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Opinión

Tiempo de convergencia en el Frente Amplio

Por: Alexis Meza Sánchez y Carlos Durán Migliardi | Publicado: 25.01.2018
Tiempo de convergencia en el Frente Amplio frente amplio | Foto: Agencia Uno
La eventual conformación de una nueva fuerza política puesta al servicio de la consolidación del Frente Amplio como el actor unitario, plural y diverso capaz de articular la lucha antineoliberal es una tarea posible de cumplir. Pero su sentido no puede ser el de un mero ejercicio sumatorio de siglas partidarias, un cálculo electoral o una búsqueda por generar ineficaces contrapesos o equilibrios al interior del Frente Amplio.

Mucho se ha hablado en los últimos días de la posibilidad de construir un proceso de convergencia entre distintos partidos y movimientos del Frente Amplio. Diálogos formales e informales dan cuenta de un escenario que parece encaminarse hacia la eventual constitución de un espacio político que, de alguna medida, simplifique la diversidad orgánica del Frente Amplio. Declaraciones explícitas en torno a dicha voluntad han sido numerosas, como numerosas también son las reflexiones en torno a la forma en que éste proceso debiera darse.

Es sabido que muchas de las organizaciones involucradas en este debate han sido protagonistas del proceso de revitalización de la lucha social y política de la última década. En gran medida, han sido actores relevantes en los procesos de dinamización de los movimientos sociales y en la emergencia de un nuevo actor político como es el Frente Amplio. Comparten, por tanto, una trayectoria común y se encuentran en sus espacios cotidianos de inserción social y política. De ahí que no resulta antojadizo pensar en construir un “territorio nuevo” que dé por superada las identidades particulares y constituya un proyecto político-orgánico con mayor capacidad de agenciamiento e incidencia. Por ende, asumimos que esto no es una mera ocurrencia movida por cálculos electorales coyunturales, sino que se trata de una apuesta de largo aliento, de carácter estratégico y que aporta a la consolidación futura del Frente Amplio como el espacio común de todas aquellas organizaciones sociales y políticas que tienen como horizonte la superación del neoliberalismo.

¿Qué consideraciones habría que tener en cuenta para que un proceso de este tipo resulte exitoso? A nuestro juicio, hay tres elementos sustantivos.

En primer lugar, habría que construir una caracterización del período conjunta. ¿Cuál es el diagnóstico que realizaría esta nueva fuerza política sobre el Chile actual?; ¿Qué balance realiza sobre el período transicional?; ¿Cuál es la tensión principal que sostiene el actual ciclo de lucha social y política (capital vs trabajo / neoliberalismo vs democracia /elites vs pueblo)? Estas y otras preguntas darían cuenta de una lectura compartida, punto de partida indispensable a la hora de encarar el segundo tiempo del Frente Amplio. Sobre esto, se podría presumir que podría ser la cuestión menos compleja, pues en materia de diagnóstico es donde aparentemente habría más sintonía. Sin embargo, ello no se puede dar por descontado. Hacerlo sería incurrir en un error que podría poner en tensión muy pronto al naciente proyecto político.

En segundo lugar, se debiera enunciar las tareas políticas (de tipo táctico y estratégico) que tendría que afrontar este nuevo espacio. ¿Cuáles serían los límites y contornos de la política de alianzas?; ¿Qué rol se le asigna a los /as trabajadores/as como sujeto de cambio?; ¿Cuál es el trazado táctico que permite ir dando cumplimiento a las definiciones de tipo estratégico? Este segundo nivel (ya en el plano de los contenidos proyectuales), podría resultar un poco más complejo, pues es aquí donde en la experiencia histórica de estos grupos se alojan los matices más claros. Si a ello sumamos el cómo abordar la cuestión internacional, nos podríamos encontrar con quizá la arista más difícil de abordar.

Por último, dotarse de una estructura orgánica no resulta una materia sencilla. Hay ciertos principios incubados en el seno de estas organizaciones, tales como la construcción de espacios deliberativos participativos, democracia interna, descentralización, direcciones paritarias, entre otros, que debieran proyectarse hacia el futuro. Al mismo tiempo, la tarea fundacional deberá considerar el no reproducir “lotes internos”, diluyendo lo antes posible las identidades particulares convergentes sin que ello signifique una renuncia a las experiencias acumuladas. ¿Cómo ir superando esas identidades particulares recogiendo al mismo tiempo la trayectoria y experiencia histórica que han acumulado las culturas políticas con disposición a converger? Ese es el gran desafío.

Sin duda, el año político 2018 será el momento para dar estos debates. Al no ser un año electoral, es el momento propicio para abrir esta conversación en ausencia de las urgencias que la disputa electoral acarrea a organizaciones que aún no gozan de una solidez orgánica como para reflexionar y avanzar con igual prestancia. Si ello no prospera, será muy difícil llegar a puerto en los años venideros, en que los intereses y aspiraciones particulares se fijarán en las contiendas municipales y parlamentarias del 2020 y 2021. Parece haber coincidencia en que este debate se debe hacer con la prontitud y, al mismo tiempo, la calma necesaria que permitan desarrollarlo con éxito político.

La eventual conformación de una nueva fuerza política puesta al servicio de la consolidación del Frente Amplio como el actor unitario, plural y diverso capaz de articular la lucha antineoliberal es una tarea posible de cumplir. Pero su sentido no puede ser el de un mero ejercicio sumatorio de siglas partidarias, un cálculo electoral o una búsqueda por generar ineficaces contrapesos o equilibrios al interior del Frente Amplio. En política, unificar la diversidad siempre es positivo, pero no a cualquier costo. Y, en este caso particular, sabemos que el bien mayor a resguardar es la exitosa unidad lograda a partir de la conformación del Frente Amplio. Dado esto, la tarea será articular la herencia de las tradiciones confluyentes con la invención de un nuevo espacio político capaz de fortalecer las energías transformadoras.

Alexis Meza Sánchez y Carlos Durán Migliardi