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La derecha y su ceguera

Por: Francisco Huenchumilla | Publicado: 13.07.2020
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No escuché ni leí a nadie preguntarse si el sistema de AFP era bueno o no para la gente, tampoco preguntarse si a lo mejor el sistema necesitaba correcciones que no se habían hecho en el momento oportuno, menos si el apoyo explícito o implícito de los diputados de todos los colores no podría significar que la molestia contra el sistema se había hecho sentido común entre la gente con la cual los parlamentarios, por razones obvias, tienen mayor contacto. Tampoco escuché, ni por casualidad, que fueran ellos, la derecha, los equivocados. Cero autocritica del por qué habíamos llegado a esto.

Después de la votación de la Cámara de Diputados de la reforma constitucional que aprobó el retiro del 10% de las cuentas individuales de las AFP, la derecha en todas sus variantes políticas, económicas, intelectuales y medios de comunicación, tocó las campanas a rebato acusando a la oposición (y bueno, también a parte de los suyos) de casi querer destruir el país, atribuyéndole todo tipo de maléficas intenciones o, al menos, supina ignorancia.

Me dio un cierto pudor leer, en la prensa del fin de semana, a destacados y destacadas intelectuales y analistas de derecha, razonando con el estómago, demostrando una molestia impropia de alguien cuyo oficio es mantener la cabeza fría, en medio de la tempestad, para aconsejar objetivamente a los detentadores del poder, a los cuales normalmente pretenden iluminar. Está bien y es comprensible que los gobiernos tengan crisis y déficit políticos en su gestión, como es público y notorio que lo tiene este gobierno y que, a causa de ello, no tuvieran la tranquilidad necesaria para salir airosos desde la esquina del ring donde sus autogoles de incomprensión de la realidad lo tienen colocado, pero uno esperaría un poco más de aquellos que sin ser políticos de profesión, lo son de pensamiento y que, se supone, están llamados a  colocar las cosas en su lugar, mediante el análisis racional, objetivo y procesado para que su gobierno no solo pueda salir airoso de la coyuntura, sino, sobre todo, para que pueda tomar decisiones estratégicas correctas para el bien superior del país.

La derecha acusó a la oposición de ignorancia de los mecanismos constitucionales, de querer dinamitar el sistema provisional, de querer apoderarse de los 215 mil millones de dólares que conforman el fondo acumulado, de no entender que era mejor el préstamo que proponía el gobierno, de elevar el riesgo país en las clasificadoras y, en fin, también dijo que la centroizquierda pecaba de simplismo intelectual sobre la desigualdad. Podría seguir con un largo etcétera.

No escuché ni leí a nadie preguntarse si el sistema de AFP era bueno o no para la gente, tampoco preguntarse si a lo mejor el sistema necesitaba correcciones que no se habían hecho en el momento oportuno, menos si el apoyo explícito o implícito de los diputados de todos los colores no podría significar que la molestia contra el sistema se había hecho sentido común entre la gente con la cual los parlamentarios, por razones obvias, tienen mayor contacto. Tampoco escuché, ni por casualidad, que fueran ellos, la derecha, los equivocados. Cero autocritica del por qué habíamos llegado a esto.

Lo más grave de todo es que la derecha política, económica e intelectual, no logra darse cuenta del significado del estallido social del 18 de octubre, proceso que se encuentra latente, y que no sabemos el curso que tomará cuando volvamos a la “normalidad”. Se aferra a la defensa del modelo económico como si fuera una verdad revelada, no entendiendo el contexto de fuerza en que fue impuesto y que, como toda obra humana, requiere ser examinada para ver si responde, 40 años después, a las necesidades y requerimientos del presente; y, como una provocación intelectual, trata de efectuar cambios cosméticos que en el fondo solo consolidan el sistema, lo que hace que pierda toda credibilidad en la gente y en la oposición.

El empresariado debe entender que nadie quiere echar la estantería abajo y que se saque eso de la cabeza, pero también debe entender que nadie está dispuesto a aceptar que todo siga igual, simplemente porque le molesta a la derecha.

Existen distintos modelos de capitalismo en el mundo; el de Chile es el más extremo, basado en el individualismo y la privatización de todo. Hay una manera distinta de organizar la sociedad, como lo demuestran los países desarrollados europeos. Ese modelo implantado en los 80 lo fue por la fuerza, por lo cual carece de legitimidad. ¿No llegó la hora de hacer un giro y hacerles los cambios necesarios?

Nada es dramático si los políticos de todos los lados son capaces de leer la realidad y se actúa con sentido de Estado, con altura, y no con vuelo rasante como lo hicieron los analistas y políticos de la derecha este fin de semana.

Francisco Huenchumilla