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8M|“No somos casos aislados, se llama patriarcado”: Nerea de Ugarte y la urgencia de psicoterapia feminista

Por: Natalia Figueroa | Publicado: 08.03.2021
8M|“No somos casos aislados, se llama patriarcado”: Nerea de Ugarte y la urgencia de psicoterapia feminista |
No es posible, advierte la autora del libro “Querida Violeta”, pensar en una psicoterapia sin considerar que las mujeres lidian con presiones sociales propias de del género: ideales de belleza, de maternidad, de esposa, de pareja, de éxito y de salud. Aquí cuenta sobre su experiencia y las consecuencias de no incorporar la perspectiva de género en la salud mental.

“Han llegado un par de pacientas que han vivido una historia parecida en cuanto a violencia sexual y les he preguntado si puedo conectarlas. Lo hago en un WhatsApp, las invito a que se junten a tomar un café y hablen de sus experiencias. El resultado que esto ha tenido en términos terapéuticos, después de que ha conversado y desprivatizado su experiencia con alguien que ha vivido lo mismo y se haya dado cuenta que no es la única, genera un avance inmediato en la psicoterapia en el que nos podemos demorar meses en lograr solamente si estamos trabajando una a una y no estamos socializando el dolor”, cuenta sobre su experiencia como psicóloga feminista y autora del libro «Querida Violeta», Nerea de Ugarte

La violencia machista tiene secuelas psicológicas de gran impacto en las mujeres. El miedo de convivir o enfrentar a su agresor les hace sentirse en alerta continua, lo que conlleva consecuencias muy graves en la salud mental. Las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) registran que un 35% de las mujeres ha experimentado alguna vez violencia física o sexual por parte de una pareja íntima o por una persona distinta de su pareja. La misma organización afirma que el maltrato es la causa del 25% de los intentos de suicidio de las mujeres.

Las mujeres pueden experimentar diversos problemas psicológicos como resultado de las formas de opresión sostenidas por la estructura socioculturales y política donde habita. Las consecuencias son múltiples: alteraciones cognitivas, depresión, sueños angustiosos relacionados con el hecho de violencia, malestar fisiológico intenso y/o prolongado, entre otras. Identificar que no son hechos puntuales, sino que prácticas de violencia que afectan de manera transversal a las mujeres, es el foco que resalta de Ugarte. “El proceso de reconocer como sistémico lo que históricamente ha sido percibido como aislado e individual nos permite dar cuenta de que efectivamente no somos casos aislados, sino que se llama patriarcado”, dice la también fundadora del Centro Interdisciplinario de las Mujeres (CIDEM).

Terapia feminista

Aunque Chile es uno de los países con índices más altos de diagnósticos de depresión, trastornos ansiosos, más consumidores de antidepresivos del mundo, el acceso a la salud mental está determinada por la capacidad de pago de una consulta privada. Por el contrario, la atención pública puede llegar a demorar meses entre una cita y otra. “Tenemos un problema real y que la gente no puede tener acceso porque es impagable o porque no te lo garantizan”, señala la misma psicóloga.

En el trabajo que han hecho en CIDEM se han enfocado en principios feministas para cambiar el enfoque tradicional de la psicología que desconoce las particularidades sociales, culturales y políticas en que se desenvuelven las mujeres. No es posible, advierte, pensar en una psicoterapia sin considerar que las mujeres lidian con presiones sociales propias de del género: ideales de belleza, de maternidad, de esposa, de pareja, de éxito y de salud.

“Acá para poder mostrar y ponerlo en cuestión los estereotipos de género es importante que vienen y se construyen desde tres fuentes de aprendizaje social que son la crianza, la educación formal y la comunicación de masas”, explica.

Y agrega: “Los juegos, los roles de los juegos, lo que nuestros gobiernos implementan en los manuales del Ministerio de Educación en cómo son los niños y niñas, estás son las expectativas de género desde donde educan y también todo lo que viene desde la industria de la belleza”.

¿Cuáles son las consecuencias de no tomar en cuenta estas desigualdades de género en salud mental?

De Ugarte explica que una de las principales consecuencias de una salud mental sin perspectiva de género, sin una visión interseccional y sin internalizar lo político, es la vergüenza de la historia propia e individual de la mujer. “Es una historia que está capturada por la privatización del dolor psíquico y alejada de toda posibilidad de hacerla colectiva porque si se colectiviza, la industria de la salud mental se cae a pedazos y es precisamente la vergüenza lo que mantiene a la salud mental en lo privado: vergüenza de lo que soy, vergüenza de lo que siento, de lo que me pasa, de mis conductas, de mis emociones y principalmente a no pertenecer”, detalla.

Y agrega que no tener este enfoque lleva a justificar las experiencias de maltrato; cuestionar el tipo de trabajo de las mujeres, como ser bailarina o promotora o la ropa que usan, para justificar un acoso o una violación; cuestionar o relativizar la orientación sexual. Y sobre esto profundiza: “Ese es un clásico de terapeutas que atienden a adolescentas que hoy día no es que todas sean súper lesbianas o que esté de «moda», es que nos estamos cuestionando tanto que incluso la orientación de género se cuestiona, se comienza a deconstruir todo”.

También está el enfocar un proceso de autoestima en un cambio de apariencia de las mujeres para empoderarse. “Es algo que he visto muchísimo en pacientas que han estado en procesos terapéuticos que le dicen ‘ya, pero este fin de semana te voy a dar la tarea de ir a la peluquería, te haces las uñas, te haces un corte, una ropa nueva’, es como si a través de eso se fuera a solucionar un problema histórico de cómo nos percibimos a nosotras mismas”, explica.

Seguir perpetuando los roles de género dentro del matrimonio o las relaciones de pareja o cuestionar el estrés por priorizar el desarrollo laboral más que el trabajo de la casa y el cuidado de los hijos, también afecta a la mujer. “Para muchas cuesta mucho decir que es más importante el trabajo, porque socialmente cuesta decirlo. Hay culpa inherente a incluso verbalizarlo”. Bajo este contexto, la educación no sexista, dice, es un bastión fundamental en la destrucción de los estereotipos de género, expresando que éstos sirven como tejido sobre el que se construye la desigualdad y violencia de género.

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