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Opinión

Discriminación y racismo en Chile, imaginarios de una identidad blanqueada

Por: Carolina Vera González y Diego Figueroa Díaz | Publicado: 17.08.2019
Discriminación y racismo en Chile, imaginarios de una identidad blanqueada Inmigrantes haitianos, foto referencial |
Destacar la forma en que Palacios nombra al mestizo como sinónimo del roto, es poner en escena un problema que toca a la forma de pensar del chileno. Nadie quiere ser mestizo ni menos roto. Mestizo es tener que ver con lo indígena, roto es ser pobre, estar en el “bajo fondo social”. Mestizo y roto aluden a una realidad que debe ser tachada, cubierta por esa “unidad nacional”, por el “blanqueamiento” que propone Encina: mestizos sí, en algún remoto lugar de nuestra historia, pero ahora, civilizados, modernos, europeos.

Históricamente la humanidad se ha vinculado a procesos de movilidad y desplazamiento, guiados principalmente por la necesidad de encontrar mejores condiciones de vida y habitabilidad, situación que se ha replicado igualmente en la historia de Chile. Dicho proceso es apreciable en diferentes periodos y en diversos grupos humanos, gran parte del desplazamiento que se produce a nivel mundial, es forzado por una serie de factores que provoca que tanto adultos como niños, niñas y adolescentes (NNA) migren de sus localidades natales, dadas las crisis sociales en los distintos territorios, situación que les expone a vulneraciones/violaciones de sus derechos.

En América Latina si bien la migración estuvo presente por medio de los diversos pueblos que habitaban tanto en el norte, centro y sur del continente. El gran auge de la migración forzada fue, a juicio de los/as expertos/as la esclavitud, que llegó junto a la invasión de los imperios europeos español, francés y portugués.

La esclavitud entendida como una forma de control tanto económico, político, cultural y social que un grupo humano ejerce por sobre otro, mediante la violencia y la implementación de leyes que los/as amparan y que posicionan a las personas esclavizadas como oprimidas, como un/a “Otro/a” des-humanizado/a e invalidado/a.

En Chile el período de esclavitud fue silenciado por la historia oficial, donde muchos autores niegan la presencia de personas sometidas afrodescendientes o derechamente afirman que dadas las condiciones climáticas del país, no habrían sobrevivido. Dando paso a una imagen blanqueada, donde se recalca el proceso de mestizaje con los/as europeos/as, destacando su piel clara y en tanto al legado aborigen, su fortaleza.

Así se puede observar que desde la conformación del Estado-Nación bajo esta idea liberal que pretende unir a los chilenos/as por medio de lazos sanguíneos, solo postula que éstos/as son el resultado de la mezcla sanguínea entre los españoles y los aborígenes, negando el legado de las personas esclavizadas provenientes de África, y a su vez imponiendo una cultura, una idea, una visión de lo que es ser chileno/a.

También se puede observar el racismo emanado desde el Estado chileno, quien a través de políticas estatales, favoreció la llegada de inmigrantes provenientes de Europa con el fin de colonizar Chile y con la clara intención de mejorar la “raza”, postulando que los/as chilenos/as serían de una raza superior.

“Destacar la forma en que Palacios nombra al mestizo como sinónimo del roto, es poner en escena un problema que toca a la forma de pensar del chileno. Nadie quiere ser mestizo ni menos roto. Mestizo es tener que ver con lo indígena, roto es ser pobre, estar en el “bajo fondo social”. Mestizo y roto aluden a una realidad que debe ser tachada, cubierta por esa “unidad nacional”, por el “blanqueamiento” que propone Encina: mestizos sí, en algún remoto lugar de nuestra historia, pero ahora, civilizados, modernos, europeos. Los chilenos somos “los ingleses de Latinoamérica (Montecino, 2010)

De esta manera se puede comprender que los procesos de discriminación racial no conforman un fenómeno contemporáneo, sino más bien, corresponde a una temática que ha estado presente en las relaciones sociales desde la llegada de los conquistadores.

Reflexionar y re-conocer los diferentes procesos históricos de migración en Chile, la presencia y la resistencia de la negritud como una identidad negada, invisibilizada y discriminada. Obviando el rol de las personas esclavizadas, tanto en el ámbito de propiciar y mantener el sistema económico, político y social dominante, como también su legado cultural transgeneracional.

Asimismo, podemos identificar que las investigaciones y/o estudios principalmente están enfocados en los/as migrantes, sus culturas y formas de vida, sin embargo hay una escasez de estudios que se encarguen de analizar el comportamiento y la conducta de los/as “nacionales” hacia los “no nacionales”, siguiendo la estructura de estudiar a un/a “otro/a”, no cuestionando las construcciones sociales, y el cómo se ha instaurado en Chile el falso imaginario del sujeto hegemónico blanco europeo, que niega y re-niega sus orígenes, procesos de mestizaje y negritud.

Con esta breve reseña histórica podemos constatar el racismo emanado desde la sociedad chilena, expresado en las diversas prácticas racistas del Estado que se remontan a siglos pasados, pero que aún prevalecen en diversos indicadores como el diseño de las políticas públicas y la discriminatoria ley de migraciones del año 1975, que en su artículo 15 hace hincapié en la prohibición del ingreso al país de los siguientes extranjeros: “Los que propaguen o fomenten de palabra o por escrito o por cualquier otro medio, doctrinas que tiendan a destruir o alterar por la violencia, el orden social del país o su sistema de gobierno, los que estén sindicados o tengan reputación de ser agitadores o activistas de tales doctrinas y, en general, los que ejecuten hechos que las leyes chilenas califiquen de delito contra la seguridad exterior, la soberanía nacional, la seguridad interior o el orden público del país y los que realicen actos contrarios a los intereses de Chile o constituyan un peligro para el Estado”. (Publicado en el Diario Oficial N° 29.208, de 19 de Julio de 1975),

Este artículo aún se mantiene en la reforma implementada por el actual Gobierno, quien incluso va más allá en cuanto a las restricciones de ingreso o derechamente en el cierre de las fronteras por medio del sistema de visado, plan de retorno para las personas haitianas, como también el no suscribir a Chile en el Pacto Global para la Migración Segura, Ordenada y Regular, además de una serie de prácticas discriminatorias y racistas.

Así lo expresan cifras del Informe Latinobarómetro realizado en el año 2011, el cual da cuentas sobre la autopercepción racial de las y los chilenos, los cuales al ser consultados a qué “raza” pertenecen afirmaron lo siguiente: 59% se declara blanco/a, 25% mestizo/a, 8% indígena, 0% negro/a.

Además, en el informe anual del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) del año 2017, arrojó datos bastante preocupantes, tales como que el 71,3% de los chilenos/as se muestra de acuerdo con la afirmación: “con la llegada de inmigrantes a Chile hay mayor mezcla de razas”. Así como el testimonio de diferentes personas, en diversos ámbitos, tales como el escolar, donde se afirma “a mi mamá le da asco que vengan haitianos al país, porque dice: “antes Chile era un país de blancos, ahora es de negros y blancos. Me da asco”. (relato extraído de: estudio “sobre el racismo, su negación y las consecuencias para una educación anti-racista en la enseñanza secundaria chilena”.

Como conclusión, el desafío para la sociedad civil en general, es reconocerse como resultado de un proceso de mestizaje en el cual no existe homogeneidad cultural, como también reconocer a las y los migrantes, como seres humanos, sujetos de derechos, los mismos que los nuestros.

Así también el desafío para un Estado garante de derechos radica en el cambio de la constitución impuesta en la dictadura cívico-militar ya que en ningún caso es democrática, sino, más bien nos deshumaniza como sociedad. Este sería el primer paso para sentar las bases de una sociedad democrática, que permita generar políticas públicas que respeten los derechos humanos y los diversos acuerdos internacionales que Chile ha ratificado.

Hacemos la invitación a una reflexión constante y permanente, reconociendo los sesgos raciales y coloniales existentes, y que no se es inmune al pensamiento dominante. Esto representa un desafío individual y colectivo y un trabajo arduo para combatir las prácticas racistas y los discursos de odio.

Ante ello nuestro reconocimiento póstumo a Joane Florvil, Monise Joseph y Rebeka Pierre, así como a Matías Catrileo, Macarena Valdés, Camilo Catrillanca y tantos/as otros/as. Haciendo hincapié en que el silencio no es una opción sino más bien una complicidad, ante los acontecimientos provocados por las prácticas racistas que emana el Estado y sus instituciones.

Combatir el racismo es tarea de todos y todas.

Carolina Vera González y Diego Figueroa Díaz