Al observar lo que está sucediendo en el mundo por estos días, nos asalta, de manera inevitable, una profunda inquietud por el futuro inmediato. En efecto, en un catastro – todavía incompleto – advertimos una serie de fenómenos que están desestabilizando a países y continentes enteros.
1.- Aquél diagnóstico “posmoderno” que auguraba el fin de los “metarrelatos”, como una forma de explicar el declive del “socialismo real”; no logró advertir que se debía incluir también el relato demoliberal sedimentado desde la Revolución Francesa. Hoy, las viejas formas democráticas y republicanas no son asediadas por revoluciones marxistas sino – paradojalmente – por “populismos derechistas” de corte nacionalista.
2.- Este auge populista de derechas pone en riesgo todo el proyecto globalizador y las formas democráticas occidentales que parecían consolidar una “nueva lógica del capital” en el presente siglo. El caso de Donald Trump resulta paradigmático a este respecto.
3.- Entre las consecuencias de esta deriva populista, surge una visión antiliberal que en lo tecno-económico exacerba el proteccionismo; en lo político acentúa el autoritarismo y en lo cultural se muestra adverso a la mediatización, declarándose enemigo de los medios. Para decir las cosas por su nombre, no se requiere mucho esfuerzo para encontrar una clara próximidad con los “fascismos” del siglo pasado.
4.- Entre los riesgos inmediatos del “proteccionismo-autoritario -populista” podemos consignar, por lo menos, cuatro grandes cuestiones: primero, una inminente guerra comercial; segundo, una carrera armamentista de proporciones; tercero, un control de los flujos migratorios y, cuarto, un descuido intencionado de los graves problemas medioambientales.
5.- Las consecuencias previsibles del nuevo estado de cosas no son nada alentadores. Ante un debilitamiento, a nivel planetario, de las ideas llamadas “progresistas”, se acrecienta la desigualdad social y el paro, no solo en países subdesarrollados; se acrecienta también la crisis ecológica y el calentamiento global. En pocas palabras, en nombre de salvaguardar la patria, se extiende la intolerancia, la violencia y el control mediático.
6.- El horizonte que se está dibujando no es, en absoluto, halagüeño. No resulta aventurado presagiar un aumento de la tensión internacional. Las actuaciones del gobierno estadounidense con sus vecinos como México ( y toda América Latina); así como las amenazas a Irán y la no solapada hostilidad hacia China, parecen confirmar lo que viene.
7.- Del mismo modo, si el modelo “proteccionista-autoritario-populista” se extiende por Europa, como una manera de enfrentar a la Rusia de Putin, es altamento probable que todo el anadamiaje internacional entre en crisis, desde la ONU a la OTAN, pasando por los Tratados de Libre Comercio o los Acuerdos de Cambio Climático.
Es como si el mundo entero – al abolir los grandes relatos de nuestros abuelos – estuviese entrando en una nueva “Edad Media High Tech” presidida por un nihilismo infantiloide en que nuestros más profundos miedos coexisten con el fanatismo, siempre ignorante; y las computadoras de última generación con la más absoluta barbarie