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Por leer a Lemebel

Publicado: 07.02.2019

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Hay tanto que preguntarnos y preguntar, que duele. Hay preguntas que abren surcos y dejan marcas que son tatuajes en la historia.

Sin ningún escándalo, un profesor fue cambiado de establecimiento por intentar que sus alumnxs leyeran a Lemebel. En la comuna vecina otro alcalde inaugura una biblioteca Pedro Lemebel, y se organiza una Feria del Libro con el mismo nombre. Se publican simultáneamente cinco libros en Chile sobre Pedro Lemebel. Y circulan obras de teatro basadas en sus escritos. Muchos han hecho de él una figura icónica, por el atrevimiento que significó y proyecta. Otros se han colgado de su talento, los más, usufructuando de esa imagen rebelde y profundamente política.

Un director de liceo decide “retirar” al profe que únicamente propone una lectura literaria de una figura que nos enorgullece desde su pluma y su devenir político que, con su gesto de vivir, cambió para siempre la literatura en nuestro país. La conducta de ese director es vergonzosa y un personaje así nunca debería dirigir un establecimiento educacional. Nada: no tiene criterio, formación ni inteligencia para dirigir.

Pedro Mardones, antes de ser Lemebel, también fue un profesor despedido. La discriminación “por sospecha” en este caso de ser gay, le impidió seguir dando clases de Artes Plásticas. Con su ácido humor encubrió el dolor que le causó ese despido. Estoy segura de que hubiera hecho una campaña gigantesca para que el profesor fuera reconocido y el director destituido para siempre. Pedro no está, y le caía muy bien el alcalde de la comuna que lo discrimina. Lo habría increpado en público, seguro, lo habría “expuesto”, como le gustaba decir.

Nos es fácil criticar las políticas de la derecha (obvias en su intento recalcitrante de disfrazar de modernidad la ñoñería), pero nos es difícil exigirle a los “nuestros” tener consecuencia, una palabra en desuso que debiera ser estandarte para la humanidad.

No sé dónde irá a parar ese mártir de la educación en la diversidad y el pluralismo. Donde sea que esté, le doy las gracias y le pido perdón en nombre de la ausencia. Los chicos y chicas que fueron privados de una lectura crítica de la obra notable de quien fuera un vecino de ese barrio, que vivió el desprecio y el reconocimiento, podrán leerlo en la biblioteca que justamente lleva su nombre y educarse, así, al otro lado de los muros de ese establecimiento “educacional”.

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