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Opinión

El viejo cuento de la clase media protegida de Piñera

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 01.06.2019
El plan “clase media segura” es una plataforma digital donde se podrán encontrar 70 beneficios estatales (subsidios, seguros, becas) que ya existían y que corresponden a 11 ministerios. Entendiendo las complejidades y paradojas de la sociedad actual, resulta ingenuo pretender, desde una plataforma web que contiene beneficios ya existentes desde hace tiempo, calmar la sensación de temor que las capas medias experimentan hacia un futuro que, en el contexto de una globalización compleja, venga a arrebatarles el bienestar conseguido hasta ahora.

La reciente y exitosa rutina del humorista Felipe Avello en el festival de Viña del Mar comenzaba con una alusión a su cuna ochentera: “soy de Lota, de origen sencillo, de una ciudad esforzada. Pero, la verdad, es que tengo los peores recuerdos de entonces”.  Luego continuó la presentación relatando su aterrizaje en el Santiago de los noventa, donde llevó una esforzada dinámica como trabajador de una transnacional de comida rápida, reconociendo que aquellos fueron tiempos de carrete y precaridad que no le gustaría volver a vivir. Pero les reconocía como años fundamentales, previo a su aterrizaje en el presente exitoso.

Aun cuando se trata de un stand comedy, el relato del comediante de 44 años, oriundo de la región del Biobío, describía con certeza la ruta económica, social y cultural recorrida en las últimas 3 décadas por un sector mayoritario de chilenos, quienes de seguro se reconocieron como parte de aquella capa media emergida (a punta de deseo de reconocimiento, esfuerzo y deuda) desde las cenizas de los ochenta.

Aquella rutina develaba las transformaciones ocurridas en Chile, como país que mutaba desde una comunidad movilizada por la conciencia moral única (el país del siglo XX), a una sociedad moderna (post Concertación) motorizada por el intercambio.

El sociólogo alemán Ferdinand Tönnies caracterizaba a la sociedad moderna como aquella que opera sin una conciencia colectiva y considera absurda las tradiciones, el linaje y las elites. Se trata de sujetos que se individualizan, poseen diversas conciencias morales y sus relaciones están mediadas por la voluntad y no por factores involuntarios.

Algunos sociólogos y filósofos contemporáneos le definen como sociedad de la hiper modernidad, misma que en las encuestas se declara feliz con su vida íntima, pero con el mismo entusiasmo, reconoce estar disconforme con las instituciones y la vida en colectivo. Es un estado de ánimo persistente que uno puede constatar en el día a día y que tiene que ver con las ambivalencias propias de las sociedades del capitalismo moderno.

Lo cierto es que nunca en Chile habíamos vivido en una época de mayor abundancia y bienestar que esta y, al mismo tiempo, nunca habíamos tenido tan alta percepción de carencia.  La literatura define a este fenómeno como la paradoja del bienestar.

Esta paradoja o ambivalencia de las sociedades de consumo, por supuesto que permearon a las capas medias de Chile, vale decir, a ese 79.3% (13.529.811 de personas) que según la última encuesta CASEN no figuran en situación de pobreza multidimensional.

Es a este grupo de ciudadanos, movilizados por la pasión del consumo, a quienes la elite política, desde el Frente Amplio a la derecha de José Antonio Kast, ha intentado interpretar a punta de encuestas y anuncios. Se trata de sujetos con preferencias políticas volátiles que no dudan en marcar el voto de acuerdo a su convicción de autonomía, desde donde disciernen para ajustar una oferta política, a su plan íntimo de existencia. Es una especie de consumo llevado al diseño de la propia vida.

He aquí un presente social y cultural que perturba a izquierdas y derechas, dejando a la elite política como aquel niño con vendaje que busca golpear su piñata de cumpleaños.  La izquierda lo intenta ofreciendo un regreso a la conciencia colectiva del siglo XX; y la derecha con el crecimiento económico como única posibilidad de golpe.

Es la constante de los gobiernos post Concertación: intentar calmar los desasosiegos de la hiper modernidad con paternalismos morales y económicos.  Por un lado, Piñera creyó que a punta de fanfarronería empresarial podía ganar la lealtad de un país de emprendedores y; por otro, la Nueva Mayoría imaginaba un Chile que pretendía abrir las grandes alamedas que le liberarían del consumo abyecto.

Es probable que Piñera ganara su segundo mandato gracias al voto de castigo que la ciudadanía diera a una mesiánica Nueva Mayoría que comenzaba a tratar de arribistas a quienes matriculaban a sus hijos en colegios privados. Pero también es probable que el actual gobierno termine el año con el fantasma de Bachelet instalado, luego de mostrarse como una administración sin control de agenda, con impresionantes conflictos de intereses, sin capacidad de cumplir su promesa de crecimiento económico y que ha parecido más preocupado de la situación interna de Venezuela, que en la redacción de leyes,  como ocurriera con el “error” en la promulgación de la denominada ley “pago oportuno”, que impide a las pymes demandar a grandes empresas.

Por lo anterior es que el gobierno busca de manera desesperada recuperar la confianza de las capas medias y, para ello, no encontró nada mejor que recurrir al  eslogan de su campaña presidencial “clase media protegida”, concepto que hoy es presentado por el ministro de Desarrollo Social, Alfredo Moreno (mismo que hace exactamente un año atrás hiciera la presentación del fallido Plan Araucanía).

En concreto, el plan “clase media segura” es una plataforma digital donde se podrán encontrar 70 beneficios estatales (subsidios, seguros, becas) que ya existían y que corresponden a 11 ministerios.

Entendiendo las complejidades y paradojas de la sociedad actual, resulta ingenuo pretender, desde una plataforma web que contiene beneficios ya existentes desde hace tiempo, calmar la sensación de temor que las capas medias experimentan hacia un futuro que, en el contexto de una globalización compleja, venga a arrebatarles el bienestar conseguido hasta ahora.

Pero más que ingenuidad, resulta sorprendente constatar que la elite política, después de tanta agua corrida bajo el puente cultural del siglo XXI, continúe no sabiendo interpretar a los grupos medios y, por el contrario, por más  esfuerzo discursivo y publicitario, termine gobernando lejos de sus valores y expectativas.

Quizás el mayor temor de la clase media no pase sólo por la guerra comercial entre Estados Unidos y China, o por el constante aumento de la gasolina. Puede que la clase media se vea indefensa en un país que en pleno siglo XXI descubre a sus instituciones permeadas por una corrupción que nos parecía exclusiva de países vecinos. También puede que la clase media se sienta poco interpretada con un gabinete conformado por ministros que provienen de los colegios más caros y católicos del país. Y como no, es factible que la clase media sienta frustración al ver viajar en el avión presidencial y en el marco de una gira de Estado, a los hijos del Presidente para beneficio de sus negocios particulares.

La clase media, en el fondo, parece sentirse hoy más segura en la movilidad del mercado, que en el estancamiento de un Estado administrado por elites que se comportan muy por debajo del estándar competitivo y democrático existente en las sociedades de consumo.

Cristián Zúñiga