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Opinión

Archivo del feminismo: a propósito de «Calles caminadas. Anverso y reverso» de Eliana Largo

Por: Alejandra Castillo | Publicado: 29.10.2014

“El feminismo, como toda revolución profunda juzga lo que existe y ha existido -pasado y presente en nombre de lo que todavía no existe
pero es tomado más real que lo real”

(Julieta Kirkwood)

 

Tal vez más que un libro, un archivador primitivo. De este modo, Julieta Kirkwood imaginaba el que habría de ser su libro: Nudos de la sabiduría feminista. Un archivador primitivo, un lugar donde consignar y conservar la memoria de la práctica política de las mujeres. Un archivo en tanto arquitectónica de la memoria en el que pudiesen colisionar distintas voces, citas, tiempos y prácticas. Un archivo feminista que en su propia enunciación comienza intencionadamente a horadar el orden instituido en un pasado atado a los designios de la ley paterna que como sabemos se narra en la exclusión de la alteridad, en la fijeza de la unidad identitaria y en la certeza de lo natural. Horadamiento que no sólo visibilizará a las mujeres en tanto margen sino que lenta pero progresivamente comenzará a cuestionar y desanudar los nombres paternos de la propia narración histórica chilena.

Un archivo de citas abiertas, a no dudarlo, en que la consignación de la historia del feminismo, su tiempo de guarda, será paradójicamente heterocrónico. Archivo, citas y tiempos, colisionándose entre sí, en un ejercicio ilocutivo fragmentario y utópico que da cuerpo a un futuro actual del feminismo que no existe pero que sin embargo es “tomado como más real que lo real” volviendo, una vez más, a otra afirmación de Julieta Kirkwood. En la insistencia de la voz “real”, en su redoblamiento, en su énfasis suplementario parece advertirnos de la “realidad”, de cierto régimen de visibilidad con el que se organizan formas, tiempos y funciones en el espacio de lo común. “Más real que lo real”, todavía resuena como un enigma, tal vez, como un no saber inscrito en nuestro saber, un real que amenaza con irrumpir en el espacio de nuestra realidad. Dos temporalidades, múltiples feminismos anudados al tiempo real de las mujeres como a su subversión. En el arco que abren estos enunciados es donde me gustaría situar mi comentario a Calles caminadas. Anverso y reverso de Eliana Largo (Santiago, DIBAM, 2014, 552 pp.).

Calles caminadas un archivo de voces múltiples del feminismo chileno tramado en el dos de la conversación generosa de Eliana Largo con las historias y memorias del feminismo que no son sino nuestras historias, nuestras memorias. Historias y memorias que nos hablan de las urgencias del presente, de las historias y prácticas en las que se nos va la vida. Como en los tiempos en que el feminismo se vuelve resistencia y porfía contra la dictadura. “Yo creo que fueron mujeres (…) porque si uno lo analiza, quienes iniciaron la lucha contra la dictadura acá fueron las mujeres” señala Lorena Pizarro (p. 136). En la imposibilidad de toda política, las mujeres en el fuera de lugar, en la excepción, desdibujarán lo público y lo privado como también el enclaustramiento femenino impuesto por la dictadura para denunciar la tortura, desaparición y muerte. “Hoy y no mañana” es la exigencia radical de justicia que enunciaron feministas y políticas en el año 1983 tras la muerte de Sebastián Acevedo. Junto a este presente que se decía en el miedo y en la acción clandestina de muchas mujeres comprometidas con el fin del régimen dictatorial también era posible comenzar oír los primeros e intensos cuestionamientos al orden hetero-normado. Como es bien sabido el mejor vehículo para representar este orden de la diferencia de los sexos, en todos sus matices, fue -es- la “familia” lugar de normalización de conductas y cuerpos.

Otra forma de resistir y de existir que encontró el feminismo en los años ochenta fue en la propia torsión a la familia sentimental otro nombre del patriarcado. Torsión que llevó el nombre de Ayuquelén, Colectiva Lésbica Feminista, voz mapudungun que intentaba hacer visible la violencia de una comunidad que se describía bajo los relatos y designios paternos y maternos. Torsión y cuestionamiento al orden de la familia patriarcal que Susana Peña Castro la relata del siguiente modo: “Como nombre elegimos Ayuquelen, una palabra en lengua mapudungun que significa estar bien, estar contenta, porque así nos sentíamos con nuestra existencia y resistencia lesbiana a pesar del dolor, rabia e impotencia por el asesinato de Mónica Briones. Esa brutalidad machista reforzaría nuestra necesidad de estar organizadas frente a una hostil sociedad que burlaba todo respeto a las diversidades sexuales fuera de las heteronormativas” (p. 231).

Es posible advertir aquí otro sentido, otra práctica, otra genealogía y política feminista. Un feminismo que pareciera conducirnos también a una política de la enunciación en/y por la lengua. Un feminismo que se describe en tanto una política del nombre perturbando también al propio “signo mujer”. Una política del nombre que hace retornar aquello que nos constituye y que hemos preferido dejar suspendido en la tranquilidad de la realidad/normalidad del “hay mujeres”. Una política feminista que se instala en un más real que lo real volviendo extrañas tanto la maternidad como el cuerpo materno, a no olvidar, figuraciones femeninas, también, de la ley del padre.

Otros feminismos que también se dan cita en este archivo que ha consignado Eliana Largo. Feminismos que se dicen en enunciados como “mujerismo no es feminismo”, “La mujer no es útero disponible para el patriarcado ni para el proletariado” o “el derecho a no nacer”. Feminismos inapropiables que no son sino modos de cuestionar la diferencia sexual en tanto metáfora de una ordenación de lo común idéntica y reconciliada consigo misma. Feminismos ex-céntricos, interruptivos, entrometidos, volviendo exterior lo interior. De ahí que podamos afirmar que el feminismo no sea otra cosa que una política de la subversión. En este sentido indica Eliana Largo, y con esto termino: “El feminismo es subversivo, se opone a toda relación de poder, y en una sociedad patriarcal todo es relaciones de poder, pues en estas se reproduce y sostiene, partiendo por las de género” (p. 36)

Alejandra Castillo