Avisos Legales
Opinión

Israel y la cultura de la impunidad

Por: Mauricio Amar Díaz | Publicado: 02.04.2019
Israel y la cultura de la impunidad palestina-marcha-retorno-compressor.jpg_1718483347 |
En la medida en que los Estados más criticados por sus violaciones a los Derechos Humanos se acercan a Israel, comienza inmediatamente a decaer la crítica a sus fechorías. Así, la impunidad de Israel se ha extendido a Arabia Saudita, que ha convertido a Yemen en una nueva Gaza, o a Egipto que ha reforzado las políticas de represión contra la sociedad civil organizada. Mientras, toda la atención de la prensa se centra en la Venezuela de Maduro, como si representara el peor de los males, que a estas alturas, debe suponerse que su pecado es no estar alineado con Israel y la extrema derecha.

El 30 de marzo los palestinos conmemoraron el Día de la Tierra. En 2019 la fecha tiene un significado especial, pues se cumplirá un año desde e inicio de la Marcha por el Retorno, una serie de manifestaciones contra el bloqueo a Gaza donde han sido asesinadas más de 190 personas, de entre ellas al menos 35 niños, y heridas más de 9 mil, a manos del ejército israelí. Recientemente un informe de Naciones Unidas advierte que la represión israelí ha llevado a cabo crímenes contra la humanidad en tanto “mataron y hirieron a manifestantes palestinos que no representaban una amenaza inminente de muerte o de lesiones graves para otros cuando fueron baleados, ni participaban directamente en hostilidades […] Alternativas menos letales seguían disponibles y había defensas considerables, lo que hacía que el uso de la fuerza letal no fuera necesaria ni proporcionada y, por lo tanto, impermisible» [1].

Estos crímenes contra la población palestina se cometen en un contexto específico que es el estrangulamiento de una población de 1.5 millones de personas, que lleva casi 12 años enfrascada en un territorio minúsculo que Israel controla por tierra, mar y aire. Sin posibilidades de generar una economía propia, con su infraestructura totalmente destruida por los bombardeos sionistas, con una creciente tendencia de Egipto a alienarse con las posiciones israelíes para reforzar el bloqueo, y con una sociedad israelí acrítica de los procesos que han conducido al Estado a un sistema de Apartheid, la Marcha por el Retorno somatizó no tanto una estrategia política, sino una indignación generalizada, incluso contra el gobierno de Hamas que ha contribuido más a la represión de los palestinos que a apoyar el levantamiento.

La situación de Gaza es desesperada, pues ha sido utilizada por Israel como un experimento de aniquilación masiva, y todo ello se ha dado con la complicidad de la comunidad internacional que, como dice Saeb Erekat, funciona en una cultura de la impunidad. Vemos empresas internacionales que trabajan en asentamientos israelíes –dice Erekat–; países que siguen vendiendo armas a Israel a pesar de sus repetidas violaciones del derecho internacional humanitario; un aumento del turismo de colonos, que contribuye a la empresa ilegal de asentamientos coloniales” [2]. Incluso debemos ir mucho más allá que Erekat, pues el problema de Palestina no es el financiamiento a una actividad ilegal israelí, por ejemplo, al ejército que luego bombardea a la población civil, o los asentamientos ilegales que colonizan el territorio en Cisjordania y Jerusalén. El problema radica en la normalidad con la que el Estado de Israel opera en la comunidad internacional, convirtiendo incluso al propio derecho internacional en una letra muerta, cuyas violaciones no tienen ningún impacto.

La misma Unión Europea que de tanto en tanto escupe alguna retórica por los derechos de los palestinos, mantiene desde 2000 el Acuerdo de Asociación UE-Israel, que fue seguido por una serie de otras medidas de liberalización del comercio, integrando a Israel como socio preferente de la UE [3]. La cultura de la impunidad, en este sentido, funciona para sostener el Apartheid en Palestina legitimando no a los asentamientos, sino al Estado que es responsable de ellos. De esta forma, la propia UE puede tener una política de etiquetación de los productos que provienen de las colonias ilegales, a sabiendas que éstas no representan ni un 1% de la economía israelí, y al mismo tiempo potenciar la ocupación militar de Palestina integrando a su ejecutor que, insisto, no son los colonos, sino Israel en tanto Estado.

Cuando aparece, sin embargo, una crítica real a Israel dentro de los países desarrollados, todo un aparato de normalización cae sobre ella, ya sea para prohibirla o acallarla. Así ha ocurrido con la campaña por el Boicot Desinversión y Sanciones contra Israel (BDS) que ha sido perseguida en Francia por el solo hecho de plantear una alternativa de resistencia pacífica contra la ocupación de Palestina, llegando al punto de que el propio presidente Macron igualara el boicot con el antisemitismo [4]. Del mismo modo en Inglaterra, el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, ha sido acusado de antisemitismo por apoyar la autodeterminación de los palestinos [5] y la parlamentaria estadounidense Ilhan Omar por denunciar el poder del lobby sionista en el Congreso [6]. Toda esta maquinaria de poder que se cierne sobre la crítica a Israel ha contribuido también a un reforzamiento de las extremas derechas en el mundo, que a fin de cuentas se han alimentado de este “pasarse de la raya” israelí, para hacer lo mismo con el lenguaje dirigido hacia los inmigrantes y el reforzamiento de la narrativa nacionalista.

Los medios de comunicación, en este sentido, han contribuido de manera severa a que la imagen de Israel goce de impunidad, mostrando siempre la ocupación como una suerte de enfrentamiento entre iguales o, peor aún, patrocinando las bondades de Israel para el turismo o promocionando alguna actividad que su embajada local financie. Y es que la impunidad necesita cómplices, porque de lo contrario, en esta época de información desbordada, las imágenes hablarían por sí solas. Se requiere un aparato de producción que regule las imágenes, haciendo de ellas un cuadro para los espectadores que sea consistente con los intereses de los Estados y sus relaciones comerciales y militares con Israel. “Un muro de silencio protege activamente la impunidad jurídica, política y económica de que goza Israel –dice Peter Osborne–. También mitiga activamente la posibilidad de que no se reanuden las negociaciones. Sin presión, no hay ningún incentivo para que este gobierno religioso nacionalista de Israel negocie” [7].

En la medida en que los Estados más criticados por sus violaciones a los Derechos Humanos se acercan a Israel, comienza inmediatamente a decaer la crítica a sus fechorías. Así, la impunidad de Israel se ha extendido a Arabia Saudita, que ha convertido a Yemen en una nueva Gaza, o a Egipto que ha reforzado las políticas de represión contra la sociedad civil organizada. Mientras, toda la atención de la prensa se centra en la Venezuela de Maduro, como si representara el peor de los males, que a estas alturas, debe suponerse que su pecado es no estar alineado con Israel y la extrema derecha.

Y ahí, sin embargo, están quienes resisten. Los de la Marcha del Retorno, haciendo de su cuerpo un arma de resistencia contra la gramática de violencia que ensombrece el mundo. De seguro que ellos no podrán romper con el acorazado de impunidad con que se viste Israel, pero su lucha abre también un campo de sentido diferente al de la tradicional resistencia violenta. Es resistencia pacífica que sola morirá sin ser recordada, pero que está interpelando a todo el mundo  para oponerse al trágico avance del fascismo. Y la herramienta que tiene hoy el mundo, para el caso concreto de Palestina, es una resistencia pacífica extendida, como la que encarna el BDS. No tanto para terminar con la ocupación de un determinado pueblo, sino para romper los muros que  Israel y los Estados más poderosos han ido levantando frente al pensamiento crítico.

NOTAS

[1] The New York Times, 28 de febrero de 2019. URL: https://www.nytimes.com/2019/02/28/world/middleeast/israel-crimes-against-humanity-gaza-un.html

[2] Erekat. S. The truth is out about Israel’s lethal actions in Gaza. Will the world listen?, en The Guardian, 12 de marzo de 2019. URL: https://www.theguardian.com/commentisfree/2019/mar/12/israel-gaza-un-2018-protests-occupation

[3] Ver Comisión Europea. URL: http://ec.europa.eu/trade/policy/countries-and-regions/countries/israel/

[4] Ver Abunimah, A. France to criminalize anti-Zionism, en Electronic Intifada, 21 de febrero de 2019. URL: https://electronicintifada.net/blogs/ali-abunimah/france-criminalize-anti-zionism

[5] Ver Samih Khalidi, A. Siding with the Palestinian struggle is not antisemitic, en The Guardian, 28 de agosto de 2018. URL: https://www.theguardian.com/commentisfree/2018/aug/28/palestinian-struggle-jeremy-corbyn-zionism

[6] Abunimah, A. Ilhan Omar under attack for telling truth about Israel lobby, en Electronic Intifada, 11 de febrero de 2019. URL: https://electronicintifada.net/blogs/ali-abunimah/ilhan-omar-under-attack-telling-truth-about-israel-lobby

[7] Osborne, P. How the UK’s wall of silence gives Israel impunity for its actions, en Middle East Eye, 15 de mayo de 2018. URL: https://www.middleeasteye.net/opinion/how-uks-wall-silence-gives-israel-impunity-its-actions

Mauricio Amar Díaz