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El falso «Nunca Más»

Por: Farid Seleme | Publicado: 14.11.2019
El falso «Nunca Más» |
En noviembre de 2019, la prensa nacional y mundial le pregunta al mismo Sebastián Piñera por las violaciones a los Derechos Humanos en su gobierno. El habla de “excesos, abusos y mal criterio”, mientras los carabineros a su cargo siguen disparando en las calles. Su “Nunca Más” tampoco fue cierto. De cómplice pasivo pasó a ser responsable político del horror.

Foto: Agencia Uno. 

En agosto de 2013, a pocos días de conmemorarse los 40 años del Golpe de Estado, Sebastián Piñera señaló que las personas que conocieron las violaciones a los Derechos Humanos y «no hicieron nada», fueron «cómplices pasivos de la dictadura».

Declaraciones como esa se repitieron por montones durante los años de la transición. Desde que en 1991 Patricio Aylwin pidió perdón a nombre del Estado, hasta que Cheyre (luego procesado por torturas y condenado por encubrir asesinatos) hizo su propio «Nunca Más» a nombre del Ejército en 2004.

Vengo de una familia que fue víctima de detenciones ilegales y distintos tipos de tortura durante la dictadura. En cambio, yo crecí en democracia, escuchando y leyendo muchas historias sobre ese período, y siempre pensaba en cómo y por qué un grupo de chilenos había llegado a desplegar tanta inhumanidad contra sus propios compatriotas. Simplemente surrealista, sacado de una película de terror.

Además de no entender aquellos grados de perversión, ingenuamente me pasaba que al ver a tantos personajes pedir perdón y hablar del nunca más, Chile parecía inmune a que se repitiera la historia. ¡Incluso hoy tenemos un Museo de la Memoria!

Pero lo que hemos visto desde el 18 de octubre en adelante supera la ficción y hace reabrir todas esas heridas que creímos en proceso de sanar. No se trata sólo de lo intimidante y violento de haber visto militares en la calle. Hay muertos por acción de agentes del Estado, graves querellas por torturas y vejámenes sexuales, muchos de esos episodios contra niños, niñas y adolescentes. Hay testimonios sobre centros de detención ilegales. Hay fuerzas especiales entrando a hospitales y a colegios con bombas lacrimógenas y perdigones. Hay más de 200 personas registradas con trauma ocular. (¿Cuántas otras habrá en regiones o lugares aislados, o quienes derechamente no se atreven a denunciar?). Hay un estudiante, Gustavo Gatica, que perdió sus dos ojos porque agentes del Estado le dispararon directamente a ellos.

Si bien seguimos viviendo en democracia, y por respeto a las víctimas de la dictadura no podemos igualar ambos momentos, lo que queda claro es que el “Nunca Más” no se cumplió.

Duele ver la indolencia de un gobierno que tiene a su cargo a las fuerzas de seguridad. Un gobierno que podría dar hoy la orden de terminar con la barbarie indiscriminada hacia su pueblo. Porque hemos entrado en una espiral de violencia que no acaba, pero que alguien tiene que cortar. Y quien está llamado a hacerlo primero es el Estado a través de sus gobernantes. No se le puede ordenar a Carabineros que actúe de la misma manera que lo hacen los delincuentes. No puede ser excusa que los funcionarios están cansados para que sigan violando los Derechos Humanos de los manifestantes.

Recuerdo que en el colegio nos enseñaban que un carabinero era un amigo en el camino, celebrábamos su aniversario y hasta nos aprendíamos su himno (ahora me pregunto: ¿en qué tipo de democracia los estudiantes entonan el himno de la fuerza policial?). Sin embargo, mientras eso pasaba, los gobiernos democráticos, todos, jamás impusieron un verdadero control civil sobre la institución, ni situaron en el lugar que corresponde la enseñanza de los derechos fundamentales, que toda policía moderna en el mundo debe recibir y respetar.

Por el contrario, en lugar de perfeccionar su sistema de inteligencia -que debería permitir la identificación oportuna y real de los responsables de incendiar el Metro- carabineros de distintos escalafones defraudaban al Estado en miles de millones de pesos.

El momento constituyente que estamos viviendo, y que es la gran cuota de esperanza en medio del horror, no puede desentenderse de una reforma estructural a las policías y las Fuerzas Armadas. Es algo básico para lograr regenerar las confianzas que permitan construir un nuevo Chile. Junto a ello, y para seguir adelante, no podemos permitir que ninguno de estos actos quede impune, así tengan que hacerse responsables autoridades uniformadas y/o civiles.

En noviembre de 2019, la prensa nacional y mundial le pregunta al mismo Sebastián Piñera por las violaciones a los Derechos Humanos en su gobierno. El habla de “excesos, abusos y mal criterio”, mientras los carabineros a su cargo siguen disparando en las calles. Su “Nunca Más” tampoco fue cierto. De cómplice pasivo pasó a ser responsable político del horror.

Farid Seleme