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Opinión

Solidaridad en tiempos de pandemia

Por: Carla Amtmann Fecci | Publicado: 29.07.2020
Solidaridad en tiempos de pandemia | IMAGEN REFERENCIAL CORONAVIRUS
Sin solidaridad, la única estrategia posible para el logro del bien común es la autoridad. Lo que hay en juego en el mantenimiento y la ampliación de los horizontes de la solidaridad, por tanto, es nada menos que la continuidad y profundización de la democracia. Por lo mismo es tan relevante que las personas y organizaciones pongamos todas nuestras capacidades en disposición de estos procesos.

De los distintos efectos que la pandemia produce en nuestras sociedades (sanitarios, sociales, económicos, etc.), resulta importante poner foco en el surgimiento de una “energía” de solidaridad ciudadana que se refleja, entre otras cosas, en la puesta en marcha de múltiples iniciativas de apoyo mutuo en distintos territorios del país.

Poner la atención en las dinámicas de solidaridad ciudadana en un momento de crisis sistémica podría parecer limitado. Sin duda que nuestro bienestar material se juega gran parte en las dinámicas de la economía y en la actuación de los poderes públicos, mientras que la solidaridad ciudadana -alguien podría pensar- sólo puede llegar a tener un papel subsidiario y de alcance limitado. Negar la importancia de la economía y de las políticas públicas, sin embargo, puede ser tan osado como menospreciar el papel de la solidaridad. Se hace difícil recordar un momento en que haya sido tan evidente la trascendencia de la tensión entre lo individual y lo colectivo, entre los intereses privados y el bien común.

Sin solidaridad, la única estrategia posible para el logro del bien común es la autoridad. Lo que hay en juego en el mantenimiento y la ampliación de los horizontes de la solidaridad, por tanto, es nada menos que la continuidad y profundización de la democracia. Por lo mismo es tan relevante que las personas y organizaciones pongamos todas nuestras capacidades en disposición de estos procesos.

Debemos ser aún más claros, la solidaridad es necesaria porque de ella depende que la ciudadanía actuemos de forma corresponsable, de manera que contribuyamos con nuestros comportamientos individuales a resultados colectivos.

La solidaridad inclusiva, aquella solidaridad que empodera a la ciudadanía y que tiende puentes entre comunidades sociales diversas, tiene un papel muy importante ante la crisis sanitaria, pero también ante la necesidad de contrarrestas las amenazas tanto de populismos autoritarios como de prácticas asistencialistas que buscan generar relaciones de dependencia y deuda entre la ciudadanía y las instituciones y autoridades. Necesitamos promover una solidaridad que refuerce las actitudes de confianza social y de fraternidad, promoviendo la resiliencia comunitaria, el empoderamiento local, y la importancia de los derechos colectivos y garantizados. 

Por lo mismo, inspirados por estas certezas y ante la urgencia material de resolver muchas necesidades cotidianas, levantar Valdivia Solidaria fue también contribuir a “reinvertir” el capital social acumulado por la sociedad civil post 18-O, y ponerlo al servicio de la tarea de seguir contribuyendo a la dignidad de las personas y mantener un estado de ánimo que ayude a asegurar la reproducción de la fuerza moral conseguida hasta este momento.

No era posible que las necesidades que se multiplican en nuestra comuna, las resolviéramos de manera individual. Se requería de una acción articulada, masiva, colaborativa y con foco en el empoderamiento comunitario.

Las prácticas de apoyo mutuo son un factor de cambio. Iniciativas como la producción colectiva de mascarillas y protectores faciales que realizamos en Valdivia mediante una alianza con Innovacoop, un hogar del SENAME, las prácticas de apoyo educativo ante la brecha digital, las actividades culturales, y la inédita construcción del primer Centro Popular de Abastecimiento Alimentario gracias al tremendo aporte y trabajo con el Banco de Alimentos y las enormes redes comunitarias que se han levantado, están teniendo un papel muy significativo en el bienestar material pero también emocional de muchas personas, lo cual es tremendamente relevante.

Estoy segura, que tal como la rabia y hastío ante los abusos y desigualdades que movilizaron a millones en octubre y canalizaron fuerzas de cambio, las redes solidarias activadas desde marzo, serán las que ayudarán a sentar bases sólidas que necesitará Chile y nuestros territorios para repensarnos en la Nueva Constitución que debemos redactar. Esa es la tarea de todas las organizaciones solidarias que queremos cambiar lo que requiere ser cambiado: trabajar para solidificar las redes territoriales que deben ayudar a sostener un país distinto, donde el individualismo y la competencia, sean superados por la solidaridad y la colaboración. Y las redes de asistencialismos dependientes, sean superadas por las redes de apoyo mutuo y empoderamiento territorial. Tenemos esperanza que así será.

Carla Amtmann Fecci