estaban aislados, pero de manera muy precaria. Era una bomba de tiempo.

Jimmy partió en la tarde a hacer preguntas a los trabajadores y empezó a transmitir en vivo por Facebook. Se sumaron varios vecinos para denunciar la falta de cuidados de las personas que trabajan en el hogar y otras situaciones que hablaban de la alta vulnerabilidad de los ancianos del lugar.

La noticia hizo ruido y al día siguiente llegó al lugar –a un punto de prensa– el ministro de Salud Jaime Mañalich, pero fue “funado” por los vecinos. Tuvo que salir a escondidas por una salida lateral y la turba comenzó a golpear el carro policial.

–¡Asesino! ¡Asesino!– gritaban los pobladores del sector.

El alcalde de Puente Alto, Germán Codina, quedó solo en medio de las exigencias de la gente. Ese día confirmó los cuatro casos positivos de coronavirus al interior del centro.

La bomba había explotado.

Jorge Brito, 80 años, falleció en el hogar de ancianos.

El hogar Cordillera de Los Andes de Puente Alto, está ubicado en el paradero 45 de Santa Rosa. Es un Establecimiento de Larga Estadía para el Adulto Mayor (ELEAM), lo que quiere decir que su administración está a cargo de Senama con el apoyo de alguna Fundación de turno. En este momento es “Familia de María”. Los residentes de estos centros –según la información del servicio- son personas mayores con dependencia moderada y severa, con alta vulnerabilidad social. Este hogar en particular, con más de 90  plazas, recibe un aporte mensual del Estado de 47 millones de pesos.

Anteriormente la residencia fue dirigida por el Hogar de Cristo y Fundación AMSCA (Agrupación Médica y Social Chile Ayuda). En el periodo de esta última se dieron a conocer varias historias de maltratos, denuncias que incluso fueron parte de una investigación de la Fiscalía Sur. Además, en el año 2017, se dio a conocer en La Tercera que de un total de 418 muertes de adultos mayores residentes del Senama (fallecidos entre 2012 y 2017 en los 12 ELEAM del país), 104 habían ocurrido en este lugar.

Uno de los casos más graves fue la muerte del poeta Raúl González, un anciano de 84 años que padecía Alzheimer y fue aislado nueve días sin comida. Ese fue solo uno de los tres casos que investigó el fiscal Cristian Suárez. Además hubo otras revelaciones como la falta de medicamentos, desprolijidad en las fichas de residentes, falta de higiene y problemas con la administración de dinero. Estas situaciones tuvieron como consecuencia el término anticipado del convenio con la Fundación AMSCA y la llegada de la Fundación Familia de María.

***

Soledad Saavedra (29) está preocupada por la falta de información. El martes 24 de marzo en la mañana le avisaron al celular de su esposo que su padre habría presentado síntomas compatibles con coronavirus: fiebre y tos seca. Le dijeron que no se preocupara, que le harían el test –no especificaron de qué tipo ni dónde– y que el resultado estaría en una semana. Le insistieron que habían tomado todos los resguardos y que estaría aislado con otra anciana (María Romero) en una de las piezas. El sábado, tras el estallido de la noticia, le informaron que había dado positivo al test y fue trasladado al Hospital Sótero del Río.

El padre de Soledad, Audilio Saavedra, tiene 79 años y un problema psicomotriz desde un atropello del que fue víctima en el año 2010. Su esposa falleció el 2018 producto de un cáncer gástrico y desde entonces Soledad quedó sola a cargo del cuidado de su padre. Ella está desempleada y su marido es gasfíter. En medio de la angustia, solo ha recibido respuestas confusas.

-Me dijeron que mi papá tenía pulmonía, luego que el test demoraría una semana, que se habían tomado las medidas y luego me dijeron que ya estaba infectado-, comenta al otro lado del teléfono.

Desde los graves síntomas hasta la hospitalización, transcurrió una semana.

Hasta el martes en la mañana tampoco tenía información sobre el estado de su padre, de si estaba estable o grave en el Hospital Sótero del Río. Llamó pero le fue imposible comunicarse con alguien que le diera información.

Soledad recuerda cosas que hoy le hacen sentido, cierto descuido en el aseo de los ancianos, algunos abuelos en pañales que salían al jardín. Ella es hija única, su padre –que era chef– tiene una pensión de 138 mil pesos, el hogar le da a ella el 15% para ropa y utensilios de aseo. Perdió contacto con él desde que se prohibieron las visitas, pero nunca pensó que todo terminaría así, con su papá infectado.

–Si él sale de esto, me lo llevo a la casa, no quiero que nunca más pase algo así–, dice convencida.

El lunes 30 de marzo, a las 13:41, el kinesiólogo del hogar entregó la nómina de abuelos contagiados vía Whatspapp. Tres de ellos habían sido trasladados al Hospital Sótero del Río y dos fueron rumbo a un Hospital en la comuna de La Florida. Nada era claro, los dos últimos aún no eran trasladados a esa hora. La información estaba incompleta. Los familiares se enteraron la noche del lunes por la prensa que los infectados en realidad eran 12.

El grupo de WhatsApp de familiares –en coordinación con el hogar– ardía.

Los tutores se inquietaron, querían saber sobre cómo habían ocurrido estos nuevos resultados, quiénes eran, pero no hubo respuestas. A las 22:35 les informaron que Cecilia Salinas asumía como nueva directora técnica del hogar. Nada más.

No hubo más información. Lo último que supo una de los familiares es que la manipuladora no habría sido la primera contagiada. El coronavirus habría llegado, probablemente, mucho antes. Una tutora envió un último mensaje donde decía que su tía –ya contagiada y hospitalizada en un hospital de La Florida– tenía un panorama bastante negativo. Se quejó del ocultamiento de información y a los segundos fue eliminada del grupo de WhatsApp. El único canal de comunicación en ese momento.

Wendy Olivares (37) llegó hasta el hogar hoy a las tres de la tarde. La última información la había recibido el sábado donde le explicaron que Juan, su papá, no estaba entre los residentes infectados y trasladados a los dos hospitales. Su principal preocupación es que su padre debe dializarse tres veces a la semana. Le dijeron que recibiría el tratamiento en el mismo hogar. A esa hora ya no había información en el grupo de WhatsApp y ya  nadie contestaba el teléfono del hogar.  Ahora todo es incertidumbre.

-La última vez que lo vi fue a través de una video llamada la semana pasada, se veía distraído, como siempre, por su demencia senil, pero lo más angustiante de todo esto es no poder verlo, abrazarlo, que algo le llegue a pasar y esté completamente solo-, dice Wendy antes de despedirse.

 

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