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Donald Trump, los noruegos y los países de mierda

Por: Álvaro Cuadra | Publicado: 30.01.2018
Donald Trump, los noruegos y los países de mierda |
El racismo aborrece la piel cobriza u oscura, tan distinta de los escandinavos; pero más aborrece la pobreza. De este lado del Atlántico se odia a los latinoamericanos pobres  mientras que al otro lado el odio apunta a los africanos y árabes que huyen de la guerra y la miseria.

El comportamiento público del presidente de los Estados Unidos no deja de sorprender. En la baraja de políticos mundiales, Donald Trump correspondería al “Joker” (el bromista, el loco); pues, es casi imposible saber cuál será su próxima bufonada. No está demás recordar que el “Joker” fue introducido en la baraja inglesa en los Estados Unidos hacia 1863; una carta comodín que no posee rango ni palo, de manera que puede travestirse en cualquier otra carta.

En una reciente intervención, Trump aludió con tristeza a cómo su país se llenaba de inmigrantes provenientes de “países de mierda” y no de  noruegos.  Tan lamentables palabras estaban dirigidas, en principio, a los ciudadanos de Haití y Salvador; sin embargo, por extensión, podemos inferir que dicho sentimiento incluye a todos los países pobres que otrora se denominaba “Tercer Mundo”

El presidente Donald Trump ha convertido en discurso público un cierto “sentido común” de clara odiosidad racista, muy expandido entre la población estadounidense  blanca, escasamente cultivada. Hagamos notar que el prejuicio racista no es exclusivo de los Estados Unidos y que se encuentra ampliamente difundido en Europa por estos días.

El racismo aborrece la piel cobriza u oscura, tan distinta de los escandinavos; pero más aborrece la pobreza. De este lado del Atlántico se odia a los latinoamericanos pobres  mientras que al otro lado el odio apunta a los africanos y árabes que huyen de la guerra y la miseria. En sociedades construidas en torno a la seducción del consumo y las tarjetas de crédito, no hay lugar para metecos muertos de hambre en las plazas de las grandes ciudades.

La gran paradoja de la globalización estriba, precisamente, en que es capaz de abolir las fronteras para el flujo de bienes, servicios y capitales; mientras,  al mismo tiempo, erige alambradas de púas para impedir el flujo de hombres, mujeres y niños. Ayer fueron los judíos en Alemania; hoy son los latinoamericanos en Estados Unidos; los árabes o turcos en Europa: Donald Trump, los noruegos y los países de mierda.

Álvaro Cuadra