Avisos Legales
Opinión

El fondo de los fondos, sin fondos, del arte y la cultura

Por: Patricia Mix Jiménez | Publicado: 09.05.2020
El fondo de los fondos, sin fondos, del arte y la cultura ministerio |
Urge un cambio de sentido en la Política Pública en Cultura; no basta la estructura institucional. Se requiere consagrarla como un derecho en la constitución. Abrirnos a la posibilidad de transformar la política pública y sus instrumentos para propiciar y acompañar prácticas para una transformación cultural profunda, que posibilite una convivencia en alegría, respeto, colaboración y gozo entre seres humanos, y de éstos, con todo ser que habite el territorio del que son parte.

El Flautista también es de aquí y de la quebrada del ají.

Recordé “El Flautista de Hamelin”. ¿Conocen el cuento? Básicamente trata de una ciudad próspera que es afectada por una plaga de ratas. Cuenta que ante la gravedad de la situación, quienes veían peligrar sus riquezas, ofrecieron cien monedas de oro a quien los librara de aquel mal. Entonces se presentó el Flautista, quien gracias a su arte, su trabajo y virtuosismo, (y sin aparente esfuerzo), cumplió su cometido.

Se hizo seguir por las ratas hasta el caudaloso rio, donde se ahogaron todas, (si ha habido sobrevivientes, el cuento no lo consigna). Podemos especular en las significancias posibles de las ratas como realidad y como símbolo desde su fama, hasta sus significados en diversas culturas, pero lo concreto es que fue el flautista, con su arte el que resolvió un problema; lo hizo sin afectar a nadie, (salvo las ratas) y para ello, le habían comprometido una paga. No obstante, habiéndose cumplido el fundamento del acuerdo, los contratantes, sin tener razón alguna para negarle lo que le correspondía, no le pagaron. Aun cuando contaban con fondos para ello, no lo hicieron. Consideraron que el trabajo que había hecho, aunque efectivo, no valía lo que estaba cobrando. De esta manera salvaron la riqueza que no querían dejar ir, y con ello despreciaron y desacreditaron al artista.

Este cuento es extenso, complejo, sorprendente y me vino a la memoria mientras leía la publicación hecha por el Ministerio de las culturas y las artes y el patrimonio en su página web, a propósito del “Catastro de estado de situación de agentes centros y organizaciones culturales”, desarrollado por esa institución.

Debe ser porque “El Flautista…”, cuenta acerca de la función del arte en tiempos de crisis, pienso. Mientras leo los resultados de la Consulta Pública Online que “permite una radiografía de la situación del sector cultural, para así reorientar los instrumentos del Ministerio en beneficio de los trabajadores de las culturas, artistas, agentes, creadores, técnicos y organizaciones en el contexto de la crisis sanitaria”. Y me madura un racimo de preguntas. ¿Tanto posibilita ese instrumento?, ¿ con ese universo de participantes y en ese periodo?. Me quedo sin respuesta.

Según el análisis realizado por el Ministerio: “las principales problemáticas que enfrentan a los encuestados son: la cancelación de actividades previamente confirmadas (36,4% individual y 34% colectivos), la disminución del ingreso percibido (25,6% y 18,2%) y la postergación de actividades (16,7% y 15, 9%). Para el caso de las agrupaciones se suma la reducción de las ventas (10,5%).”

Soy de las encuestadas y no comparto lo que se dice. No me parece que sean esas “las principales problemática que nos afectan”; Quienes la respondimos, sabemos  que las alternativas de respuestas, estaban circunscritas exclusivamente a la situación económica del encuestado, información que no se da ahora, al comunicar las conclusiones. Es una omisión; un sesgo significativo que desvirtúa el contenido. En un contexto de pandemia, estallido social, acumulación extrema de riquezas y extractivista. En un mundo donde se financian y producen psicópatas, asesinos en serie y estafadores para gobernar, no puedo admitir que se sostenga que nuestras principales problemáticas como sector, sean las bajas en las ventas de servicios. Puede haber quienes así lo crean y sus razones tendrán; pero confío en que mayoritariamente no sea así, pese a las necesidades sin cubrir, en este trayecto de la historia que nos toca vivir.

Volviendo a la noticia, más adelante dice, en relación a las conclusiones: “…hallazgo que abre oportunidades, especialmente para trabajos relacionados a comunicaciones, diseño de bienes o servicios e investigación, así como creación artística y comercialización, pero también demuestra que casi la mitad del sector no visualiza formas de reemplazo de los circuitos de circulación, exhibición o comercialización presenciales”. Es decir, los hallazgos del estudio están referidos a lo económico, a las oportunidades de negocios que se abren con este estudio y que obviamente apunta a un solo sector de la cultura: los que están teniendo negocios con el estado. Entonces más parece un estudio de mercado, más que un análisis de la situación del sector.  Y ya sabemos lo que es, en el fondo, el mercado.

Aunque hubo un tiempo en que el arte estaba presente de otra manera en el mercado; pero el mercado era otro. Era del tiempo en que era el lugar de encuentro del pueblo o la ciudad; el lugar de los colores, los olores, las voces. El lugar del intercambio, del juego, del comer, de la magia. Del tambor, la flauta, el violín o la guitarra. De la palabra, el canto la escucha, la imaginación y el cuento.

Es que ahora como nunca se nota la diferencia de un arte que se consume y uno que pervive para asemillarse en cultura. Y ahí está la cuestión de fondo: el consumo, en este consumirnos en la competencia del libre mercado y toda su siniestra trama de argumentaciones, recurrencias e innovaciones.

Se anuncia el lanzamiento de un fondo concursable de 15 mil millones de pesos en contexto de pandemia. Aunque aún no salen las bases, si se puede vislumbrar, por lo que se ha compartido de información, que el grueso de la convocatoria lo constituyen líneas de financiamiento que se vienen realizando en el ministerio, los segundos semestres de cada año; por lo tanto, los presupuestos, los procedimientos de asignación y, en muchos casos, hasta quién será destinatario/a, ya está medio resuelto. No hay nada nuevo y eso es una constatación, antes de cualquier juicio. Y en un momento en que debería potenciarse la colaboración, se abre la competencia.

Yo no reniego de los fondos… mucho debo agradecerle; fueron una reivindicación ganada del mundo del arte y la cultura en Chile y una posibilidad de financiar el costo que significaba la realización digna de hitos relevantes en la borrosa memoria del desarrollo artístico y cultural del país, desde la política pública y la institucionalidad cultural de Chile.  Con todos sus errores y problemas, FONDART es mucho más lo que han aportado, que lo que ha afectado. Es un instrumento necesario, pero que ya es insuficiente e incluso contraproducente en contextos de emergencia. Ahí los fondos tocan fondo.

El arte y la cultura son fundamentales para la vida porque es una práctica que en todo tiempo y lugar, ayuda a mirar. Son lenguajes para contar aquello de lo que se es parte y de lo que se es testigo. El arte puede conmover sin herir, divertir sin ofender, comprender sin haber reflexionado. Es lo que te ilumina el rostro y lo que te oscurece el corazón; lo que te impulsa a decir y lo que te inspira escuchar. Cuando es de verdad, ayuda a reconocer, a sacar la mirada, a mirar con buenos ojos, a ver profundo y de lejos. Ver con todos los ojos, que sabemos que son más que los que (se) iluminan (en) el rostro. Ver al otro, a la otra, desde un arte como práctica de conciencia, de convivencia y como obra.

El arte es experiencia: la del artista que pone en movimiento y en quienes queda la impresión de visto, escuchando, palpado, sentido…en fin, es ayudar a mirar; como lo hace el padre, cuando Diego, el niño experimenta por primera vez la visión de la inmensidad del mar; como cuenta Galeano en “El libro de los Abrazos”.

Con todo lo que nos acontece, el arte debe procurar fomentar el respeto, que es “poner una atención especial hacía alguien, “tener una consideración especial con alguien” ver al otro, a la otra con buenos ojos; lo que no significa ser pusilánimes frente a acciones de atropello, abuso e injusticia. Precisamente para eso es el arte, para distinguir la diferencia.

En esos propósitos deberían estar sus funcionarios y trabajadores, más que burocratizados para administrar la tercerización de lo que les corresponde -y seguramente- les gustaría hacer por vocación. En la región de Valparaíso se redestinaron recursos propios para un fondo de emergencia que podrá tener buena intención y mucho trabajo que se valora, pero en el fondo es un bono; Es la estandarización en la financiación de un trabajo artístico, cuyo destino final no parece ser muy auspicioso. Y en esa caída, podría no haber fondo.

Urge un cambio de sentido en la Política Pública en Cultura; no basta la estructura institucional. Se requiere consagrarla como un derecho en la constitución. Abrirnos a la posibilidad de transformar la política pública y sus instrumentos para propiciar y acompañar prácticas para una transformación cultural profunda, que posibilite una convivencia en alegría, respeto, colaboración y gozo entre seres humanos, y de éstos, con todo ser que habite el territorio del que son parte.

Para ello debería impulsar y brindar facilidades para la creación, la contemplación, la apreciación de la belleza y el juego. Estaría en su misión que procure el bienestar, promueva la justicia, la solidaridad y responsabilidad, para la reparación y sanación de heridas, desconexiones y fracturas sociales y culturales. Gestionaría iniciativas que reconozcan las memorias de dolor y el fundamento de las alegrías de la comunidad, buscando fortalecer la inclusión, la tranquilidad, el valor de la diversidad y la laboriosidad de quien conoce su arte, y lo practica en favor de él, de su comunidad y de la tierra. Y si no “pa´qué”. En el fondo, es lo que todos y todas deberíamos querer.

Saben que el flautista vuelve al pueblo unos días después y mientras los adultos se ocupaban de sus negocios, sus quehaceres y celebraban sus cultos, niños, niñas y jóvenes del pueblo siguieron al músico encantados con su música, y no volvieron más.  Tal vez fue como consecuencia del proceder de sus mayores, que no cumplieron la palabra. Aunque otras interpretaciones, cuentan que la música provenía del pequeño instrumento de agudo sonido que soplaba un soldado serio y espigado, mientras encabezaba la columna de improvisados soldados de niños y jóvenes, recién enrolados para una guerra de la que no sobrevivieron.

Lo que es seguro, es que no hubo final feliz, porque “En la ciudad sólo quedaron sus opulentos habitantes y sus bien repletos graneros y bien provistas despensas, protegidas por sus sólidas murallas y un inmenso manto de silencio y tristeza.”

Patricia Mix Jiménez