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Opinión

Es la hora de apoyar los derechos de la mujer en Irán

Por: Leila Alikarami | Publicado: 17.11.2015
Irán no puede pretender ser un país moderno y sentarse en la mesa frente a la Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, cuando sus leyes requerirían que la Presidenta, de estar casada, tuviera que obtener el permiso de su marido antes de asistir a la reunión de la Asamblea General de la ONU en Nueva York o Ginebra.

Este mes en la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), Chile y sus pares de América Latina tendrán que decidir si van a alzarse en defensa de los derechos de las mujeres, cuando se someta a votación de la Asamblea General una resolución sobre la situación de los derechos humanos en Irán.

Irán se ha comprometido en un esfuerzo renovado – como resultado del acuerdo multilateral sobre su programa nuclear – para ser un miembro íntegro y más cooperador de la comunidad internacional. Sin embargo, para las 35 millones de mujeres iraníes, estos esfuerzos tienen que explicar también cómo el Presidente de Irán, Hassan Rouhani, va a cumplir sus promesas de convertirlas en ciudadanas plenas del país que representa. Mientras que el gobierno de Chile busca construir lazos más sólidos con Irán – incluyendo la posibilidad de una nueva embajada en Teherán – tiene que redoblar sus esfuerzos en velar porque los líderes de ese país adelanten los asuntos de la mujer después del acuerdo nuclear, en lugar de excusarlos.

En el mes de septiembre, a Niloufar Ardalan, la capitana del equipo femenino de fútbol bajo techo (futsal) de Irán, le prohibieron viajar para competir en un torneo en Malasia. Su esposo, el periodista deportivo Mahdi Toutounchi, rehusó permitirle que renovara su pasaporte para asegurar que estuviera en el país para acompañar a su hijo en su primer día en la escuela. Esto es injusto y perfectamente legal bajo las leyes actuales de Irán. De hecho, legalmente una mujer iraní no puede irse del país sin el consentimiento de su esposo, restricción que data de una ley aprobada antes de la revolución de 1979. El caso de Ardalan es especialmente trágico al tratarse de una atleta con la capacidad de competir a los niveles más altos, pero que no puede sacarle provecho a sus talentos ni representar a su nación en el extranjero gracias a normas legales arcaicas y restrictivas. En un gesto conmovedor de solidaridad, las compañeras de equipo de Ardalan comenzaron a cantar su nombre cuando ella las recibió en el aeropuerto al llegar a casa luego de ganar el torneo.

La verdad debe ser dicha: Irán no puede pretender ser un país moderno y sentarse en la mesa frente a la Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, cuando sus leyes requerirían que la Presidenta, de estar casada, tuviera que obtener el permiso de su marido antes de asistir a la reunión de la Asamblea General de la ONU en Nueva York o Ginebra.

Estas normas no solo son discriminatorias, sino que están fuera de sintonía con la realidad de las mujeres iraníes, quienes son de las más educadas en la región. Se calcula que las tasas de alfabetización y de matrícula de escuela primaria para las mujeres y niñas son más del 99% y 100% respectivamente y la disparidad de género en la secundaria y superior es prácticamente inexistente.

Irán no puede pretender ser un país moderno y sentarse en la mesa frente a la Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, cuando sus leyes requerirían que la Presidenta, de estar casada, tuviera que obtener el permiso de su marido antes de asistir a la reunión de la Asamblea General de la ONU en Nueva York o Ginebra.

Lamentablemente, los avances en la educación no han ido a la par con avances similares en la situación social de la mujer. En todos los niveles de escolaridad, las tasas de participación económicas de la mujer son la mitad de lo que son para los hombres. Irán ocupa el lugar número 135 de 142 en cuanto al empoderamiento de la mujer entre los países evaluados para el Índice de Disparidad de Género del Foro Económico Mundial. Además, estas disparidades, aunque surgen de algunas raíces sociales y culturales, son reforzadas a propósito.

Las leyes de Irán les requieren a las mujeres pedirle permiso a sus esposos para viajar, trabajar y estudiar en la universidad. Y, aun cuando un marido es abusivo, las mujeres enfrentan enormes obstáculos legales para divorciarse. Increíblemente, ante la ley, las mujeres adultas no tienen la capacidad de tomar estas decisiones importantes de vida. Sin embargo, las niñas pueden casarse legalmente a partir de los 13 años de edad y son consideradas “adultas” en cuanto a responsabilidad penal desde los nueve años.

Al parecer algunos líderes de Irán quieren reforzar esta discriminación estructural y sistemática por la condición de género. Ellos están proponiendo leyes que exijan a las empresas contratar a hombres por encima de las mujeres y a personas casadas por encima de personas que no están casadas. Algunas oficinas de gobierno ya han restringido la contratación de mujeres. Al mismo tiempo, a las mujeres se les ha prohibido especializarse en ciertas carreras en algunas universidades estatales. Maryam Mirzakhani, quien se convirtió en la primera mujer en ganar la Medalla Fields – el premio internacional de matemáticas más prestigioso – es de Irán. Por eso, es inaceptable que algunas instituciones ahora les prohíban a las mujeres estudiar ingeniería y matemáticas.

Al parecer algunos líderes de Irán quieren reforzar esta discriminación estructural y sistemática por la condición de género.

Por supuesto que las mujeres iraníes, al igual que muchos hombres, no han aceptado estas leyes opresivas de brazos cruzados. Por ejemplo, la campaña de Facebook Mi Libertad Sigilosa, o “My Stealthy Freedom” en inglés, que promueve el derecho de expresión de las mujeres, ha obtenido 900,000 “me gusta” desde su lanzamiento en 2014. Los iraníes llevan tratando de cambiar estas leyes por décadas pero aquellos que lo intentan usualmente pagan un precio muy caro. Actualmente, hay por lo menos 50 defensoras de los derechos humanos que se encuentran en prisión como resultado de sus esfuerzos por abogar a favor de esta causa.

Bahareh Hedayat, de 34 años de edad, lleva seis años en la cárcel por su activismo. Hedayat es miembro fundadora de la campaña “Un Millón de Firmas,” o “One Million Signatures” en inglés, un movimiento de base que exige cambios a las leyes discriminatorias. Justo cuando estaba a punto de salir de la cárcel, las autoridades judiciales decidieron reimponerle ilegalmente una sentencia expirada que le añadió alrededor de dos años a su encarcelamiento.

Dentro del gobierno, la vicepresidenta para los asuntos de la mujer y las familias, Shahindokht Mowlaverdi, parece tener preocupaciones sinceras sobre la situación. Recientemente lanzó una crítica severa a las normas que previenen que las mujeres asistan a eventos deportivos en vivo. No obstante, Mowlaverdi tiene muy poco poder institucional. Para que sus esfuerzos, y aquellos del movimiento a favor de los derechos de la mujer sean exitosos, necesitarán el apoyo contundente de varias voces dentro y fuera de Irán.

Todos de nosotros debemos luchar más duro para crear el espacio para criticar las políticas discriminatorias, comenzando con Rouhani. Las mujeres de Irán tienen demasiada educación, talento y ambición para permanecer restringidas por una serie de reglas arcaicas. Para que Rouhani verdaderamente pueda desempeñar un papel legítimo en la plataforma mundial, tiene que hacer de los derechos de la mujer una prioridad – y la comunidad internacional tiene que exigir reformas.

Históricamente, Chile ha apoyado a los derechos humanos en Irán y tiene que hacerlo de nuevo este mes. Mejorar la situación de los derechos humanos liberaría el potencial ilimitado del pueblo iraní y en especial de las mujeres. Pero si la República Islámica sigue manteniendo el portón cerrado, no tendremos más remedio que seguir buscando maneras de brincar por encima de la verja.

Leila Alikarami