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Cámara lenta: Repetir

Por: David Bustos | Publicado: 28.06.2018
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Uno de los mejores cuentos acerca de la repetición lo escribió Alejandro Zambra, se llama Instituto Nacional 1 y aparece en el libro Mis Documentos. Trata de un chico (el 34) del Instituto Nacional, compañero del protagonista, que viene de repetir séptimo básico y vuelve hacerlo, pero pese a eso, a lo traumático de ser calificado como un “eterno repitente”, es el más sabio del curso

“Quiero estar solo en el río, en el río”

Christina Rosenvinge

A propósito del mundial de fútbol, me acordé de Marcelo Bielsa y el tema de las repeticiones. A un jugador una vez se le preguntó por el tipo de entrenamiento que hacía el rosarino, y dijo “hacemos muchas repeticiones”. Lo que significaba que repetían movimientos, para ser automatizados y de esa manera salieran lo más fluido posible, sobretodo en los momentos del partido en que precisamente las cosas no eran fluidas.

Hacemos una cantidad de cosas que repetimos, y que no sabemos, porque estamos automatizados, como los jugadores de fútbol de Bielsa. Fabián Casas relata al final de su libro de poesía Oda, que sólo cuando tuvo que arreglar unos zapatos, se percató de que el zapatero estaba a la vuelta de su casa. Sorprendido le preguntó cuánto tiempo llevaba el local ahí y él le contestó que casi 20 años. O sea, pasó por fuera de la zapatería con el piloto automático durante 20 años, sin darse cuenta. Y salió del “modo autómata” cuando realmente lo necesitó.

La rutina es una serie de repeticiones diarias, que de tan conocidas, apagamos los interruptores de nuestra percepción, como si con eso pudiéramos ahorrar energía.

Uno de los mejores cuentos acerca de la repetición lo escribió Alejandro Zambra, se llama Instituto Nacional 1 y aparece en el libro Mis Documentos. Trata de un chico (el 34) del Instituto Nacional, compañero del protagonista, que viene de repetir séptimo básico y vuelve hacerlo, pero pese a eso, a lo traumático de ser calificado como un “eterno repitente”, es el más sabio del curso, aunque la palabra “sabio” puede sonar exagerada, más bien es “sensible de manera poco habitual”. Es como si la repetición le hubiera entregado un suplemento nutritivo especial del contexto. El autor lo describe como alguien que “decía cosas que no salen en los libros”, o sea, aprende otras cuestiones que probablemente no le ayudan a pasar de curso, pero sí a aprehender de manera mucho más profunda e inquietante la realidad que lo rodea. Creo que este cuento finalmente trata de que lo repetido, muchas veces, puede ser interesante, aunque aparentemente siempre sea lo mismo, hay una variación interior, un misterio por resolver que nos compromete. Algo que podríamos llamar sabiduría del mantra.

Repetir para aprender, para memorizar. Repetir para que eso que se repite sea parte de ti. Como un rezo, una oración. Repetir que se le vaya el penal a Messi por ejemplo, o repetir para que por fin lo haga. Repetir un disco que te gusta miles de veces hasta que arruinas el gusto de escucharlo. Ser uno mismo es como la cantidad de veces que uno repite algo, una palabra, gestos o cosas que hacemos y que conforman en esa reiteración una suerte de límite del personaje. Quiero decir que en el fondo somos un estribillo dentro de una sinfonía de voces.

Dora, mi amiga que vive cerca, en una cabaña en medio de la cordillera de la costa, recalca que lo original, lo realmente original, es nacer y morir, porque se realiza una sola vez y es tan importante que no se necesita repetir. Le pregunté entonces ¿qué sucede con los que morimos y nacemos varias veces en la vida? Ella respondió; esos son los repetidores por excelencia, que incluso lo original y único, desean transformarlo en repetición.

David Bustos