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Revolucionar la Democracia

Por: Ricardo Díaz | Publicado: 27.12.2018
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Para que siga siendo este partido, los que militamos debemos entender que el diálogo es necesario y que no puede haber temas censurados. Lo que le falta a la clase política chilena es transparencia. Es precisamente terminar con el secretismo al que solo algunos privilegiados acceden. Revolución Democrática está justo en medio de una coyuntura que le abre dos caminos, el primero recuperar su vocación original o transformarse en un partido más liderado por castas de privilegiados.

Hace treinta años los chilenos decidimos recuperar la democracia, enfrentando el miedo que la dictadura imponía con la esperanza de la alegría. Los que vivimos y luchamos ese año, recordamos con orgullo como poco a poco se fue contagiando nuestra sociedad con la necesidad de terminar con el silencio cómplice y empezar a hablar de justicia y democracia.

Hannah Arendt explica que el origen de la democracia en Grecia se debe a una condición particular de esta sociedad: en un momento decidieron que todos los ciudadanos tenían los mismos derechos (isonomía) y tenían el mismo derecho a ser oídos y a expresarse (isegoría). Es así como la política se instala en la capacidad de generar un lugar en donde es posible entablar un diálogo entre personas libres, un lugar al cual todos y todas estamos convocados.

Es un diálogo en el que todos podemos participar, sin embargo, con el paso del tiempo y producto del duopolio, ese diálogo se fue estrechando, se convirtió en una conversación cerrada entre algunos privilegiados. De pronto nos dimos cuenta de que existían cocinas en que solo algunos exclusivos podían asistir y fuimos espectadores de cómo se repartían el país. La democracia se nos había perdido y dos posturas se fueron acrecentando: por un lado aquellos que desean volver a la falsa “seguridad” del autoritarismo movidos por el miedo a lo distinto y por otro lado, aquellos que creemos que debemos recuperar la política para que todos y todas puedan participar del diálogo que construye un país.

Revolución Democrática nace para recuperar la política, para volverla a la ciudadanía y garantizar una sociedad de derechos para ciudadanos, alejada del esquema mercantil que nos quiere transformar solo en meros consumidores. Revolución Democrática es un partido que nos permitió recuperar la esperanza en la construcción de una nueva sociedad.

Para que siga siendo este partido, los que militamos debemos entender que el diálogo es necesario y que no puede haber temas censurados. Lo que le falta a la clase política chilena es transparencia. Es precisamente terminar con el secretismo al que solo algunos privilegiados acceden. Revolución Democrática está justo en medio de una coyuntura que le abre dos caminos, el primero recuperar su vocación original o transformarse en un partido más liderado por castas de privilegiados.

Frente a esta coyuntura, es relevante ser transparentes: no hay temas ocultos a la ciudadanía, las crisis se llaman crisis y no se tratan de esconder a la opinión publica, porque nuestra consigna debe ser precisamente dar cuenta a la gente de un actuar distinto a los partidos tradicionales, por lo que eso de que “la ropa sucia se lava en casa”, muestra que aún tenemos en nuestro ADN el gen del secretismo. Por lo mismo es un error querer concentrar el poder en unos pocos, parlamentarizar al partido y creer que solo los diputados pueden liderarlo es una equivocación, que no tiene relación con las capacidades de una u otra candidata a presidirlo, ya que ambas tienen méritos suficientes, sino que se requiere devolver el poder a las bases y que los parlamentarios se alineen con el partido y con las necesidades de los distritos en los que fueron electos(as) y no que el partido deba estar al servicio de sus agendas. Hoy la opción que mejor representa esta mirada es la lista que encabeza Javiera Parada y a cuyo trabajo me sumo con la misma fuerza con la que trabajé cuando iniciamos el trabajo partidario, logrando que nuestra región de Antofagasta fuese la primera en reunir las firmas para convertirnos en partido.

RD es más que un grupo de amigos que quieren hacer política, es un partido donde confluyen miradas que buscan representar a la ciudadanía que siente cómo el neoliberalismo lejos de darles oportunidades les niega sus derechos y continúa beneficiando al poder económico, que por décadas financió incluso a sus representantes. Tenemos claro que nuestro domicilio es el Frente Amplio y en eso no hay que perderse, sin embargo, se requiere conciencia de la diversidad y complejidad de los territorios, teniendo claridad de que es necesario para responder a la gente, liderar los gobiernos locales. Al cerrar toda posibilidad de acuerdo no solo es autoengañarnos, sino que restarnos a posibilidades que permitan justamente que el Frente Amplio pueda dar respuesta a la ciudadanía que ve en nuestro proyecto una real posibilidad de terminar con las administraciones de derecha y devolver la democracia a las personas.

Ricardo Díaz