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Opinión

El Paradigma de Protesta en Chile

Por: César Jiménez | Publicado: 25.10.2019
El Paradigma de Protesta en Chile | Paulo Slachevsky
El paradigma de protesta está habitualmente relacionado con lo que los profesionales de la comunicación instintivamente consideran como noticioso. Por ejemplo, si hay una manifestación que noventa por ciento del tiempo es pacífica y sólo el diez por ciento es violenta, artículos de diario, fotografías y reportes televisivos suelen enfocarse precisamente en ese diez por ciento. Al preguntarle a periodistas y editores el porqué de este tipo de cobertura, la respuesta suele ser la misma. No importa cuán pequeño ese episodio de violencia haya sido en relación con el resto, reporteros dirán a menudo que allí está ‘la noticia’, ‘lo más importante que ocurrió’ y lo que ‘el público merece saber’

“Estamos en guerra”, dijo el presidente, mientras gran parte de Chile y de quienes hemos seguido las protestas desde el extranjero escuchábamos en shock. El enemigo, de quien nunca se dijo nombre, fue descrito como “poderoso, implacable, dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite.” Aunque el mismo General Iturriaga contradijo a Piñera al día siguiente, el ministro del Interior Andrés Chadwick se expresó en líneas similares, refiriéndose a los eventos de los últimos días como “acciones vandálicas”, mientras enfatizaba que las autoridades “tomarían todas las medidas” para generar “control y orden público”.

El lenguaje escogido por las autoridades no es casualidad. Episodios como la serie de manifestaciones que se han producido en gran parte de Chile desde fines de la semana pasada no son solamente disputas sociales y políticas, sino también comunicacionales. Especialmente en un episodio tan grande y difuso como el actual –difuso en el sentido de que no hay un movimiento jerárquico tras él, con líderes claros y una lista acotada de demandas–, la controversia se extiende también a los intentos de imponer una narrativa y significado específico a los acontecimientos. David Charles Whitney y otros teóricos de la comunicación ya habían observado este fenómeno, cuando argumentaron que las luchas de poder en los medios ‘se ejercen a menudo como luchas por la definición de un evento’.

El camino escogido por las autoridades es el mismo seguido por tantos otros gobiernos en la historia, y consiste en la criminalización de las protestas. El gobierno, a través de las declaraciones de sus ministros y otras autoridades, ha enfatizado cómo la destrucción y el ‘vandalismo’ –que habitualmente se cuantifican en términos monetarios– han interrumpido la vida de ciudadanos pacíficos. Subyace en esta narrativa una separación de los chilenos ‘buenos’ y ‘esforzados’, quienes quieren continuar con su vida normalmente, y los ‘malos’ que están detrás de las protestas. Lo importante, es que esta narrativa de criminalización intenta explotar una debilidad de los medios tradicionales: el ‘paradigma de protesta’.

El paradigma de protesta es un concepto propuesto en los años ochenta por intelectuales como Joseph Chan, Todd Gitlin y otros, y que surgió a partir de estudios enfocados en la cobertura periodística de protestas en Hong Kong, Estados Unidos y otras locaciones. Lo que estos autores observaron es que durante episodios de protesta, los medios tradicionales -diarios, televisión, radios– suelen enfocarse en el drama y sensacionalismo de la violencia, la destrucción de propiedad pública y privada, los choques entre manifestantes y fuerzas armadas, antes que en las causas subyacentes de una protesta.

Para ser claros, cuando los medios y los periodistas ejercen el paradigma de protesta, no están necesariamente siendo parte –al menos conscientemente– de una conspiración de poderes fácticos o algo por el estilo. El paradigma de protesta está habitualmente relacionado con lo que los profesionales de la comunicación instintivamente consideran como noticioso. Por ejemplo, si hay una manifestación que noventa por ciento del tiempo es pacífica y sólo el diez por ciento es violenta, artículos de diario, fotografías y reportes televisivos suelen enfocarse precisamente en ese diez por ciento. Al preguntarle a periodistas y editores el porqué de este tipo de cobertura, la respuesta suele ser la misma. No importa cuán pequeño ese episodio de violencia haya sido en relación con el resto, reporteros dirán a menudo que allí está ‘la noticia’, ‘lo más importante que ocurrió’ y lo que ‘el público merece saber’. Agreguemos a esto que en gran parte del mundo -incluido Chile– los medios de comunicación son simplemente empresas guiadas por el lucro, y donde se asume que ‘la violencia vende’ y genera audiencias. Todo esto lleva a que sean precisamente estos momentos y no otros los que reciban más atención y difusión mediática. Pero vuelvo a decirlo: esto no significa que las y los periodistas sean parte de una conspiración. Muchos de ellas y ellos -y esto es lo grave– han naturalizado tanto esta forma de cobertura que no se dan cuenta de cuándo aplican el paradigma de protesta.

El foco en la violencia no se limita a las autoridades y los medios tradicionales. Uno de los riesgos del paradigma de protesta es que muchos activistas, al ver que las manifestaciones pacíficas apenas reciben la atención de los medios y autoridades, enfatizan la violencia, con la esperanza de que así puedan finalmente llamar la atención de periodistas y gobierno. Lamentablemente, en muchos casos tienen razón. Pero este foco en la violencia también se extiende a los medios sociales. La facilidad con que resulta grabar y distribuir contenido en los medios ha llevado a que muchas personas registren y difundan fotos y videos de violencia policial y militar. Eso es por supuesto bienvenido y debe continuar, pero no debe ser lo único. Un foco exclusivo en la violencia del Estado conlleva como riesgo el producir un paradigma de protesta a la inversa, donde otra vez el énfasis esté en el sensacionalismo y la violencia, pero esta vez desde los militares y carabineros hacia los ciudadanos. Si ello ocurre, las causas detrás de las protestas quedarán en segundo plano.

El paradigma de protesta nos lleva por lo tanto a examinar más cuidadosamente la forma en que los últimos eventos en Chile se están comunicando. Exige por un lado ser más crítico ante la narrativa y significado que intentan imponer las autoridades, y que buscan por sobre todo desprestigiar a las movilizaciones, mantener el status quo e invitar a gran parte de los chilenos a agachar la cabeza y seguir trabajando duro. Invita también a periodistas y editores de medios de comunicación a ser más reflexivos en cuanto a la manera en que están reporteando estos eventos, y a cuestionar lo que instintivamente ellos suelen entender como noticia. Y a nosotros, las audiencias, nos propone ser no solamente críticos hacia la cobertura periodística de las protestas, sino también prestar atención a los contenidos que compartimos a través de las redes sociales. Si no, caemos en el riesgo de que los eventos de este octubre de 2019 terminen transformándose en disputas importantes pero incompletas enfocadas principalmente en violencia y destrucción, en vez de las profundas transformaciones que millones de chilenos están solicitando al tomar las calles.

César Jiménez