Avisos Legales
Opinión

Humildad y sensibilidad en la prescripción curricular

Por: Héctor Goméz | Publicado: 15.11.2016
El mundo de la escuela parece ser uno, mientras que el mundo del diseño curricular otro, y al parecer ambos no conversan. Y como consecuencia de lo anterior, los maestros y los diseñadores del plan de estudios estaríamos utilizando diferentes significados acerca del currículo y la educación, a lo que Aoki llama una ‘cacofonía’ de voces.

De acuerdo con Ted Aoki (1919-2012) los maestros en su quehacer docente habitan un paisaje caracterizado por dos horizontes: un primer horizonte del curriculum prescrito u obligatorio (curriculum como plan) y un curriculum como experiencia vivida. Habitar este espacio es sumamente complejo, ya que los maestros por una parte deben ‘cumplir’ con el curriculum prescrito diseñado por el Ministerio de Educación, y por otra, responder a las necesidades propias de la experiencia educativa en sus aulas, de sus estudiantes, y, por cierto, su individualidad e historia de vida. Considerando esto: ¿Cómo es posible establecer una auténtica conversación entre estos dos horizontes curriculares?

Aoki ya había denunciado, en 1983, la reducción de las acciones humanas (y específicamente de los docentes) a razones instrumentales, es decir deshumanizadas. En este contexto, usa la metáfora del ‘paisaje’, que se caracteriza por la existencia de éstos dos horizontes, cuyo reto para los maestros es habitar en medio de ambos en una permanente tensionalidad como resultado de tratar de responder –de la mejor manera posible- a ambas demandas.

A partir de este ‘paisaje’, el autor nos invita a asumir el reto de esta complejidad a quienes trabajamos en diseño curricular (el curriculum como plan o prescrito), que, desde su punto de vista, debe caracterizarse por un profundo sentido de sensibilidad y humildad acerca de la ‘tensión’ en la que habitan los maestros.

En lo personal, creo que el desafío es enorme. En primer lugar, porque el mundo de la escuela parece ser uno, mientras que el mundo del diseño curricular otro, y al parecer ambos no conversan. Y en segundo lugar, como consecuencia de lo anterior, los maestros y los diseñadores del plan de estudios estaríamos utilizando diferentes significados acerca del currículo y la educación, a lo que Aoki llama una ‘cacofonía’ de voces.

Entonces, ¿cómo pueden esas voces -y otras- constituir una auténtica conversación que contribuya a crear mejores horizontes en el contexto de una multiplicidad de experiencias educativas?

Aoki nos dice que, en esencia, una verdadera conversación ‘es una en la que los participantes en la conversación se involucran en una reciprocidad de perspectivas’. En este sentido, una conversación más que el intercambio recíproco de códigos, es la experiencia y el encuentro entre dos formas de conocimiento en un sentido dialéctico, donde se produce la reciprocidad entre dos tipos diferentes de comprensión profunda.

Sin embargo, en la conversación – para Aoki – es necesario que haya un «interés legítimo en compartir estás dos palabras», o en otros términos, dos comprensiones provenientes de dos experiencias frente al curriculum.

Con respecto a este entendimiento, me gustaría compartir dos recientes experiencias desde mi/nuestro rol como diseñador/es curricular/es en la Unidad de Curriculum y Evaluación del Ministerio de Educación. En primer lugar, nuestro convencimiento por proveer más y mejores recursos a los maestros para el desarrollo de sus clases, tratando siempre de ‘incluir todas las perspectivas y a todos los actores’ como parte de una práctica ‘democrática’ en el diseño de los programas de estudio.

Como segunda experiencia, nuestros esfuerzos para conversar con los diferentes actores se reflejaban en diversas materias, como por ejemplo en el proceso de conquista y colonización en América Latina. En ese particular contexto, los actores y organizaciones indígenas apreciaron la invitación y nuestro esfuerzo por incluirles, pero al mismo tiempo fueron claros en señalar la dificultad de incluir sus perspectivas en un texto de este tipo (blanco/occidental/colonial) que no conoce y acepta ‘otros’ géneros narrativos, que poco incluye la oralidad, y otras formas de conocer.

En ambas experiencias, resuena en mi lo planteado por Aoki a través de las siguientes reflexiones. Primero acerca de la complejidad en que viven los maestros entre el curriculum prescrito y el curriculum de la experiencia vivida y la poca atención a este segundo horizonte. Luego, como segundo momento, nuestra visión hegemónica de conocer que deja de lado las experiencias de las personas y la primacía de lo escrito por sobre otras formas de conocer. Y terceramente, la necesidad de repensar los horizontes sobre cómo entendemos lo que significa ser una ‘persona educada’ y, consecuentemente, el para qué de la ‘enseñanza’ y el ‘curriculum’.

La primera reflexión nos invita a ir más allá del instrumentalismo de la implementación del currículo, y avanzar hacia comprenderlo además en su complejidad, lo cual implica -entre otras cosas-, renunciar a la previsibilidad del acto educativo a través de la prescripción curricular, esto es, que por el solo hecho de estar en el curriculum se asegura su aprendizaje.

En cuanto a la segunda, Aoki sugiere el entendimiento del curriculum como una ‘llave musical’, es decir reemplazando la supremacía del ‘videre’ por un ‘sonare’. A través de ello, nos invita a redescubrir otros sentidos de la pedagogía, otros idiomas y posibilidades. Por esta razón, Aoki utiliza las metáforas de ‘paisaje’, ‘puentes’, y, ‘calma de la mañana ‘ como una forma de recuperar los sentidos de la experiencia del aprender desde una perspectiva fenomenológica, es decir, una aproximación al curriculum como una experiencia de vida, una carrera/recorrido/trayectoria de cada sujeto en su vivencialidad. Una visión curricular en acción (verbo), por sobre la mirada del curriculum como una colección de saberes (sustantivo).

En la tercera reflexión, Aoki pone en duda nuestras occidentales formas de saber, recordándonos que la enseñanza es fundamentalmente un modo de ser y que el lenguaje a través de la cuál de despliega corresponde a ‘una casa del ser’, en otras palabras, el medio a partir del cual se constituyen los sujetos. Adicionalmente, en su recorrido por las perspectivas posmodernas nos insta a prestar atención a la procedencia de los procesos de generación de ‘la verdad’ denunciando la aparente ‘objetividad’ de las prácticas educativas.

En un desafío de tal magnitud, la pregunta inicial sigue sonando en mi mente: ¿Cómo es posible la construcción de puentes entre estos dos horizontes que se entienden verticalmente? Para ello, Aoki finalmente expresa que una conversación auténtica es cuando los actores están legítimamente interesados en poner sobre la mesa no solo sus palabras, sino también sus formas de ver y conocer la experiencia educativa. Hasta ahora, creo que nos falta camino por recorrer, pero principalmente asumir una actitud basada en la ‘humildad y sensibilidad’ con nuestros maestros, especialmente si seguiremos insistiendo en un curriculum prescrito y nacional.

Nota: Ted Aoki, teórico curricular de origen Japonés-Canadiense. Reconocido como el más prominente de su generación en Canadá en los últimos 30 años. Sus intereses curriculares se desarrollaron en el campo de la reconceptualización, fenomenología, posestructuralismo, y multiculturalismo. Las citas de Aoki de esta columna han sido extraídas de Pinar, W. & Irwin, R. (2004). Curriculum in a New Key. New Jersey: Routledge.

Héctor Goméz