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Edición independiente, ¿independientes de qué?

Por: Eduardo Farías | Publicado: 19.12.2018
Edición independiente, ¿independientes de qué? 48362617_2381537585249797_7058736166375260160_o |
Si un editor independiente se quiere apreciar como tal, debiese funcionar con una política alternativa: copyleft, Creative Commons, anticopyright. En el caso específico de la Furia del Libro, la decisión del comité organizador ha negado la validez del anticopyright como práctica alternativa y lo ha reducido a un concepto prejuicioso como lo es la piratería, cuando el anticopyright es un signo de independencia editorial y una perspectiva ideológica válida.

La Furia del Libro es la instancia en Santiago que reúne gran parte de la edición independiente y donde encontrar, como lector, aquellos libros  concebidos más allá de una lógica exclusivamente capitalista. Esta feria es una muestra de la bibliodiversidad de la producción (micro)editorial, muestra seleccionada bajo parámetros con los cuales es posible estar en desacuerdo cuando chocan con la chapa de independiente o lo que se entiende o se debiera entender por ella en el mundo editorial.

Históricamente, la Furia del Libro ha sido un espacio para la difusión de proyectos editoriales que están alejados de la autoedición, de la edición institucional y de la edición transnacional, por tanto, congrega a (micro)editoriales que apuestan por el rol cultural del libro, por géneros discriminados comercialmente y en muchas casos por un quehacer editorial más allá del copyright y de la formalidad económica. En ese panorama marcado por el respeto a la disidencia con las políticas capitalistas, la edición anarquista tenía su lugar. Este año, la piratería es una práctica sancionada y los principales perjudicados fueron justamente los editores ácratas, a excepción de Talleres Sartaña y Editorial Eleuterio.

Esta decisión sobre la convocatoria habla de una perspectiva ideológica y política que responde la misma pregunta incómoda de siempre: ¿qué es una editorial independiente?, es decir, ¿qué significa realmente usar la chapa de independiente en el sector editorial? Pues bien, la definición actual demarca su particularidad en la diferencia, respecto del binomio cultura/negocio, entre aquella y la edición de grandes grupos económicos; así se piensa con justa razón que la edición transnacional publica pensando, en último término, en la rentabilidad económica y la edición independiente, en cambio, lo hace pensando en la importancia cultural, literaria, política, social de un texto. Por tanto, el editor independiente continúa siendo un hombre de negocios, distinto al editor capitalista, pero todos respetando las reglas del capital y del Estado. La edición independiente es un movimiento que se plantea como un quehacer económico dentro del mercado y en contra de la concentración editorial, lo que se constituye como una lucha en la misma arena. Me pregunto si el editor independiente solo debiese cumplir aquel rol normado por el capital, como si solo existiese la definición actual.

Desde mi perspectiva, para que valga la chapa de independiente, la edición independiente no solo puede ser entendida como la lucha contra la concentración editorial en el mismo cuadrilátero, sino también como toda búsqueda y toda práctica de una edición alejada del capitalismo, desde perspectivas anti y poscapitalistas que afecten todos los procesos editoriales: política editorial, construcción de catálogo, contrato de edición, edición y corrección de estilo, diseño editorial, producción, difusión y distribución. Es evidente que en nuestro contexto el libro es una mercancía; sin embargo, su calidad de objeto de consumo se debe a que existe dentro del capitalismo, por tanto, un libro elaborado fuera del capitalismo es completamente posible y deseable, por esto es necesario separar las aguas entre estos dos conceptos: los procesos editoriales no dependen exclusivamente del capitalismo, aunque el libro sea un producto creado dentro del capital.

Una ejemplo de independencia en el quehacer editorial, más allá del rol cultural como política editorial, es la política de copyright (no confundir con derecho de autor). El copyright tal y como lo conocemos es el acuerdo comercial editorial que mantiene y promueve la lógica capitalista en el mundo editorial, pues el autor cede su derecho patrimonial de su obra a un editor mediante un contrato que establece la exclusividad del acuerdo, lo que niega la posibilidad de que aquella obra aparezca en otro catálogo, en otra editorial. El copyright es el monopolio del contenido. Pues bien, si un editor independiente se quiere apreciar como tal, debiese funcionar con una política alternativa: copyleft, Creative Commons, anticopyright. En el caso específico de la Furia del Libro, la decisión del comité organizador ha negado la validez del anticopyright como práctica alternativa y lo ha reducido a un concepto prejuicioso como lo es la piratería, cuando el anticopyright es un signo de independencia editorial y una perspectiva ideológica válida.

Entonces, por una parte, la edición independiente es un combate cultural en el mercado como arena, también es un quehacer depurado de prácticas capitalistas y hay más: la edición independiente debiese contener toda práctica alejada del Estado y de su control. Desde sus inicios, el Estado chileno ha estado encargado de organizar legalmente un sistema económico que promueve la riqueza y la pobreza extremas, que se sustenta con la explotación del hombre por el hombre. Es complejo hablar de la relación de la edición independiente y el Estado, hasta qué punto un editor (se) aprovecha la ayuda estatal o depende completamente de ella; más allá de la disyuntiva, la edición independiente también es el quehacer editorial fuera del Estado y del Servicio de Impuestos Internos, lo que debiera ser respetado como opción válida, como una muestra de independencia editorial.

Para concluir, la exclusión de este año de una parte de la edición ácrata en La Furia del Libro, que ha estado presente en versiones anteriores, muestra lo laxa que es la definición de edición independiente, cuya complejidad escapa a la concepción actual. Desde mi perspectiva, cada editor puede hacer lo que quiera con su editorial, pero para que valga la alegría usar la chapa de independiente, es necesario preguntarse qué significa el concepto, qué implica en la práctica editorial, es decir, qué prácticas editoriales son propias del capitalismo y creemos que son del quehacer editorial y no lo son, qué prácticas editoriales honran la chapa. Si no se ahonda en la definición de edición independiente y en las prácticas editoriales, la broma (¿independiente de qué? ¡De nada!) tendrá el mismo valor de verdad que tiene en la actualidad al mostrar la grieta en la palabra.

Eduardo Farías