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Opinión

La filosofía no es una disciplina, es una actitud

Por: Mauricio Enrique Vásquez Lastra | Publicado: 20.02.2018
La filosofía no es una disciplina, es una actitud socrates_muerte |
¿Qué tal si los filósofos, las filósofas o lxs filósofxs de este territorio empezamos por tener actitudes más filósoficas en esto que llamamos vida en vez de solamente seguir escribiendo papers académicos para la élite con respecto a qué dijo Sartre con ‘para-sí’ en la página 453 del capítulo III de su Ser y la Nada?

Estimada Asociación Chilena de Filosofía, Comunidad Filosófica y seguidores de El Desconcierto

Soy filósofo de oficio y quehacer cotidiano y profesor de filosofía de profesión, entre otras actividades en las que me desempeño.

Ya hace varios meses y años vengo siguiendo la llamada ‘defensa de la filosofía en los colegios’ y con profundo asombro y desconcierto me encuentro con la última carta de la Asociación Chilena de Filosofía con respecto a la situación que vive esta mal llamada disciplina en los liceos y colegios de este territorio que todavía llamamos ‘Chile’.

Al respecto me gustaría compartir con ustedes las siguientes inquietudes y reflexiones con el afán de la perspectiva en torno a esta problemática que se ha convertido en una secuencia casi telenovelesca de ‘tira y afloja’ que, por supuesto, desde esta vereda es más un ‘aflojar’ que tirar: sí pese a las palabras que siguen a continuación, me sitúo aún en vuestra vereda -suponiendo que sólo hay dos, tal como señala Juan Ayala-.

Lo primero que me gustaría acotar en esta discusión virtual es la noción que se presenta en esta carta y que la gran mayoría de profesores y profesoras de filosofía tienen con respecto a ésta misma: la noción de filosofía como disciplina. Y es que, desde mi parecer y siguiendo el planteamiento de otrxs pensadores, la filosofía más que una disciplina es una actitud a la cual podríamos agregar vital, si aún seguimos creyendo en la ya cuestionada dicotomía vida/muerte.

¿Qué quiero decir con esto? Que la filosofía más que una disciplina en la cual se desarrollen contenidos y transferencia de conocimiento filosóficos; la filosofía misma, como amor a la sabiduría, es un modo de estar en el mundo, de desenvolverse en el mundo que requiere entre otras cosas búsqueda, observación, experimentación, reflexión, duda, etc. tanto material como psíquica y/o espiritual. Aunque dichas habilidades no son de por sí propias a esta actitud.

Y aquí quisiera hacer hincapié con respecto a la habilidad de reflexión crítica que tanto es nombrada por profesores y defensores:

¡Pero qué soberbia de lxs profesores de filosofía para acuñarse e incluso querer adueñarse de dicha habilidad!

Pareciera que dijeran «la reflexión crítica es de nuestra circunscripción», al más puro estilo de las luchas de circunscripción de casos de delitos dadas entre policías que vemos en las series gringas. Me pregunto: ¿acaso el arte, la historiografía o la comprensión de la naturaleza no requieren una reflexión crítica para ser puestas en marcha? ¿Acaso la reflexión crítica no es potenciada y desarrollada por dichos haceres?

Insisto, ¿por qué entendemos que la reflexión crítica es una habilidad propia de la filosofía? Que la filosofía se vale de ella, evidentemente; pero que se encumbre la filosofía como el oficio por excelencia de esta habilidad me parece un acto arrogante y cargado de soberbia intelectual –o pseudointelectual-.

En segundo lugar: ¿qué es eso de que «una generación educada sin un espacio adecuado para la filosofía no puede sino dar razones de peso para presagiar un estancamiento de la misma sociedad, integrada por una población potencialmente acrítica e incapaz de reflexión autónoma»?

¿Qué sin filosofía la sociedad se estanca?

Al parecer hay un error tremendo de concepciones.

Que la persona amante del fútbol sea futbolista no es tal. Que la persona amante de la nobleza sea noble no es una condición necesaria. Que la persona amante de la sabiduría – llámese filósofx – sea sabia, no es una condición sine qua non. Lxs amantes no somos lo que amamos. Que podemos llegar a serlos dadas ciertas condiciones, sí claro: pero no lo somos. Y es que, desde mi parecer, no es la filosofía la que permite el avance de una sociedad o que la ausencia de aquélla llevaría a ésta a un estancamiento; sino más bien es la sabiduría misma y el hacer sabio lo que nos permite desenvolvernos y recrear el mundo (y preciso acotar que la noción misma de estancamiento contiene una suerte de iluminismo que por respeto espaciotiempo prefiero no poner en discusión).

Ahora bien, para que esta sociedad no se estanque no necesitamos sólo filosofía, necesitamos música, arte, ciencia, ingeniería, agronomía, economía, etcétera; pero sobretodo sabiduría en el área que sea que se quiera desempeñar.

Pero ¿qué es la sabiduría? Nos preguntamos: ¿cómo se ejerce la sabiduría? ¿Se ejerce? ¿Cómo llegamos a ser personas sabias?

Desde mi postura, el amor a la sabiduría es un acto que debiese estar en cada situación y hacer de quien así lo desee. No debiese plantearse como un «deber», pues ¿y si alguien no le interesa tener sabiduría en este mundo terrenal? ¿Por qué no permitirlo?

La sabiduría, el amor por ella por tanto no se enseña con más o menos horas en un modelo escolar ya carente e ilógico para la era que vivimos; es una actitud que antes que todo debiese llevar toda aquella persona que se diga a sí misma «profesora» o «maestra» o quien se quiera subir al púlpito del conocimiento y se crea con derecho a educar a alguien más, pese a que la educación bancaria ya fue desarmada teóricamente hace décadas. Dicho de otro modo, cualquier persona que se sienta con la capacidad, habilidad y/o llamado a compartir/construir conocimiento y enseñanza de vida con las demás personas, debiese tener de por sí una actitud filosófica más allá del área disciplinar en la que se desempeñe, sea un curso de termodinámica, de movimientos sociales y políticos de Chile siglo XX, un taller de máscaras, etc. Es la actitud de la maestría, más que del profesorado.

Cuidado de sí, cultivo de sí, experiencia de los otros

Por último, quisiera dar cuenta de que, en gran parte del planteamiento de la ACHIF y otros actos discursivos presenciados, se sigue circunscribiendo al quehacer filosófico en la reflexión ética. Si bien mucho tiene de cierto que de una u otra forma tener una actitud filosófica lleva a desarrollarse de tal o cual manera con la mismidad y la otredad, ésta no necesariamente se enfoca en eso. Seguimos con la actitud levinasiana de entender filosofía con ética humana aunque per se no es así. No necesariamente ésta quiere decir relación con lxs otrxs. Recordemos que por allá en la antigüedad antigua o en la más reciente las grandes reflexiones eran en torno a los astros, o en torno a la naturaleza no con el fin ínsito de obtener utilidades para nuestra especie humana, no necesariamente.

Ahora bien, y aquí viene el desconcierto y asombro que me genera el planteamiento de la ACHIF. Se menciona en esta carta dos veces la noción de utilidad. Uno en contraste con el cultivo de sí mismo, considerando que la búsqueda de la utilidad restringe este comedido y, en segundo lugar, reconociendo que el cuidado de sí permite reconocer valores propios más allá de la utilidad.

¿Y no es acaso que el planteamiento mismo desde donde se sitúa dicha defensa de la filosofía en los colegios es un planteamiento utilitario de la mal llamada disciplina filosófica? ¿No es que acaso se utilizan argumentos de utilidad de la filosofía para defenderla a ella misma aun cuando se menciona que la filosofía no se circunscribe a la lógica de la utilidad? Válgame dios.

Y no sólo eso, además se tiran dardos en contra de la competitividad cuando el gesto mismo de defender la filosofía como disciplina se enmarca, a conciencia o no, en una competencia por obtener más horas para tal o cual asignatura. Se debate con el poder con las lógicas del poder mismo. ¿Qué diría Foucault al respecto?

En definitiva:

¿Qué tal si los filósofos, las filósofas o lxs filósofxs de este territorio empezamos por tener actitudes más filósoficas en esto que llamamos vida en vez de solamente seguir escribiendo papers académicos para la élite con respecto a qué dijo Sartre con ‘para-sí’ en la página 453 del capítulo III de su Ser y la Nada?

¿Qué tal si en vez de reclamar por clases en colegios y liceos donde el modelo es aburrido, poco interesante y hasta alienante nos inventamos espacios nuevos para desarrollarnos?

¿Qué tal si dejamos de defender con argumentos muy en la línea del poder el espacio de la actitud filosófica en colegios y liceos y comenzamos a actuar filosóficamente día a día?

La filosofía no es una disciplina, es una actitud. Sí, ya lo mencioné, pero me gustaría que esta idea quede en el dispositivo mentocorporal de quienes lean esta carta, pues, es desde esta tesis desde donde podemos construir e implementar un modelo nuevo, pues es ésta tesis la que está muy emparentada con las mismas tesis acerca de que las ciencias no son una disciplina en sí misma sino también una actitud, o la historia, o la matemática; pues son modelos de pensamiento que hasta ahora no han sido más que parcelados y excluidos entre sí, cuando quizá ya sea hora de integrarlas en una escuela-otra que deje el modelo decimonónico donde las disciplinas corren cada cual por su carril. Y esto que digo no es nada nuevo. Modelos de escuelas-otras abundan. Aunque, al parecer, aún existen personas todavía no se enteran o, peor aún, todavía se embanderan con el modelo retrógrado y añejo que impera en este territorio que, lamentablemente, todavía llamamos «Chile».

Mauricio Enrique Vásquez Lastra