Avisos Legales
Opinión

El Estado en reposo: El conflicto Mapuche tendrá que esperar

Por: Fernando Balcells | Publicado: 08.10.2017
El Estado en reposo: El conflicto Mapuche tendrá que esperar aleuy | Foto: Agencia Uno
La vacancia del Estado, por supuesto, no es más que publicidad autoritaria. El Estado continúa e incluso trabaja mejor sin la interferencia de jefes que interrumpen su mecánica burocrático-policial. Los altos ejecutivos sirven para tomar decisiones sobre la política general, sobre la velocidad de implementación y sobre los recursos al espectáculo o al secreto. Sus intervenciones deben limitarse a una rutina de gestión de las políticas acordadas (nadie quiere subsecretarios creativos).

El subsecretario Aleuy ha tomado vacaciones y el Estado ha quedado manifiestamente vacante. El subsecretario se ha convertido en el Hombre de Estado de turno en el Gobierno de Bachelet. En este Gobierno, el estatuto de Hombre de Estado se adquiere solo en el momento de perder el cargo. Es la renuncia lo que casi convierte a Rodrigo Valdés en Hombre de Estado.

Aleuy y Valdés, el policía y el contador, recogen la esencia más pura de lo que esperamos del Estado. Es verdad que ya no se habla de contadores y que se apela a la gestión como concepto de eficiencia del Estado; pero la verdad de la gestión está en la última línea del balance contable. Según lo que leemos y escuchamos todos los días en la prensa, el papel del Estado se resume en el resguardo físico de los ciudadanos y en velar por una eficiente provisión de servicios con las platas que se recogen de los impuestos. No hay descanso para los auditores y la policía. El Estado es la institucionalidad en la que hemos delegado la fuerza de los números y el uso violento de la fuerza. Quisiéramos creer que el Estado tiene más recursos que esos y que la violencia institucional es una excepción en la búsqueda de la tranquilidad social. Somos inconsolablemente románticos.

La vacancia del Estado, por supuesto, no es más que publicidad autoritaria. El Estado continúa e incluso trabaja mejor sin la interferencia de jefes que interrumpen su mecánica burocrático-policial. Los altos ejecutivos sirven para tomar decisiones sobre la política general, sobre la velocidad de implementación y sobre los recursos al espectáculo o al secreto. Sus intervenciones deben limitarse a una rutina de gestión de las políticas acordadas (nadie quiere subsecretarios creativos). Sus apariciones públicas deben ser excepcionales. En caso contrario lo arruinarán todo por exceso de personalismo y por la ansiedad en una actuación que debe ser discreta. Si la política Mapuche estuviera definida, un subsecretario puede ser reemplazado por la combinación de un Sargento Mayor y de un Contador. Si la política, como parece ser el caso mapuche, no está definida, un subsecretario en vacaciones permite ganar tiempo para definirla entre quienes son los responsables de haberlo hecho desde hace años.

Primer rodeo teórico

Un Estado se define por el lugar relativo que ocupan la policía y la ciudadanía en el sistema político[1]. El arco de los prototipos de Estado que se abre observando esa diferencia, va desde los regímenes autoritarios a los regímenes democráticos. En un lado, el arco se extiende hasta el desborde totalitario y, el otro, pasa por el desorden izquierdista y populista, hasta llegar al caos anárquico (ficción que solo existe como intervalo instituyente y justificación de los regímenes totalitarios). Este arco pone en una misma línea y en oposición directa al Estado y a la ciudadanía. Las instituciones se forman y se desarrollan en los infinitos matices que distribuyen la participación recíproca y opuesta del Estado y de la ciudadanía en la sociedad y en la política. No es que la ciudadanía esté necesariamente del lado de regímenes más democráticos y menos autoritarios; la vigencia electoral de la derecha muestra que esa es una ilusión. En el caso del autoritarismo, la ciudadanía ha sido derechamente sometida por la fuerza y en el otro caso, ha sido seducida y sustituida por el mercado y la representación elitista. No somos neutrales en esta dicotomía; preferimos ser seducidos y engañados a ser francamente violados.

Segundo rodeo metodológico

Volvamos al conflicto Mapuche. El Gobierno afirma que se ha hecho todo lo que es necesario para la paz pero, todo lo que se dice que se ha hecho y es desconocido por el público, en realidad no se ha hecho. Esta es una ley de la ciencia política que es necesario desarrollar. Según ella muestra, el Estado no está de vacaciones sino que permanece secuestrado por un acuerdo útil entre los enemigos violentistas. El encajonamiento en la violencia sirve a la hegemonía de la derecha en ambos contendientes (es lo que pasa en Cataluña).

Hay un salto en esa ‘demostración’; del ocultamiento no se sigue necesariamente la complicidad con el violentismo. Necesitamos un paso intermedio; volver a observar lo que sucede en los hechos. Dos grupos extremistas se enfrentan en solitario en la Araucanía (del mismo modo en que dos derechas han ocupado todo el espacio político en España y Cataluña, inhibiendo a los demócratas); policías e incendiarios son los instrumentos de presión y embaucamiento que la derecha usa para copar el espacio en cada una de sus comunidades.

Las conversaciones que se mantienen secretas han sido intrascendentes y se puede asumir sin daño, que no han tenido lugar. El secreto es distinto de la discreción. No siendo el conflicto mapuche un asunto reducible a problemas técnicos (tanta tierra por tanta paz), mientras se mantenga secreto el espíritu de la negociación; mientras se mantenga al margen y en la ignorancia al público chileno y mapuche las conversaciones no existen. Tristemente, está no es solo una hipótesis lógica; es lo que efectivamente pasa y no sucede en la Araucanía. El trabajo de años del ex Intendente Huenchumilla se ha guardado como si no hubiera sido presentado.

Parlamento

Mientras no se estructure un debate que pueda involucrar efectivamente a los actores sociales, seguiremos confundiendo el balance de los medios, que deben ser empleados según un equilibrio preciso y no según los alardes de los que tienen privilegios recientemente adquiridos. La historia Mapuche generalmente ha subordinado los guerreros a los parlamentadores. El Estado chileno es el responsable de haber quitado el piso a la cultura mediadora de los Mapuche y debe devolvérselas.

Pasa entre los mapuche lo mismo que entre los catalanes progresistas que sienten una inhibición solidaria con sus compatriotas nacionalistas. A pesar del repudio de los artistas catalanes a los nacionalistas, no pueden dejar de reconocer que ellos han tomado las banderas de una cultura catalana que siempre pide más aire y sueña en su propio idioma con el vuelo de una mayor autonomía. Es hora de que salgan de la reducción.

En el pueblo mapuche hay diversidad y en su misma identidad hay quienes quieren más y quienes menos integración; hombres y mujeres que prefieren una vida en la modernidad mientras otros quieren una vida devuelta a la tradición. Todos aman su cultura y en sus modos diversos, se sienten profundamente Mapuche. Todos ellos, en conjunto, deben asumir su responsabilidad y darse una organización; los que no han estado dispuestos a la política y que se mantienen al agüaite, deben asumir y empezar a ocupar su lugar para cambiar el juego perverso e inconducente de policías y matones.

Nadie debería estar obligado a permanecer en solidaridades forzadas o sujeto a instituciones opresivas  No tiene sentido ni es posible mantener a comunidades Mapuche o Rapa Nui, sometidas a una serie de obligaciones arbitrarias o simplemente contrarias a su espíritu.

Tendemos a innovar mirando al pasado, convirtiendo el debate en una confrontación entre naciones. La nación tiene un prestigio que atrae incluso a los que se sienten oprimidos por ella. La apelación ‘nacional’ tiene una deriva oscura al peor Estado uniformador, excluyente y racista. La estructura que institucionaliza la memoria política de un pueblo, la convierte en mitología y en elemento de opresión. No estamos, no queremos estar, en el mundo descompuesto de las soluciones de fuerza que buscan cercar un territorio de exclusividad soberana, a más ficticia, más violenta. Las viejas soluciones de fuerza se han vuelto intolerables e ineficaces. Es urgente sacar las consecuencias de nuestras convicciones pacifistas.

Regreso a la noticia

Es probable que Aleuy lo sepa. Él es un hombre de antiguas lealtades ciudadanas capturado por  un Estado perdido; uno que da golpes de ciego porque ha elegido ambos, los golpes y la ceguera. El problema del sistema político y del Estado chileno es que no ve, no se ha dado cuenta de que el problema mapuche es un problema mapuche. No es que el Estado chileno y a los chilenos en general no les concierna el conflicto mapuche; es solo que deben saber encontrar su lugar en él. Además del resguardo de la paz social, al Estado le corresponde crear las condiciones y los procedimientos para que las comunidades mapuche asuman su propio conflicto de una manera que les permita abordarlo desde su larga tradición de parlamentos.

En ese momento, auténticamente, el Estado descansa en la ciudadanía.

[1] Ver la diferencia entre los Estados de Gran Bretaña y de España enfrentados al independentismo escoses y catalán, respectivamente.

Fernando Balcells