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Una derecha sin Chanel

Por: Victor Peredo | Publicado: 03.12.2019
Una derecha sin Chanel udi 2 | Foto: Agencia Uno
El neoliberalismo trajo una consecuencia poco grata. Sastres y modistas disminuyeron su trabajo a raíz de la llegada en masa de ropa proveniente de Asia. La ropa europea y la americana crearon nuevos estilos de vestir para el ciudadano común. Sin embargo, en un mundo globalizado nuestras autoridades —quienes pregonaban que éramos un oasis dentro de la región—, ya tenían una imagen bastante descuidada y eso poco afirmaba el discurso de una economía sólida.

Diversos artículos, tesis, tratados, entre otras publicaciones tratan la relación moda y poder.  El vestuario, junto con cubrir el cuerpo, es parte de la comunicación de una sociedad presente desde los orígenes de la cultura.

Quien piense que la moda es algo superficial está muy equivocado. Hay un mensaje en cada elección que usted hace. En la película “El diablo se viste de Prada”, Miranda Prestley (Meryl Streep)  —mientras reprende a su asistente — hace un análisis muy detallado sobre el jersey que viste la joven y por qué usa precisamente ese color azul: el cerúleo.  Y la frase con la que dictamina la verdad del ejercicio del poder y la realpolitik en el vestuario —como en cualquier ámbito de la vida del modelo neoliberal—, es irrefutable: “Resulta cómico que creas que elegiste algo que te exime de la industria de la moda, cuando llevas un jersey que fue seleccionado por personas como nosotros”.

En el marco del país, desde hace un mes, nuestra sociedad explotó y con ello vimos diversas declaraciones categorizando al movimiento. Al día siguiente, la entonces vocera de Gobierno, Cecilia Pérez, vestida rigurosamente de negro, apareció condenando los actos ocurridos. Ese 19 de octubre también marcó el inicio del declive estrepitoso del Presidente de la República: luego de ir al cumpleaños de su nieto, un despeinado y desprolijo Sebastián Piñera, anuncia el estado de Emergencia con el fin de garantizar el orden público.

Entonces, las críticas al gobierno de la Alianza y a sus ministros precipitaron un cuestionado cambio de gabinete. Se esperaba con ello una respuesta más clara  a las exigencias de los manifestantes. Una declaración, alguna señal que pudiese mostrar una luz al final de túnel; pero no ocurrió. Posteriormente, solo vino la  fotografía del cambio ministerial: era una imagen carente de luz y el vestuario de los secretarios de Estado era digno de un funeral.

Lo expuesto anteriormente refleja un fenómeno visto desde hace un tiempo: el descuido en la imagen de nuestra elite gobernante. Atrás ha quedado la presencia de Chanel en los armarios de las mujeres del poder. La situación de los varones  no deja de ser muy diferente: uniformados en camisa azul, pareciera que los principios de la libertad y el desarrollo económico no se aplican, lo cual llama bastante la atención en la coalición gobernante. Ellos eran la reserva estética y moral del país (supuestamente).

El neoliberalismo trajo una consecuencia poco grata. Sastres y modistas disminuyeron su trabajo a raíz de la llegada en masa de ropa proveniente de Asia. La ropa europea y la americana crearon nuevos estilos de vestir para el ciudadano común. Sin embargo, en un mundo globalizado nuestras autoridades —quienes pregonaban que éramos un oasis dentro de la región—,  ya tenían una imagen  bastante descuidada y eso poco afirmaba el discurso de una economía sólida.

Un país que tiende a estigmatizar las personas, sumado a la carencia de valores —más un arribismo desmedido, exaltado por Hollywood—, genera una ola de consumo casi injustificado. Marcas deportivas en cuerpos que no tienen una buena alimentación y que carecen de entrenamiento, es un mensaje bastante difícil de descifrar. Es más bien la expresión más prístina del daño del neoliberalismo a la dignidad y libertad de las personas. Sumado a la tendencia arribista de quienes han escalado en esta sociedad exitista y que poseen ciertas carencias de atención y, sobre todo, de identidad.

Y la última perla del collar chanelero que se desborda hacia el limbo. La espiral invertida de una derecha recalcitrante que ya no tolera el movimiento social y emerge desembozada con la respuesta colectiva y unánime de los clientes del Portal La Dehesa en contra de los manifestantes que subieron a los llamados barrios altos: el ROTEAR. Ejercicio emblemático de estética política demodé y odiosa que asedió los espíritus de la ciudadanía chilena buena parte del gobierno de Allende y fue la antesala del golpe. Escena ridícula e infame la que vimos hace unos días y que evocó en las redes de internet el magnífico trabajo de antropología cinematográfica de Andrés Wood en Machuca (2004). Pero la secuencia protagonizada por la elegante y bella María Luisa Infante (interpretada por Aline Kuppenheim), madre de Gonzalo —el niño bien que se amistaba con Machuca—, contrastaba con la realidad actual.

Ella, luminosa y digna de Vogue con su traje Chanel clásico, roteaba con sus amigas a la adolescente que les escupía e increpaba por ser «viejas momias». Ellas la mandaban, por rota, a regresar a su población. Aquellos, en cambio, los roteadores de ahora, eran tan precarios en su estética que solo pude pensar: una derecha sin Chanel… es espantoso.

Nos han acostumbrado a los blusones blancos y una cadena delgada sobre un pantalón ancho para mujeres; o ternos mal confeccionados y camisas deslucidas, para hombres. Ese es el uniforme habitual del poder en Chile. Un modelo de vestuario con reglas petrificadas e imbatibles que limita paradójicamente la libertad de expresión de un segmento social, que tanto abogó por las libertades en el pasado. Aquellos que desfilaron con relucientes cacerolas, elegantes trajes y peinados realizados por los mejores estilistas de la época. Es de pensar que no solo se quería libertad de mercado ¿o sí?

Al fin y al cabo, una derecha sin Chanel es una derecha que se ha extraviado en el poder

Victor Peredo