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Álvaro Campana, secretario general de Nuevo Perú: «Los jóvenes chilenos que enfrentaron la represión marcaron a los jóvenes peruanos»

Por: Meritxell Freixas @MeritxellFr | Publicado: 23.11.2020
Álvaro Campana, secretario general de Nuevo Perú: «Los jóvenes chilenos que enfrentaron la represión marcaron a los jóvenes peruanos» álvaro campana |
El secretario general de Nuevo Perú, Álvaro Campana, conversa con El Desconcierto sobre el nuevo panorama político y social peruano, tras la primera semana de Francisco Sagasti en la Presidencia. Destaca la influencia en los jóvenes del estallido social chileno y propone como salida una nueva Constitución para el país vecino. Algo que, critica, el nuevo mandatario no quiere promover.

Ha pasado poco más de una semana de la renuncia de Manuel Merino en Perú. Días en que los ánimos de los peruanos y peruanas parecen haberse calmado y la institucionalidad ha recuperado su marcha: hay nuevo presidenteFrancisco Sagasti–, una nueva primera ministra experta en género –Violeta Bermúdez– y la presidencia del Congreso a manos de la izquierda del Frente Amplio del país vecino.

Con la crisis sanitaria marcando el paso –que ha dejado más de 941.000 casos y más de 35.000 fallecidos por COVID-19–, el mayor desafío es aguantar la estabilidad social y política hasta las elecciones de abril de 2021. Una carrera electoral que se prevé agitada y que hasta ahora encabeza el exfutbolista y exalcalde del distrito limeño de La Victoria, George Forsyth, desde el sector conservador. Detrás de él se sitúan Julio Guzmán, candidato del Partido Morado (el mismo al que pertenece el nuevo mandatario), y Verónika Mendoza, la única candidata de la izquierda peruana. Desde Nuevo Perú, una nueva fuerza que se escindió del Frente Amplio hace tres años, Mendoza se posicionó en contra de la vacancia a Vizcarra.

El secretario general de Nuevo Perú, Álvaro Campana, en conversación con El Desconcierto profundiza sobre el escenario que han abierto las mulitudinarias protestas y los desafíos para los próximos cinco meses, hasta la contienda electoral. Entre sus principales objetivos: la segunda urna, para consultar si el pueblo peruano quiere una nueva Constitución que entierre definitivamente el legado de la dictadura fujimorista.

¿Se puede dar por superada la crisis? ¿Ha llegado el país a un momento de estabilidad?

No hemos llegado a un momento de estabilidad, aunque sí un momento de calma. Se ha tomado aire con el nuevo gobierno, con cierta esperanza de poder salir de la situación en la que hemos estado. Pero hay movilización para rato porque la gente sigue pidiendo un cambio de la Constitución, un tema que ha entrado con mucha fuerza, y también la sanción de quienes ocasionaron la muerte de los dos jóvenes en la calle y la brutal represión que se desató contra quienes se movilizaron. El gobierno transitorio no ha anunciado una reforma de la policía o la destitución de los responsables de lo ocurrido. Tampoco está dentro de la agenda gubernamental plantear alguna consulta o iniciativa para avanzar hacia un proceso constituyente. Hay malestar en la ciudadanía, los gremios sindicales salieron el miércoles a movilizarse. Vizcarra dejó un fuerte descontento entre los trabajadores y hay una agenda agraria también pendiente que no ha sido atendida para nada.

Para usted esta crisis “compromete a todo lo que tiene que ver con el régimen del 92 y la Constitución del 93”, que se deriva del fujimorismo. ¿Tenían la sensación que esto podía estallar en cualquier momento o les pilló por sorpresa? ¿Qué diagnóstico hace sobre cómo Perú llegó a este punto?

A partir del gobierno de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) ya decíamos que vivíamos una crisis de régimen, de agotamiento del modelo y de todo lo que tiene que ver con el plano institucional y económico. Ya no estamos en el boom económico de los años anteriores provocado por los precios de las materias primas, que es el que sostuvo el espejismo de que estábamos creciendo y saliendo de la pobreza. También salieron a la luz los escándalos de corrupción en los que se vieron envueltos todos los gobernantes de Perú, particularmente, con los destapes de Odebrecht. A partir de ello se empieza a sacudir la institucionalidad y empieza la confrontación entre el Ejecutivo y el Legislativo, que representaban a dos sectores de la derecha. El primero, más vinculado al gran capital, representado por PPK; y el otro, más emergente, informal y vinculado a sectores más particulares, representado por el fujimorismo. Ambos inician una disputa con una institucionalidad que es muy particular porque no termina de ser ni presidencialista ni parlamentarista. A eso hay que agregarle la gran desafección de la ciudadanía con la clase política, que siente que no responde a sus intereses y no se garantizan derechos. Así se fue polarizando al país y con la pandemia se han hecho más evidentes que nunca las desigualdades, la precariedad y el nivel de informalidad de la economía. Se evidenció que no había ni la capacidad política, ni económica para responder a esta situación.

Habla de proceso constituyente, de agotamiento del modelo, de desafección con la clase política. Son características que también han marcado el estallido social en Chile. ¿Hasta qué punto ha influido la revuelta popular chilena en las protestas masivas de Perú?

Lo ocurrido en Chile ha impactado bastante en Perú. Las elites peruanas tenían a Chile como modelo. El modelo donde prevalece la autoridad, un orden, en el que la economía marcha, el libre mercado funciona. Y todo esto derivado de una dictadura. Pero de repente se ve que ese modelo no es lo que supuestamente era, se ve su fragilidad, su precariedad y cómo se derrumba. Eso tiene efectos en el imaginario de la sociedad peruana. Ver a los jóvenes chilenos en las calles, enfrentando la represión y el abuso policial ha marcado a los jóvenes peruanos.

Los jóvenes han sido los protagonistas, también, en Perú.

Hay un hartazgo de la gente de vivir crisis tras crisis. La idea de futuro se va estrechando para los jóvenes, en medio de una situación donde se han agravado las posibilidades de acceder a un trabajo digno. Han sido ellos quienes han salido hartos de estos políticos. A diferencia del proceso chileno, donde hay dinámicas más organizadas, más estructuradas en torno a las AFP o a los secundarios, en Perú sufrimos una derrota de la izquierda de los años 80 brutal y los impactos del modelo generaron un nivel de individualismo y cultura de consumo impresionante. Pero ahora nos encontramos con jóvenes que tienen ganas de discutir qué clase de país quieren y que ven que necesitamos cambios de fondo. Eso tiene un nombre: un nuevo pacto social.

¿Qué se sabe de las desapariciones que se denunciaron de varios jóvenes que salieron a protestar y no regresaron?

Hasta ahora está pendiente la aparición de una sola persona. Es un caso extraño, no existe documentación. Pero esto se ha ido resolviendo y algunas de las personas que han aparecido han mencionado que han sido secuestradas o que han sido torturadas. Algo muy preocupante porque Perú vivió eso en los 80 y nos han traído de vuelta los fantasmas de aquella época: la represión policial, los abusos, los muertos. En realidad, no es que la gente no muera por protestar en Perú: desde la caída de Fujimori, en democracia, hemos tenido más de 100 personas muertas por protestar. La novedad de ahora es que esto ocurrió en Lima, con jóvenes y en una protesta que la gran mayoría de la ciudadanía veía como legítima. Eso ha generado una conmoción y ha revalorado la idea de los derechos humanos, que los sectores de derecha han cuestionado siempre.

protestas jóvenes peruanos

Protestas en Lima / Wikimedia

«Esta Constitución no da para más»

En su primera semana como nuevo presidente, Francisco Sagasti, pidió perdón en nombre del Estado a las familias de dos jóvenes muertos en las protestas y designó como nueva primera ministra a una abogada experta en género. ¿Qué opinión le merece el nuevo mandatario y las primeras señales que ha dado?

Es un gobierno transitorio de cinco meses y la idea es garantizar un proceso electoral limpio. Sin embargo, esto se estrella con la necesidad de hacer cambios en la gestión de la pandemia, lo que implica tener que replantearse las políticas económicas. Vizcarra implementó un plan de reactivación favorable al gran capital y dejó desprotegido al sector agrario y a las pymes. No implementó ningún bono universal para garantizar la supervivencia de la ciudadanía. Miles de personas abandonaron las ciudades para ir a los pueblos y poder sobrevivir. Ahí hay desafíos para cambiar la perspectiva económica. La ministra de Salud ha sido ratificada y aunque ha permitido negociar en plena pandemia: se especuló con el oxígeno, con medicinas que estaban en los protocolos del Ministerio de Salud y con las pruebas rápidas, que ahora sabemos que eran bastante inútiles. Sagasti ha dicho de todas las formas que no es momento de discutir el tema de una nueva Constitución. Estamos nuevamente bajo este chantaje, aunque tenemos en el gobierno algunos profesionales progres, pero que terminan siendo tecnócratas sin ninguna experiencia política.

¿Hay algún cambio en positivo del nuevo mandatario?

Sí, hay una sensibilidad distinta respecto a temas como los derechos humanos, que antes no la había. Considera que no se puede seguir con la lógica represiva y abrir paso a un discurso más conciliador, que el otro gobierno no tenía. Era más reaccionario. No creo que este gobierno sea reaccionario, más democrático y hace énfasis en las instituciones.

En caso de que la candidata de su partido, Verónica Mendoza, ganara las elecciones, ¿impulsará un proceso constituyente?

Nosotros estamos de acuerdo con consultar a la ciudadanía si quiere o no una nueva Constitución y una Asamblea Constituyente. Hay un trabajo que hacer de aquí hasta el proceso electoral para impulsar esta iniciativa. Estamos logrando abrir este debate y cada vez más sectores se están sumando a la posibilidad de colocar una segunda urna. La salida a los problemas del país pasa por un nuevo pacto social porque esta Constitución no da para más; no hay herramientas dentro de ella para resolver las controversias entre poderes. Necesitamos un momento refundacional en el Perú.

Las encuestas ubican a Mendoza entre la segunda y la  tercera posición, según el sondeo, por detrás de George Forsyth y de Julio Guzmán. ¿Tienen margen para estrechar posiciones con sus rivales políticos?

Sí, porque la derecha ha tratado de construir algunos bluf. En esta crisis, Forsyth ha demostrado que no es capaz de plantear los debates que en este momento necesita el país. El Partido Morado también ha tenido un protagonismo importante en esta etapa, pero representan la idea de mantener las vigas principales del modelo. Y luego nosotros estamos ahí, cerca de ellos, con posibilidades importantes.

¿Van a ir acompañados del Frente Amplio peruano en este camino?

Las izquierdas están fragmentadas, hay una falta de estrategia. El propio sistema electoral tiende a fragmentar y no ha posibilitado la conformación de coaliciones políticas, los plazos han sido muy cortos. Pero hay un mundo más amplio al que apelar, más allá de las izquierdas militantes. Esta movilización ha demostrado que hay un sector ciudadano que tiene una expectativa de cambios y tenemos que conectar con ellos.

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