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Opinión

Del ruido de sables y el ruido de cacerolas, respuestas ante la “cuestión social”

Por: Eric Eduardo Palma | Publicado: 10.11.2019
Del ruido de sables y el ruido de cacerolas, respuestas ante la “cuestión social” Chile, ©Kramm | Marcha Territorial San Ramon Fotografia ©Nicole Kramm Caifal
Es evidente que existe el riesgo de una salida violenta ante esta profunda crisis, pero, también es evidente que hay otra salida enteramente legítima, la demandada por este movimiento pluriclasista, el “pueblo unido y despierto”, como es la aprobación de una ley que convoque a una Asamblea Constituyente (respetando de este modo el derecho del pueblo soberano para decidir sobre su Constitución).

El libre desenvolvimiento del capitalismo en Chile a partir de la segunda mitad del siglo XIX, produjo la cuestión social. En un proceso acumulativo de más o menos 60 años, si tomamos como punto de partida la regulación del trabajo en el código civil de 1857 (locatio conductio operarum), el modelo económico liberal capitalista generó un fenómeno de opresión y desesperanza en el mundo del trabajo.

La relación laboral, a partir de la invocación del principio de igualdad, fue regulada a través de un contrato entregado a la autonomía de la voluntad de los contratantes. La desigualdad material de las partes permitió al empleador imponer las condiciones en que debía trabajarse. Las mismas fueron tan abusivas y tan favorables a los intereses económicos y sociales del empleador, que se generó la cuestión social: el primer experimento liberal burgués capitalista chileno, desplegado a partir de la segunda mitad del siglo XIX, instaló a las clases populares en una pobreza absoluta. Pobreza que afectaba a trabajadores (hombres, mujeres y menores de edad) que laboraban 12 horas, incluyendo trabajo nocturno, y en condiciones de extrema vulnerabilidad.

La literatura histórica identifica algunos elementos centrales de esta cuestión social: 1. Una economía capitalista consolidada y aplicada con puridad. 2. Un descontrolado proceso de industrialización y urbanización. 3. Agravamiento de las malas condiciones de subsistencia de los trabajadores y profundización de la acumulación de la riqueza, consolidándose el estado oligárquico. 4. Control de la oligarquía de los poderes del Estado. 5. Como consecuencia, indiferencia de los gobiernos y el congreso ante el sufrimiento del pueblo. 6. Surgimiento de una respuesta desde los sectores populares ante los abusos, lo que implicó organización popular en la base así como formación de partidos políticos populares. 7. Fuerte represión del estado oligárquico ante la lucha organizada del pueblo (la Matanza de Santa María de 1907 se conserva en la conciencia histórica del pueblo).

El combate contra los abusos a partir de la organización popular, desembocó en una crisis social y política que tuvo su punto culminante en el ruido de sables. El 2 de septiembre de 1924, militares presentes en el congreso nacional presionaron la aprobación de leyes sociales que terminaron con la regulación liberal de las relaciones de trabajo. Se abrió un proceso que culminó en la constitución de 1925. Constitución que defraudó las demandas de la Asamblea Constituyente de Asalariados e Intelectuales (reunida en Santiago de Chile entre el 8 y el 11 de marzo de 1925).

A partir de 1925, por vía legal, se empezó a satisfacer las demandas del mundo del trabajo, gestándose a partir de 1932 el estado benefactor o de bienestar.

El 11 de septiembre de 1973 se restauró por vía dictatorial, el modelo económico que provocó la cuestión social y se desmanteló el estado de bienestar. Como consecuencia, hoy estamos frente a un conjunto de fenómenos que recuerdan aquel traumático periodo de la historia nacional: los abusos actuales condenan al mundo del trabajo a la pobreza, el temor y la desesperanza. La clase media y popular sufre con la falta de justicia social.

Centenares de miles de familias deben acoger a un padre/madre o abuela/o jubilado/a, que recibe una pensión miserable. La carencia ha generado el efecto sicológico del temor ante el futuro: se ha instalado la convicción que las generaciones “educadas” del modelo neoliberal, vivirán también una situación de injusticia. Así se viene planteando con claridad por los jubilados que participan en los cabildos autoconvocados: “temo por mis nietos y su futuro. Ser profesionales no les servirá de nada cuando lleguen a viejos como yo”. La educación, los sacrificios hechos por las familias para pagar por educación privada o estatal, no garantizan en el modelo neoliberal una vida digna en la vejez. Lo que se dice de la educación, se puede decir también de la salud y de la vivienda.

Para el caso de la clase media, las contribuciones y los impuestos amenazan su logro de adquirir una vivienda para generar ingresos en la vejez, mientras las grandes riquezas resultan intocadas.

Lo que se viene construyendo en los últimos 47 años no es una realidad idéntica a la de la cuestión social, pero, tiene elementos comunes. 1. Una economía capitalista consolidada y aplicada con puridad. 2. Un descontrolado proceso de urbanización que genera especulación inmobiliaria y viviendas indignas para las clases medias y populares. 3. Como consecuencia del debilitamiento del sindicalismo y la negociación colectiva, las relaciones de trabajo suelen determinarse en un plano de absoluta desigualdad. 4. Se ha producido una escandalosa acumulación de riqueza en un grupo minoritario y se ha profundizado la desigualdad. 5. El gran empresariado nacional y extranjero tiene influencia decisiva sobre los poderes del Estado. Como consecuencia hay indiferencia de los gobiernos y el congreso ante el sufrimiento del pueblo por deficientes servicios de salud, educación, seguridad social, vivienda, etc. 6. Surgimiento de una respuesta desde los sectores populares ante los abusos, lo que implica organización popular en la base y desobediencia civil. 7. Fuerte represión del estado ante la lucha organizada del pueblo (asesinatos, mutilaciones, torturas, violaciones, agresiones sexuales, daños a la integridad física y psíquica).

Noventa y cinco años después del ruido de sables (1924-2019), ante una “nueva cuestión social”, el digno y educado pueblo de Chile, mediante el ruido de las cacerolas y la reflexión de los cabildos autoconvocados, demanda reasumir, como movimiento pluriclasista, el poder constituyente de que es titular y establecer las bases de su convivencia mediante una Asamblea Constituyente.

La encuesta del Núcleo Milenio en Desarrollo Social (DESOC), arroja que un 80,7% cree que es muy importante una nueva Constitución, y el 76% está disconforme con la actual. Un 75,7% de los encuestados identifica a la Asamblea Constituyente como mecanismo para darle a Chile una nueva Constitución. La misma encuesta señala que sólo un 3,4% cree que debe hacerla el Parlamento.

La dignidad del ruido de cacerolas, su evidente legitimidad frente al ruido de sables, la exigencia de una nueva constitución vía Asamblea Constituyente frente a una constitución de 4 paredes como lo fue la de 1925, dan al movimiento de octubre de 2019 una identidad que supera a la Asamblea Constituyente de Asalariados e Intelectuales del año 1925.

Ya hay mártires de esta noble causa ¿Podemos regresar a nuestra vida cotidiana luego de todo este dolor? los muertos, heridos, torturados y violentados sexualmente, le imponen a este ruido de cacerolas y cabildos ciudadanos, el deber de alcanzar su máxima demanda: nueva constitución vía asamblea constituyente.

Es evidente que existe el riesgo de una salida violenta ante esta profunda crisis, pero, también es evidente que hay otra salida enteramente legitima, la demandada por este movimiento pluriclasista, el “pueblo unido y despierto”, como es la aprobación de una ley que convoque a una Asamblea Constituyente (respetando de este modo el derecho del pueblo soberano para decidir sobre su Constitución).

El pueblo de Chile se ha expresado. Es de esperar que toda la institucionalidad y los poderes fácticos, estén a la altura de las circunstancias y convoquen, a la brevedad, la Asamblea Constituyente que demanda el movimiento de octubre. No hay otra respuesta legítima al ruido de cacerolas y al trabajo de los cabildos autoconvocados.-

Eric Eduardo Palma