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Opinión

La pulsión de Carlos Peña

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 07.11.2019
Hoy, el abogado y doctor en filosofía, se nos aparece desde un diván académico intentando psicoanalizar a millones de chilenos que llevan ya dos semanas protagonizando las movilizaciones más masivas y violentas desde el regreso a la democracia. “Es pura pulsión, es la energía acumulada por adolescentes mimados y sobrevalorados”, ha dicho en sus últimas entrevistas. Para el rector, este malestar en la cultura chilena, tiene que ver con una generación que es presa de sus subjetividades.

Sin lugar a dudas el rector de la Universidad Diego Portales (UDP), Carlos Peña, se ha constituido, desde aquel día en que los estudiantes motivados por sus “jóvenes pulsiones” saltaran los torniquetes del metro, en el columnista más polémico respecto a su diagnóstico político y social del llamado “despertar chileno”.

Y no se trata de cualquier columnista. Peña es la pluma que ha ejercido como faro intelectual para un sector importante de la clase política durante los últimos 15 años, pues gracias a sus estudios de derecho y posgrados en sociología y filosofía, cada domingo acompaña sus análisis sobre la contingencia con  citas de autores relevantes de la literatura jurídica, filosófica, sociológica y hasta del psicoanálisis. Es así como el rector logra enlazar de manera provocadora y audaz a Bachelet, Piñera, Boric o a los estudiantes del Instituto Nacional, con las ideas de Freud, Marx, Kant, Wittgenstein o Heidegger, entre muchos otros intelectuales, principalmente de la modernidad (en las citas del rector casi no asoman autoras mujeres).

El trabajo de Peña no ha quedado solo en columnas, ni en sus charlas y conferencias dictadas en la UDP o en el CEP (les recomiendo ver en YouTube su didáctica ponencia sobre Marx, casi calcada a la que dictara Arturo Fontaine sobre este mismo autor), pues el rector también se ha convertido en un superventas nacional gracias a sus libros publicados por editorial Taurus: “Ideas de perfil” (ensayo doxográfico en el que resume la biografía e ideas centrales de sus autores de cabecera), “Lo que el dinero sí puede comprar” (intento de respuesta liberal al libro “Lo que el dinero no puede comprar” publicado por el filósofo Michael Sandel sobre los límites morales del mercado) y la publicación del año 2018 que lleva por título “Por qué importa la filosofía” (texto de similares características a la publicación de 2013 del filósofo argentino Dario Sztajnszrajber  “Para qué sirve la filosofía”).

La tesis central del rector de la Universidad Diego Portales es conocida desde hace rato y trata sobre los radicales cambios en las condiciones materiales del nuevo Chile (la modernización capitalista). Para Peña, esta transformación -generada  en gran parte por los gobiernos de la Concertación- llevó a que las mayorías históricamente excluidas pudieran experimentar el libre mercado, lo que derivó en una mutación desde identidades colectivas a identidades individualistas, motorizadas por la pasión del consumo y que traen consigo un malestar  propio del desasosiego permanente del progreso.

Hoy, el abogado y doctor en filosofía, se nos aparece desde un diván académico intentando psicoanalizar a millones de chilenos que llevan ya dos semanas protagonizando las movilizaciones más masivas y violentas desde el regreso a la democracia. “Es pura pulsión, es la energía acumulada por adolescentes mimados y sobrevalorados”, ha dicho en sus últimas entrevistas. Para el rector, este malestar en la cultura chilena, tiene que ver con una generación que es presa de sus subjetividades.

De seguro este mismo diagnóstico fue el que Peña le manifestó hace unos días atrás a Sebastián Piñera en La Moneda, en aquella reunión donde, junto a otros ilustres columnistas, analizaron el desborde de la institucionalidad a manos de la “generación intensa”. Imagine al rector, con su quietud habitual en Palacio, afirmando que todo esto se trata de una histeria juvenil colectiva, la misma que se expresa en los Cyber Monday, una especie de “quiero-mi-cuarto-de-libra-ahora”.

¿Y si el presidente hizo caso al diagnóstico de Peña y está esperando que la pulsión generacional de la calle pase como sucede con una bronca futbolera? Recordemos que el mismo columnista vaticinó, días después del triunfo presidencial de Piñera, que la derecha se instalaría durante un largo tiempo en el poder gracias a haber sido capaz de interpretar el desasosiego de los hijos de la modernización capitalista.

Pero al mismo tiempo que Peña confirma una y otra vez su tesis, ahora ya no solo en columnas, sino que en entrevistas radiales y televisivas, el país movilizado es encuestado por empresas como Cadem (cuyos dueños son viejos amigos de Piñera) y los resultados develan que el 87% (jóvenes y viejos) piden una nueva Constitución y 46% por la vía de asamblea constituyente. Asimismo, salud y pensiones aparecen como prioridades en las demandas sociales y 72% se muestra de acuerdo con la continuación de las manifestaciones. En la misma encuesta, Piñera obtiene 13% de aprobación, la más baja para un presidente desde que terminara la dictadura.

No hay que haber estudiado derecho ni filosofía para captar lo que las mayorías actuales demandan y que, evidentemente, va más allá de una rabieta juvenil. Acá se develan asuntos estructurales, como salud, pensiones y nueva Constitución.

Sin embargo, Peña no se inmuta y a pesar de las cifras arrojadas por las encuesta, insiste en que este movimiento carece de racionalidad y es pura explosión emocional. Es más, recomienda al gobierno recuperar el discurso con el que accedió al poder, vale decir: expandir el bienestar en los grupos medios más expuestos a la modernización capitalista, como solución para salir de la actual crisis.

Pero el punto que más llama la atención respecto al diagnóstico del rector y que es lo que le tiene incluso cuestionado al interior de su comunidad estudiantil y docente de la UDP, es su ensañamiento con el rol de los jóvenes  en el actual movimiento social. Pareciera que Peña está en una cruzada contra los millenialls y post millenialls, desconociendo lo importante que han sido las juventudes en históricos  movimientos sociales de los últimos siglos (gracias a los cuales se forjara su alabada modernidad).

La tesis de Peña  parece más ligada a la sublimación de un hombre sediento de venganza generacional. La sublimación en psicoanálisis es un término descrito por Sigmund Freud como uno de los destinos posibles de la pulsión. Es un proceso psíquico mediante el cual áreas de la actividad humana que aparentemente no guardan relación con la sexualidad, se transforman en depositarias de energía libidinal (pulsional).

La pulsión sublimada de Peña se devela en su menosprecio a la juventud, nada nuevo bajo el sol; esta misma sublevación poseía al padre del pensamiento occidental, Sócrates, quién hace 2.500 años dijo: “la juventud de hoy ama el lujo, es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores (…) contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros”.

Es esta particularidad, su desprecio generacional, que le ha llevado a ocupar medios tradicionales y conservadores como plataformas para comunicar sus ideas.  No deja de ser curioso que un rector, que debería fomentar el dialogo intergeneracional, hoy aparezca denostando y menospreciando el rol de los más jóvenes.

Quizás llegó el momento de recordarle a Peña parte del discurso con el que uno de sus autores de cabecera, Martín Heidegger, asumía  la rectoría de la Universidad de Friburgo en 1933, cuatro días antes de comenzar a militar en el partido nacional socialista alemán:

“Nosotros nos queremos a nosotros mismos. Porque la fuerza del pueblo y aún la más joven, que irá más allá de nosotros, ya ha adoptado esa resolución. Pues solo entenderemos completamente la magnificencia y la grandeza de esta marcha que comienza, si nos transportamos a aquella profunda y amplia meditación desde la cual la vieja sabiduría griega habló: todo es con riesgo” .

Cristián Zúñiga