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Opinión

Proceso constituyente, tareas pendientes y un camino posible

Por: Oscar Menares | Publicado: 04.04.2016
Proceso constituyente, tareas pendientes y un camino posible ac 2 |
Necesitamos avanzar en un proceso pedagógico, de aprender haciendo, que instale estos aspectos e involucre a los más amplios sectores sociales en la movilización por una Asamblea Constituyente libre y soberana.

Hace un tiempo atrás Camilo Escalona calificó a aquellos que impulsaban la Asamblea Constituyente como fumadores de opio. Esta expresión, cuya intención se funda en el deseo de que nada cambie, no dejó indiferente a aquellos que hacen de la lectura de la realidad una actividad permanente, no porque fuera una analogía odiosa sino porque en el fondo oculta algo de realidad.

Ello no significa que asumamos la legitimidad del orden constitucional vigente, ni menos pretendamos enterrar el debate constituyente bajo el consabido argumento de que la actual correlación de fuerzas es desfavorable para las expresiones del cambio. Nos hacemos cargo de ello, en un contexto signado por el proceso constituyente anunciado por el gobierno -que no obstante sus características restringidas, carente de instancias democráticas, deliberativas y vinculantes- otorga una oportunidad para posicionar un tema sensible en la agenda pública.

Cuando hablamos de posicionar, nos referimos a situarnos en el contexto político, proponiendo desde nuestros valores y principios un camino que nos permita transitar a una nueva constitución redactada por los pueblos que habitan Chile.

Decíamos que, en el fondo, la reflexión de Escalona no dejaba de tener razón en el sentido que las fuerzas que propugnan la Asamblea Constituyente no gozan de la densidad institucional que les permita garantizar condiciones mínimas de representación en un proceso institucional que condense el debate constituyente; menos, por tanto, de garantizar contenidos transformadores. Asimismo, los procesos sociales transitan un lento camino de recomposición, golpeados por los martilleos propinados por la ofensiva conservadora. Finalmente, ambos procesos -de configuración de la izquierda y de recomposición política de lo social- no encuentran aún canales de retroalimentación y proyección deliberativa colectiva.

Lo anterior constituye un escenario adverso, pero que sitúa como prioritario resolver estos problemas.

En particular implica construir una fuerza de Nueva Izquierda capaz de ganar en musculatura institucional que contribuya -junto a otros- a alterar la actual correlación de fuerzas. Dicho de otra forma, debemos dotarnos de la capacidad electoral y fuerza social necesaria para condicionar los ejes del debate nacional como presupuesto de la apertura de un proceso constituyente.

Es por ello que la capacidad de proyección institucional de la izquierda y sus resultados en las próximas contiendas electorales son claves para generar condiciones que hagan posible abrir dicho proceso con algún grado de éxito.

Sin embargo, el proceso constituyente impulsado desde el gobierno ya está en marcha, lo que obliga a tomar posición con una mirada de largo plazo. En lo concreto eso implica partir interpelando al arco de fuerzas políticas y sociales en torno a la eliminación de las trampas o candados institucionales que garantizan el veto de la minoría por sobre las mayorías.

En ese sentido, el primer paso y condición previa para la formulación democrática de la vía constituyente no puede ser otra que el gobierno incorpore en la reforma constitucional que habilite al próximo parlamento a definir el mecanismo, la eliminación de los blindajes constitucionales de Pinochet, expresados en el control preventivo en la formación de las leyes por parte del Tribunal Constitucional y la eliminación de los quórum contra mayoritarios, blindajes que de ser superados permitirían abrir una etapa de normalización democrática, que sin cartas marcadas de antemano, permitan la libre deliberación en torno una nueva carta fundamental.

De no incorporarse estos aspectos, la sociedad chilena constatará que el actual proceso constituyente carece de garantías democráticas y, por tanto, terminará por reproducir en una nueva carta magna los blindajes que impiden la genuina expresión de la voluntad soberana. Todo proceso constituyente surgido de este maridaje no será otra cosa que un nuevo fraude que profundizará la crisis y, en su momento, hará más profunda la ruptura.

Requerimos avanzar en un proceso pedagógico, de aprender haciendo, que instale estos aspectos e involucre a los más amplios sectores sociales en la movilización por una Asamblea Constituyente libre y soberana. Consideramos que este camino, sustentado en la acción en contra los pilares institucionales del modelo, permitirá abrir un genuino proceso constituyente, al tiempo que nos permite construir la fuerza social y política para desplazar a la minoría que con mano ajena reconquistó el poder para defender sus granjerías y sus privilegios y que pretende sostenerlos a costa del deterioro de la convivencia democrática.

Oscar Menares