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El futbolista manco

Publicado: 23.01.2018

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La historia parte con cinco chicos de las inferiores de San Lorenzo. Por su juventud y desparpajo, les apodaron los “Carasucias”. Jugaban todo el día en la calle, entre el barro y las piedras, aprendiendo a improvisar ante los accidentes del campo, la calzada y las canchas de tierra. Narciso Horacio Doval (El Loco), Fernando José Areán (El Nano), Victorio Francisco Casa (El Manco, Popoff), Héctor Rodolfo Veira (El Bambino) y Roberto Marcelo Telch. San Lorenzo aún estaba en segunda división y su estadio era el viejo Gasómetro. Los chicos eran desmedidos, veloces, talentosos. El Gasómetro despertaba ante la fantasía y el desparpajo de su joven delantera. Los “Carasucias” no tardaron en enamorar a la afición y juntos pasaron a primera división en 1964. Muchos hinchas de San Lorenzo aún recuerdan esa delantera. Pero la historia no es exactamente esa.

La historia parte con un “Carasucia”, que creció en el barrio Florida en Mar del Plata. Un volante izquierdo sin tanto recorrido que en el principio jugaba de 10, dueño de una gambeta infartante. San Lorenzo se convence del talento de este esmirriado delantero, y en 1962 se lo lleva a Buenos Aires, debutando el mismo año frente a Ferrocarril Oeste. Le pusieron “El Manco” porque perdió el brazo en abril de 1965. El entrenador, José Barreiro había perdido la paciencia. Harto de que jugara para la galería, que hiciera todo para el aplauso le dio una charla especial, lo instaba a que jugara para el equipo, que fuera más pragmático y menos lírico en el juego, que hiciera goles. Victorio o Popoff (para los amigos) se sintió convencido por la palabras del DT, pero justo cuando estaba listo para el cambio de mentalidad, el partido se suspendió por un fuerte temporal de lluvia que azotó al gran Buenos Aires. Ante la suspensión de la fecha, Victorio ni corto ni perezoso, salió con su chica en su auto Valiant blanco II recién comprado. Amplio para una cita apasionada. Y qué mejor para ese tipo de encuentros furtivos que el Bajo de Núñez.

Algunos dicen que junto con su novia iba otra chica y un amigo peluquero. La vida del marplatense Victorio Casa, cambió cuando estacionó el auto frente a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde estaba prohibido estacionar por ser una zona militar. Las versiones aquí se hacen confusas. El militar o guardia de turno, dijo que había advertido varias veces que se detuvieran. Victorio, en cambio, dijo que estaba estacionado con las luces encendidas. La ametralladora descargó varios tiros, uno dio en el brazo derecho del jugador de San Lorenzo. El parabrisas explotado, los gritos de la novia y de fondo sonando en la radio el boleto de Tito Rodríguez “Inolvidable”. La carrocería del Valiant agujereada, vidrios por todos lados. Del brazo comenzó a brotar sangre como si tratara de un grifo abierto. Su brazo aún seguía tomado al volante desangrándose. Seguro moriría en pocos minutos. Pero un taxista que pasaba por ahí, hincha de San Lorenzo, lo subió a su auto y logró salvarle la vida. En el Hospital Pirovano, tras ser sometido de urgencia a una compleja cirugía, el director del hospital declararía que su “brazo estaba hecho papilla”. Tuvieron que amputárselo un poco más abajo del hombro.

Victorio pese a la tragedia, no perdió las ganas de jugar. Se diría, sin exagerar, que quedar manco, lo tomó como un detalle a favor, para su repertorio de chistes que se hacía el mismo, antes que sus compañeros lo cargaran. Uno de sus compañeros en el mismo hospital le preguntó ahora que iba hacer cuando volviera a la cancha, lo que Victorio respondió “amontonar gente. Ahora nadie me va a poder tomar de la manito”. 45 días después de la amputación volvería a jugar ante Banfield. Ese día en el estadio recorría una emoción que hacía poner los pelos de punta, uno de los “Carasucia” con un brazo ortopédico que pesaba cerca de 5 kilos, volvía a ser lo que mejor sabía hacer en su vida: jugar a la pelota.

Pero a medida que pasaban los partidos la tragedia se convirtió rápidamente en comedia. Un día en el camarín poco antes de salir a la cancha le pidió a uno de sus compañeros que le atara los cordones, porque evidentemente no podía. Y su compañero le ató el cordón izquierdo con el derecho, dejando a Victorio sin poder caminar, mientras sus compañeros salían a la cancha y el arbitro contaba una y otra vez a los jugadores de San Lorenzo sin entender por qué faltaba uno, y sus compañeros se reían y miraban entre ellos. Era frecuente que sus compañeros le dieran el balón para que ejecutara los laterales. El brazo ortopédico donando por la ESMA, del que nunca se pudo acostumbrar, constantemente aparecía en los lugares más inusuales, en el basurero, colgado de la ducha, detrás de un cartel publicitario en la tribuna. Los compañeros y la hinchada querían al “Manco” Casa, pero su equilibrio fue uno de los puntos que lo fue mermando en la cancha. Aunque él decía que había aprendido a caer para el lado del brazo bueno. Con sus dos piernas no había ningún problema, seguía intacto el talento y la gambeta que nacía de la cintura. El tema era ir al suelo, o cuando lo cargaban, al no poder afirmarse o sostener, la marca lo hacía un jugador vulnerable. En 1966 fue transferido a Platense, donde sólo estuvo en la banca, entrando en contadas ocasiones. Después pasó una temporada en Estados Unidos, jugando en los Whips (1968) y los Darts. En 1971 volvió a la Argentina y jugó en Quilmes, después vino el retiro.

Victorio, tras dejar el fútbol, trabajó como taxista, vigilante en el casino, tuvo un criadero de perros, cayó en la bancarrota y siempre volvió a empezar, en su ciudad natal, Mar del Plata. Se dice que salvó de ahogarse en el mar a dos personas, en su oportunidad dijo “nunca me achiqué, me he agarrado a piña 20 veces. ¿Achicarme por qué tengo un sólo brazo? Siempre hice lo que quise”. Finalmente terminó de lava copas. Murió a los 63 años en junio de 1993. Victorio nunca dejó de ser un “Carasucia”, su vida tuvo un cambió al ser amputado su brazo, pero como todo, se lo tomó con un humor. Un macanudo para muchos. Un ejemplo de superación para otros. A 25 años de su muerte aún es recordado por los aficionados de San Lorenzo. El “Manco” Casa. Un crack. El único jugador del mundo en jugar sin un brazo.

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