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¿Qué le decimos al ministro Monckeberg? Not today

Por: Richard Sandoval | Publicado: 07.05.2019
¿Qué le decimos al ministro Monckeberg? Not today nicolas m | Foto: Agencia Uno
Lo que Monckeberg y su clase política y social le está diciendo a esa señora que vive en San Bernardo y hace el aseo en La Dehesa, lo que Monckeberg está diciendo a ese operario que vive en Puente Alto y trabaja en una industria de Quilicura, es un burdo intento por defender una reforma laboral que no es más que un disfraz de la continuidad de la asimetría entre el poder de un empleador y un trabajador. Lo que le está diciendo es: usted va a seguir trabajando las mismas ciento ochenta horas a la semana que trabaja hoy, las mismas 200 horas más al año que el promedio de los países OCDE, pero ahora va a poder administrar su agobio, va a poder administrar su estrés, su depresión, su explotación, su esclavitud, poniendo el despertador incluso más temprano para trabajar las mismas horas y ganar el mismo sueldo. Va a poder elegir en cuantas horas apretadas y seguidas lo van a seguir explotando.

La invitación del Ministro Nicolás Monckeberg a los trabajadores de las periferias de Santiago y de las grandes ciudades de Chile a que se esfuercen un poco más, a que se levanten más temprano para entrar a la pega a las siete y media de la mañana y “ahorrarse el taco” -para su presunto beneficio- no sólo es vergonzosa, ridícula, y burlesca hacia quienes efectivamente ya se levantan todos lo días a cinco y media, seis de la mañana para entrar a sus trabajos; la invitación no sólo es burlesca hacia quienes ya están viviendo al límite, hasta el cogote, sin ver a sus familias y sin dormir lo que deben dormir producto del agobio del sistema laboral y los bajos sueldos y las deudas y las alzas; sino que es también una muestra pura de la inmensa desconexión con la realidad que tiene este gobierno, este grupo de administradores del poder acostumbrados a la vida al alcance de la mano, al control efectivo de sus tiempos, planes y horizontes, no como los pobres y los “clase media” atados de manos y pies a trabajos extenuantes para sostener vidas medianamente dignas.

Lo que Monckeberg y su clase política y social le está diciendo a esa señora que vive en San Bernardo y hace el aseo en La Dehesa, lo que Monckeberg está diciendo a ese operario que vive en Puente Alto y trabaja en una industria de Quilicura, es un burdo intento por defender una reforma laboral que no es más que un disfraz de la continuidad de la asimetría entre el poder de un empleador y un trabajador. Lo que le está diciendo es: usted va a seguir trabajando las mismas ciento ochenta horas a la semana que trabaja hoy, las mismas 200 horas más al año que el promedio de los países OCDE, pero ahora va a poder administrar su agobio, va a poder administrar su estrés, su depresión, su explotación, su esclavitud, poniendo el despertador incluso más temprano para trabajar las mismas horas y ganar el mismo sueldo. Va a poder elegir en cuantas horas apretadas y seguidas lo van a  seguir explotando.

Porque va a seguir trabajando exactamente las mismas horas a la semana, al mes y al año, pero ahora será el dueño de su explotación, una propiedad tan bonita y beneficiosa que la va a poder usar levantándose en la madrugada, antes de que cante el gallo: todo con el objetivo de no bajar sus horas dedicadas al trabajo, todo con el objetivo de no tocar las horas que el trabajador chileno le dedica al bendito patrón. Porque para Monckeberg, Piñera y Chile Vamos es mejor que usted se levante con las gallinas para que en la tarde pueda ver a sus hijos que reducir la jornada laboral, manteniendo y hasta aumentando la productividad, como lo ha planteado la diputada Camila Vallejo en un proyecto de ley. ¿No sería mejor tomar ese proyecto de Ley de 40 horas semanales para dar más tiempo libre a un trabajador que obligarlo a levantarse con grados bajo cero mientras el gerente seguirá llegando a la hora que se le ocurra levantarse y pagando lo mismo?

El ministro Monckeberg debe entender que lo que está ofreciendo, su reforma de “trabajador chileno administre su tiempo”, no es un premio; y no mejora considerablemente las condiciones de trabajo y de vida de los chilenos. El ministro Monckeberg debe entender que la oferta de entrar más temprano suena como una inyección de más abuso que un alivio, porque la gente que vive agobiada, la gran mayoría de la población trabajadora, vive así porque ya trabaja más de lo que debe trabajar, porque ya se sobreexplota haciendo horas extras, porque ya se sobreexige con dos o tres trabajos, algunos formales y otros informales, pololitos, complementos. Lo que la gente necesita no son alternativas ridículas para ahorrarse el taco, porque el taco no es el corazón del problema de esclavitud moderna en que vivimos: el problema es que se necesitan mejores sueldos que nos saquen de la realidad que indica -según Fundación Sol- que «la mitad de los trabajadores en nuestro país no podrían sacar a sus familias de la pobreza, tomando en cuenta sus reducidos ingresos mensuales por concepto de trabajo”.

El problema es que se necesitan más derechos de negociación para pararse de tú a tú con un patrón, más sindicalización que haga que las huelgas sean efectivas y garanticen un avance en el combate contra la desigualdad ¡Porque sólo así se mejoran los sueldos y el poder real para que un individuo pueda organizar su tiempo de presencia en la empresa y no sea atropellado por el jefe! Lo que se necesitan no son ideas que se burlan de la gente que trabaja hasta enfermarse; lo que se necesita es cambios al corazón de nuestro sistema asfixiante, es bajar las horas semanales de trabajo, no jugar con nuestros tiempos, no invitar a jornadas de doce horas que más el traslado se vuelven quince, no invitarnos a dormir con la ropa puesta como si fuéramos dados que el capitalismo lanza en un tablero que lo único que garantiza es que a los patrones no los toquen. Lo que se necesita es una reforma laboral con negociación por rama, con huelga efectiva sin reemplazo, con titularidad sindical, con reducción de jornada, con contratación de honorarios ilegales; no ocurrencias que parecen chistes. Lo demás es humo.  Humo que nos lleva a preguntarnos ¿Qué le decimos al ministro Monckeberg? Not today

Richard Sandoval