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Opinión

Democratizar la Democracia: El Senado y su conservadurismo

Por: Enid Faúndez | Publicado: 04.12.2019
Democratizar la Democracia: El Senado y su conservadurismo | Registro de la movilización de 12 de noviembre.
¿Por qué existe el senado? siento que no son más que una demagogia asfixiante desplegada durante años; sabemos que no cumplen la función de cuidar la legislación; más bien, son un freno conservador que cuida los intereses de un grupo específico de la sociedad; como cualquier institución social no son neutrales en cuanto a distribución y ejecución del poder material y simbólico.

Nos encontramos en un momento histórico, un instante que abre la oportunidad de cambiar el territorio que habitamos; en lo personal, he estado en las manifestaciones y me hago parte de ellas; pero, siempre he sentido que el “estado” es un organismo alejado de mi realidad cotidiana y que no dialoga; tal vez lo hace con un subgrupo que toma prestada nuestra representatividad y sin consultarnos, en un mal llamado “ejercicio ciudadano”.

Leo constantemente a personas importantes hablar de “defender la democracia”; entro a cuestionar si vivimos realmente en una “democracia”? Si tenemos un senado y partidos políticos con carencia de conexión ciudadana.

¿Como podemos evaluar la democracia actual de manera simple?, un medidor efectivo es cuantificar el estatus jurídico que tienen las minorías dentro de ella; la respuesta es que las minorías están abandonadas legalmente o en luchas eternas por lograr “derechos” que se materializan en mezquindades.

¿Por qué existe el senado? siento que no son más que una demagogia asfixiante desplegada durante años; sabemos que no cumplen la función de cuidar la legislación; más bien, son un freno conservador que cuida los intereses de un grupo específico de la sociedad; como cualquier institución social no son neutrales en cuanto a distribución y ejecución del poder material y simbólico.

Analicemos entonces; ¿Producen algún beneficio? ¿Volver a revisar todo por segunda vez y el tiempo-costo? ¿Implicaría que la segunda cámara, es mejor que la primera? ¿Es relevante, añadir más reflexión a la legislación?

Si hablamos de costos, un senador cuesta más de 370 millones al año; durante el 2018 Andrés Allamand (RN) fue quien gastó la mayor cifra, que corresponde a $284.183.931, de los cuales $141.243.652 correspondieron a pagos a colaboradores y $49.441.769 destinados a otros ítems (*); la pregunta es la siguiente: Ese costo, ¿es consumido sólo por él? ¿O también es una fuente de financiamiento de su partido? Es claramente injusto que un partido político reciba una asignación de recursos, adicionales a las que Servel entrega a los demás partidos; siendo, que esos gastos podrían transformarse en inversión financiando iniciativas ciudadanas.

Una segunda cámara no tiene sentido en una democracia plena; dado que las funciones de una cámara alta pueden ser llevadas a cabo por comisiones parlamentarias con igual grado de objetividad y profesionalismo; tampoco creo que el camino sea reducir el Senado ni bajar la dieta, la necesidad es que esa institución debiese ser abolida y dar el paso a una única cámara de representación plurinacional y multi cultural; eso implicaría mayor eficiencia y transparencia en la tramitación de las leyes y a la vez una mayor horizontalidad; por ende un menor costo de tiempo y recursos; por otro lado, en los debates plenarios el foco ya no estaría en convencer o persuadir al adversario; sino, que se centraría en la sociabilización ante la opinión territorial de esas discusiones, a través de mecanismos de audiencias públicas.

Ahora, el punto es pensar una única Cámara que represente a toda la población y sus distintas zonas territoriales, con una composición mixta entre diputados y otro tipo de representantes no partidistas (Representantes sociales); hoy tenemos poca diferencia en la representatividad parlamentaria, dada la existencia de coaliciones muy grandes y amplias que destruyen la posibilidad de la multiplicidad de visiones, hoy vemos que la mal llamada “pluralidad” recae en grupos mixtos hegemónicos y con excesiva heterogeneidad (O sea, por ejemplo en el Frente Amplio; la presencia de grupos liberales de centro y mezclados con grupos social demócratas, y por otro lado, pequeños grupos de izquierda, da a entender que esa mezcla es demasiado generalizada y por ende plantea un escenario complejo para materializar iniciativas que se sientan como amenaza a los grupos más cercanos a la derecha).

Tampoco la fórmula es que partidos grandes presten cupos a grupos menores (Hecho que igual mantiene la hegemonía); si no de controlar un máximo de diputados por sector y además, proveer herramientas para que se asegure un espacio de representatividad a otros sectores de la sociedad, hecho que favorecería la visibilidad de minorías y se evitaría la sub representatividad.

La idea es abrir la labor legislativa a representantes de organizaciones territoriales y sociales (Grupos feministas, disidencias, pueblos originarios, inmigrantes, estudiantes, federaciones, sindicatos, etc.) e incluso, dar espacio para agrupaciones auto convocadas no partidistas.

La consolidación de una democracia profunda, conlleva la necesidad de una mayor participación civil; la crisis de legitimidad representativa de los partidos políticos actuales causa que otros espacios de organización sociales se estén convirtiendo en instrumentos centrales formadores de opinión pública; pero, esa opinión política en la práctica no se plasma en igualdad social, económica y cultural; dado que las asimetrías sociales anulan el ejercicio de la misma e incluso juegan en contra de su integración en la sociedad.

Conclusiones:

El modelo socio económico chileno está en crisis; esta crisis es una oportunidad para reemplazar la antigua democracia por una renovada; que incluso de la posibilidad de impulsar las iniciativas legislativas populares como una herramienta no sólo valida; sino, fundamental en el ejercicio de una verdadera “participación política avanzada”, que supere el paradigma de la participación sólo como el derecho a expresar un voto.

Por ende, los pilares del estado social y democrático de derecho, debiese ser principalmente “el pluralismo” y a su vez en concordancia con ello, la participación expedita y simplificada de todos los ciudadanos en la construcción y funcionamiento de un nuevo estado, con una democracia con y sin partidos políticos; esto no sólo implicaría un nuevo orden jurídico que tendría su base desde lo local a lo universal; sino, que sería también el reflejo de un nuevo orden social transversal que garantice igualdad de oportunidades frente a la vida a todes.

Enid Faúndez