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Marcha del 8M: hasta que la igualdad de género (como la dignidad) se haga costumbre

Por: Laura Albornoz Pollmann | Publicado: 11.03.2020
Marcha del 8M: hasta que la igualdad de género (como la dignidad) se haga costumbre | Foto: Agencia Uno
Los movimientos de mujeres serán gravitantes en la agenda social porque la pobreza tiene rostro de mujer y somos siempre las primeras impactadas por las crisis económicas, cuando hay que recurrir a vender lo que sea en la economía informal -ahora disfrazada elegantemente de emprendimiento- para el sustento del hogar.

¿Por qué se volvió de pronto tan crucial esta semana determinar cuántas participamos en la Marcha del Día Internacional de la Mujer el domingo 8? ¿Por qué Carabineros invierte su escaso prestigio en asegurar oficialmente que no fuimos más de 150 mil, los hiperentusiastas afirmaron que fuimos más de 2 millones en las calles y la ministra Karla Rubilar zanjó que éramos cerca de 800 mil marchando en Santiago?

Por alguna razón esta marcha del 8M había generado desde meses antes una alta expectativa sobre lo que las mujeres íbamos a ser capaces de hacer en cuanto a convocatoria, nivel de participación, organización y control de la violencia. Había expectativa por medir de alguna manera el alcance del poder femenino y feminista. Aventuro que tiene que ver con que en periodos electorales, con el plebiscito del 26 de Abril ad portas, el país se acuerda de que las mujeres somos determinantes, aunque la verdad histórica pero nunca establecida es que siempre hemos sido y somos determinantes en las elecciones, en los procesos políticos y revolucionarios, en los procesos sociales y culturales de Chile. Y en el mundo, como vemos ahora mismo a las mujeres movilizadas en África, en México, en los países árabes.

Escuché el lunes 9 en la radio a los comentaristas Ascanio Cavallo y Cristián Bofill relevar que las organizaciones feministas chilenas, más que ningún otro actor político o social, habían sido capaces de convocar una marcha multitudinaria en Santiago y en regiones con escasos y periféricos hechos de violencia. Eso es cierto. Sentirnos físicamente seguras es instintivo incluso en una marcha porque la mayoría de las mujeres hemos crecido lidiando contra distintos tipos de violencia de género en el hogar o en la calle.

Pero el mayor logro del poder y de la convocatoria feminista no es que nos pongan de garantía y ejemplo de “participación política masiva pero pacífica”. El mayor logro es que la suma de las demandas de los diversos movimientos de mujeres y organizaciones feministas constituyen la agenda política y social más densa, profunda y transformadora de la institucionalidad chilena. Esta capacidad de cambiar la agenda no es una historia que comienza con el logro de la paridad constituyente la semana pasada. Viene de antes y se lo debemos a tantas mujeres que nos precedieron luchando por tener incidencia política.

Marchamos hace ya varios años contra el maltrato físico y la violencia de género, logramos hacer que la violencia intrafamiliar al menos se hiciera visible y socialmente inaceptable; logramos cambiar la ley chilena que era tan comprensiva y perdonadora con el hombre maltratador. Conseguimos el primer reconocimiento económico para el trabajo doméstico no remunerado: el Bono por Hijo, un primer paso para hacer justicia económica con el hecho que aportamos una parte importante del PIB (aportamos 8 veces más que la industria Agrícola y Pesquera, dice ComunidadMujer) criando y cuidando a los hijos, haciendo gratuitamente el trabajo del hogar.

Seguiremos marchando porque existe discriminación laboral en las remuneraciones, y marchando por un sueldo digno y una pensión digna, porque son demasiados los hogares que viven de ese salario mínimo mísero o de esa pensión irrisoria de la madre o abuela jefa de hogar. Los movimientos de mujeres serán gravitantes en la agenda social porque la pobreza tiene rostro de mujer y somos siempre las primeras impactadas por las crisis económicas, cuando hay que recurrir a vender lo que sea en la economía informal -ahora disfrazada elegantemente de emprendimiento- para el sustento del hogar. Y son las mujeres las primeras impactadas por la sequía y la crisis hídrica en Chile, cuando no pueden resolver la higiene propia y de los hijos, ni cocinar, mantener la huerta y los animalitos porque no hay agua para consumo humano y no alcanza con el camión cisterna municipal. Así es que exigir que el agua sea un derecho humano y un bien nacional de uso público con rango constitucional sí es un tema de mujeres, como tantos otros temas ambientales. O de vivienda, de educación, de salud.

Para eso queríamos la Paridad Constituyente: para asegurarnos que una nueva Constitución y desde allí las instituciones y las políticas públicas que adopten tengan una mirada desde el punto de vista de las mujeres. La paridad se trata de hacer justicia con un sistema que no nos permite entrar ni tener poder en ámbitos de decisión política y económica. Como este 8 de marzo seguiremos movilizadas y convocadas hasta que la igualdad de género, que es un parte esencial de la dignidad, se haga costumbre

Laura Albornoz Pollmann