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Opinión

¡Todo el poder a las comunales! Estrategia para combatir la crisis de legitimidad del Frente Amplio

Por: Nicolás Romero | Publicado: 02.09.2017
Los mismos que propician acuerdos electorales por arriba plantean la inviabilidad de un FA construido desde la democracia comunal. El pueblo no existiría ni se encontraría preparado para ejercer este tipo de democracia. La verdad es que como pueblo nos venimos organizando, cuestión que se ha manifestado en el prolongado ciclo de movilizaciones sociales de cuyo antecedente el FA se jacta.

Las recientes tensiones por las que atravesó el FA a propósito de la inscripción de listas parlamentarias evidenciaron los problemas de una coalición cuyos contornos políticos no son del todo claros y cuyo nacimiento coincide con un periodo electoral. Si en los acuerdos fundacionales del FA se hablaba del fortalecimiento de los territorios y de lo electoral como medio y no fin, sumado al desarrollo de primarias parlamentarias en todo el país para asegurar la apertura efectiva de esta herramienta a los movimientos sociales, lamentablemente la realidad no ha sido así.

La primera gran caída de este naciente esfuerzo impactó negativamente la percepción ciudadana, colocando en duda el discurso de “la nueva forma de hacer política”. También afectó fuertemente la legitimidad interna, dejando en evidencia la existencia de una política de acuerdos a nivel de directivas de las organizaciones que ignora el proceso de formación de base del FA.

Si bien algunos salieron rápidamente a explicar la situación intentando relativizar eso de “la nueva forma de hacer política”, lo cierto es que la manera en la que se resolvió el conflicto del distrito 10 fue bastante similar a las prácticas promovidas por años por los partidos que sostienen el orden neoliberal. En esta, la política se moviliza a desarticular actores sociales, ignorando sus demandas, manipulándolas o en el mejor de los casos utilizando a las fuerzas sociales como masa de maniobra y acarreos electorales. A su vez, el control de los partidos legales promueve una lógica privatizada de la acción política. Esto es asegurar la suculenta fuente de recursos estatales aparejada a la obtención de cargos, sumado a las redes de influencia y notoriedad pública que lo acompañan.

Las fuerzas políticas que conforman el FA no se encuentran exentas de esta lógica y, peor aún, presionaron de tal manera este naciente proceso que dichos intereses particulares se terminaron imponiendo sobre los intereses comunes del FA, de los comunales que nos enteramos por la prensa y de nuestro pueblo. No nos extrañemos cuando esas mismas organizaciones se opongan a regulaciones colectivas a los parlamentarios electos, total como ya se hizo costumbre, “el partido X es el dueño del cupo”.

Paralelo a este proceso a lo largo y ancho del país se ha ido gestando lentamente otra forma de construir FA, una más apegada a los intereses de nuestro pueblo y a la democracia directa que aprendimos de nuestros secundarios y movimientos territoriales, los comunales del FA. Tal y como se definió, por ejemplo en el Comunal Santiago Centro, la soberanía se ejerce desde el territorio o no es soberanía sino imposición. La democracia radical y participativa obedece a dos cuestiones. Por un lado, a una forma de re organización en red y desde los territorios del movimiento popular en un contexto de desarme de las grandes estructuras nacionales y, por el otro, a una forma de control constante de nuestros dirigentes, los cuales deben nacer de la base y orientarse por mandatos concretos. Los comunales, en tanto asambleas político sociales, son el espacio donde deliberamos colectivamente militantes de base, dirigentes sociales e independientes para luego desplegar una estrategia de construcción de pueblo a escala territorial.

Algunos, frecuentemente los mismos que propician acuerdos electorales por arriba, plantean la inviabilidad de un FA construido desde la democracia comunal. El pueblo no existiría, no se encontraría preparado para ejercer este tipo de democracia o no estaría llegando a los comunales. La verdad es que como pueblo y luego de un largo reflujo tras las dos derrotas (en el ’73 y en los ’80) nos venimos organizando, cuestión que se ha manifestado en el prolongado ciclo de movilizaciones sociales de cuyo antecedente el FA se jacta. Muchos preferimos apostar a estos nacientes espacios de organización que a acuerdos por arriba que ya sabemos cómo van a terminar.

El tiempo de formación de los comunales, sin lugar a dudas, no es el mismo que el de la política electoral, ya que los procesos de construcción de confianzas desde el territorio son infinitamente más complejos. Pero esto no nos debe llevar a ignorar el curso que se ha impreso al FA desde arriba, si desde los comunales no tomamos la iniciativa lo que fue una potente y esperanzadora idea, podría terminar en un quiebre en noviembre o siendo agua para el molino de la reconstrucción de la política neoliberal, ahora con nuevos rostros. Con el objeto de presentar una agenda que fortalezca un FA donde la conducción se ejerza desde abajo, presento a continuación una serie de reivindicaciones que ya están siendo debatidas a nivel comunal:

1.- Porque la soberanía se ejerce, el primer paso a defender en este Encuentro Nacional de Comunales el 2 y 3 de septiembre es conformar una orgánica que exprese la soberanía a nivel local, distrital, regional y nacional. A esta altura pretender que la Mesa Nacional del FA puede ser la cabeza de este esfuerzo es absurdo. Si dejamos en sus manos las decisiones no pasaremos noviembre.

2.-Para que lo electoral sea un medio y no un fin, los despliegues territoriales de todas las candidaturas, especialmente la de Beatriz Sánchez, deberá ser comandada por los comunales. ¿Quién mejor que estos para definir prioridades territoriales para fortalecer con las campañas? A su vez, se debe exigir que todas las candidaturas comiencen a participar regularmente en sus espacios comunales, cuestión que en la actualidad no ocurre salvo honrosas excepciones.

3.-Será la Asamblea Nacional de Comunales, tras un proceso de debate en la base, la que sancionará un mecanismo participativo para resolver nuestras posiciones en una segunda vuelta electoral. Un plebiscito entre quienes a lo menos hayan participado en dos asambleas comunales es una opción interesante a analizar.

4.-Porque el daño causado por los candidatos del distrito 10 y la Mesa Nacional a propósito de la pelea por cupos no puede volver a ocurrir, todas las candidaturas deberán firmar compromisos éticos antes sus comunales para enfrentar la campaña y deberán colocarse al servicio de los diseños de fortalecimiento territorial que emanen de dichas asambleas.

5.-Porque sin espacios colectivos, de base y conectados a los territorios y los Movimientos Sociales, la tendencia de los partidos del FA será la de reproducir la lógica que tanto criticamos a la política neoliberal. Si el FA llega a tener 10 o 15 parlamentarios que no respondan a las bases y -por ejemplo- se arranquen a negociar con los partidos neoliberales, habremos hipotecado el proceso de cambio en Chile. Desde los comunales debemos de aquí a final de año, antes de que nuestros parlamentarios asuman sus cargos, debatir y sancionar como ejercemos un control colectivo, única garantía para detener la privatización de la política que el actual sistema de partidos promueve. Entre estas regulaciones se debe incluir parámetros para la conformación de los equipos parlamentarios, regulación de sueldos, política de rendición de cuentas a la asamblea, mecanismos de regulación ética a las prácticas de nuestros representantes, entre otras.

6.-Finalmente, es la Asamblea Nacional de Comunales la que debe asumir la tarea de organizar el Primer Congreso del FA a realizarse a inicios del 2018, instancia en la que se definirán prioridades políticas para enfrentar el periodo y una forma orgánica democrática para alcanzar estos objetivos.

Por qué razones sobran y no llegamos hasta acá para sacrificar el proceso de cambio de un pueblo que se ha puesto en marcha, ¡Todo el poder a los comunales!

Nicolás Romero