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OPINIÓN | Cambio climático y combustibles fósiles

Por: Gustavo Donoso | Publicado: 24.09.2022
OPINIÓN | Cambio climático y combustibles fósiles | Shutterstock
Un futuro renovable que permita una civilización similar a la actual es prácticamente imposible. Las energías renovables, como las conocemos actualmente, no pueden existir sin el uso de combustibles fósiles y su aplicación se vería seriamente limitada en su ausencia.
A raíz que un conjunto de organizaciones de salud exigen un tratado para evitar proliferación de combustibles fósiles se hace necesario hacer una reflexión que permita ayudar a mirar, desde una perspectiva mas amplia, aquel interesante tema.
Primero, los números indican que, en la práctica, el año 2006 se llegó al máximo de producción de petróleo convencional y que el año 2018 se llego al máximo de producción de petróleos no convencionales. Es decir, a partir del año 2019 ha comenzado el declive de la producción de lo que se puede entender como líquidos del petróleo. Una situación similar ocurre con el carbón y el gas. Es decir, en la práctica el «Tratado de no proliferación de combustibles fósiles» ya está en marcha.
En segundo lugar la principal consecuencia ambiental del uso que ha hecho la civilización de los combustibles fosiles es el cambio climático, un proceso dinámico de transformación del clima de la tierra que, probablemente, ya puede haber sobrepasado el punto de no retorno y, dado esto, lo que se espera es que el sistema climático se estabilice en otra meseta que, esperamos, sea habitable. Es decir, la «no proliferación» llega, por lo menos, 20 años tarde.
Tercero. Un futuro renovable que permita una civilización similar a la actual es prácticamente imposible. Las energías renovables, como las conocemos actualmente, no pueden existir sin el uso de combustibles fósiles y su aplicación se vería seriamente limitada en su ausencia. Por ejemplo, el petróleo diésel es el que permite el transporte, instalación y mantenimiento de toda la infraestructura renovable. Por otra parte, los sistemas renovables están en pleno desarrollo, es decir es una tecnología aún experimental para la cual todavía no se sabe si podrán permitir la necesaria escalabilidad que logre reemplazar a los combustibles fósiles; las primeras evaluaciones al respecto son negativas.
Cuarto. El cambio climático no es tanto una consecuencia del uso de los combustibles fósiles sino de la forma en cómo el sistema económico ha definido que se haga uso de aquellos.  Es el sistema económico basado en crecimiento y no los combustibles fósiles lo que debería ser limitado a través de un «tratado de no proliferación». Por ejemplo, poniendo límites al desarrollo de instrumentos financieros derivados o a las criptomonedas, entre otras medidas quizá más profundas y difíciles.
Finalmente, las consecuencias de la «no proliferación de combustibles fosiles», en marcha, es una realidad complicada de asumir puesto que implica, con toda probabilidad, un gigantesco cambio en las características de nuestra forma de vivir.  Esto es que, a partir de lo anterior, es perfectamente posible caracterizar este proceso, sin ninguna duda, como el Fin de la Civilización Industrial.
Así, lo que quedaría, entonces quizá, en nuestras manos es la velocidad en que este proceso de Fin de la Civilización ocurriría. Para eso instrumentos como los tratados efectivos de «no proliferación» podrían ayudar, pero necesitaríamos miles, desde «no proliferación de mascotas» hasta el ya casi inútil de «no proliferación de combustibles fósiles».
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