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Opinión

Esta crisis sanitaria ha legitimado aún más todo lo que se pide en las calles

Por: Francisco Mendez | Publicado: 19.03.2020
Esta crisis sanitaria ha legitimado aún más todo lo que se pide en las calles | Agencia Uno
Hay vidas en juego debido a que hay una lógica sistémica que no ha sido capaz de tomarlas en cuenta. ¿La razón? Porque el mercado no ve personas, ve clientes, costos y beneficios, y en estos momentos todo es costo, no hay ni un solo beneficio, y para asumir esto se requiere un Estado que sea capaz de arriesgarse.

Ante el desafío sanitario del Coronavirus, y debido a la situación interna de Chile, no había que ser demasiado inteligente para pronosticar que, si es que esta enfermedad llegaba a nuestras tierras, el escenario sería extremadamente complejo. La nula legitimidad de este gobierno, más la imposibilidad de articular un discurso medianamente coherente, hacían que esto no fuera nada de simple, por lo que parecía bueno prevenir de manera eficaz. Pero no se hizo. Se dijo que se haría, sin embargo, como sucede con esta administración, solo quedó en palabras.

Esto, debido a la crítica situación que vivimos, no lo digo con un afán mezquino ni nada parecido. Me parece que, a pesar de lo que piense cada uno al respecto, hoy hay que cuadrarse con las autoridades; pero eso no puede desviarnos de lo que hemos visto, una y otra vez, en quienes nos gobiernan.

¿A qué me refiero? A esta idea de que están más preparados que cualquiera; a que tienen una capacidad casi sobrehumana para tratar temas de contingencia, sin que haya una prueba al respecto. El ministro Jaime Mañalich, sin ir más lejos, desde que se comenzó a ver la posibilidad de que esta pandemia llegara a tierras nacionales, habló de lo preparado que estaba el país, entregando una tranquilidad que casi bordeaba, como todo lo que hace el titular de Salud, en la soberbia. Sin embargo, al parecer, los casos no fueron bien abordados por los protocolos y hoy estamos en una situación bastante poco alentadora.

¿Qué pasa por la cabeza de los “gestores”? ¿Por qué los “expertos” no pudieron hacer lo que, supuestamente, era lo que realmente sabían hacer, que es tratar temas puntuales y no a largo plazo? ¿Tampoco son buenos para lo que se suponía que lo eran? Son preguntas que claramente deben hacerse, aunque tengan respuestas más que claras.

Pero el problema no se queda solamente ahí. Hay otro que tiene que ver no solamente con la mirada ideológica de este gobierno, sino también con la ideología que le da sustento a nuestra institucionalidad y nuestra economía. Durante estos días hemos visto lo complicado que es cerrar malls, aunque en los pasillos anden trabajadores desesperados esperando a clientes inexistentes. Hemos sido testigos de la manera en que los intereses del empleador están por sobre los trabajadores y su derecho a tener un trabajo que los respete y los resguarde. Todo indica que lo más importante es cuidar la mirada de quien manda, de quien ordena, de quien gana o pierde dependiendo de cuánto tiempo los empleados deben mantenerse en cuarentena.

Algunos medios han demostrado que los empresarios creen ser más importantes que las autoridades; los ”rostros” del gran capital no escuchan las voces de esas figuras públicas que, seamos realistas, tampoco dan instrucciones muy claras; en cambio, hablan con una soltura bastante poco pudorosa, sin separar sus negocios del bienestar de los chilenos. Por lo que podríamos decir que todo lo que hemos observado, desde que llegó el Coronavirus, es la legitimación de lo que ha sucedido en las calles durante meses. Es la muestra más que clara que necesitamos una conversación, que hay que plantearnos qué relevancia tiene el Estado por sobre las grandes billeteras, y realizar el gran debate ideológico serio y de grandes magnitudes que parece hacernos falta.

Aunque suene exagerado para algunos, lo cierto es que la exageración hoy es necesaria. Hay vidas en juego debido a que hay una lógica sistémica que no ha sido capaz de tomarlas en cuenta. ¿La razón? Porque el mercado no ve personas, ve clientes, costos y beneficios, y en estos momentos todo es costo, no hay ni un solo beneficio, y para asumir esto se requiere un Estado que sea capaz de arriesgarse. Un aparato que entienda lo significativo que es lo público, lo común, lo colaborativo. Ya no estamos para caprichos financieros. Estamos ante la destrucción definitiva de una perspectiva social y política sobre cómo deben resolverse los problemas. Claramente este virus no ha puesto en jaque solo a Chile, pero sería iluso negar que acá está derrumbando una idea sobre la libertad y las certezas. Sobre la los derechos y las mercancías.

Francisco Mendez