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La Cuenta Pública de Piñera

Por: Raúl López | Publicado: 30.07.2020
La Cuenta Pública de Piñera | / agenciaUno
La Cuenta Pública que el Presidente rendirá hoy, y que comprende su tercer año de mandato, no tendrá logros que mostrar, dado que sólo hay perdidas, descontento social y la evidencia irrefutable de una paupérrima gestión gubernamental, además de una presión sobre los derechos humanos que ha sido la constante desde que Piñera asumió el gobierno.

La Cuenta Pública del Presidente de la República de Chile consiste en que anualmente se revisa la gestión integral del gobierno, de cara al pueblo, que es representado por los parlamentarios y trasmitido por medios de comunicación a todo el país.

Esta cuenta ha sufrido algunos cambios en la administración de Piñera, como fecha y formato de emisión, pero aún busca contar el desempeño en materia social, política, legislativa, de gasto público, que son fundamentales para mejorar la calidad de vida de los chilenos. La próxima Cuenta Pública, que comprende el tercer año de mandato, no tendrá logros que mostrar, dado que sólo hay perdidas, descontento social y la evidencia irrefutable de una paupérrima gestión gubernamental, además de una presión sobre los derechos humanos que ha sido la constante desde que Piñera asumió el gobierno.

Al conocer la forma de actuar de Piñera, perteneciente a la de un empresario del mercado bursátil, en que las pérdidas pasadas son asimiladas y sólo interesa el futuro, la rendición se transformará en una cuenta populista de cuestionables logros, discutibles cifras y rimbombantes anuncios. Entre ellos, como buen especulador, podría pretender transformar la cuenta en anuncios. No sería extraño que oportunistamente, Piñera presente el Plan de Reactivación en esta Cuenta Pública. Mal que mal, gran parte del Fondo de Emergencia de 12.000 millones de dólares habría sido procrastinado para el año 2021, probablemente con fines electorales, más que entender la dramática emergencia de un pueblo que sufre la debilidad del sistema neoliberal de mercado, que ha mostrado su verdadero valor al colapsar por un virus, en sólo 4 meses.

La preferencia por las empresas, y no por los trabajadores, ha develado la ideologización de la política fiscal implantada, que entiende al trabajador como un recurso y no como un sujeto de derechos, que además es el motor de la actividad económica por su dualidad inherente. La preeminencia de mantener al Estado subsidiario, con una errónea y mal entendida austeridad, constituyen algunos de los nuevos pecados políticos de Piñera, que se suman a gestos como comer pizza en la crisis de octubre, posar victorioso en Plaza Italia, comprar vino en medio de la crisis sanitaria o mandar cajas de miseria y tarde. 

¿Que cuenta podrá ofrecer esta vez?

Cerca de 10.000 muertos, resultado de una cuestionable estrategia de confinamiento dinámico que fracasó, liderada por el ministro de Salud que fue temporalmente funcional y que saltó, como fusible de política. Es decir, deberá explicar que bajo su administración cerca de 10.000 compatriotas han muerto, por no tener capacidad de tratar el virus en la colapsada salud pública, que atiende a la población de menores ingresos.

Sobre el desempeño económico del último año, se debe observar el Imacec y nivel de desempleo. Ellos permiten concluir que “Esto no es un problema de buena o mala suerte, es un problema de buenos gobiernos o malos gobiernos, buenas políticas o malas políticas. Indudablemente que este gobierno, en materia de políticas públicas, ha hecho una muy mala labor» (declaración de Piñera en  2017, sobre manejo económico de gobierno de Bachelet). Por lo que la única posibilidad de calificar la gestión de Piñera es como pésima, utilizando la regla objetiva que el mismo introdujo.

Sobre el desempeño ambiental, Chile debe asumir con vergüenza el fiasco organizativo de la COP25, que terminó siendo desarrollada en España, bajo un solidario gobierno socialista, que finalmente se transformó en un salvavidas de plomo. Los resultados del evento mostraron en toda su plenitud la personalidad megalómana y narcisista de un Presidente que buscó protagonismo y logró que el mundo perdiera un año, sin acuerdos sustanciales para la reducción de los factores que nos arrastran a la crisis climática, con el liderazgo irrelevante de una ministra de Medio Ambiente que se hizo humo. Además, Piñera se niega a firmar el Acuerdo de Escazú sin fundamentos reales, más que privilegiar los económicos, sobre los de protección ambiental.

Sobre el transporte público, fundamental para las personas que no pueden andar en vehículo particular. Al usar al metro y al Transantiago como variable de política interna, colaboró a los ataques de una sociedad enfurecida por el aumento de tarifa y de la exclusión, al no tener con qué pagar ese aumento. En ese mismo contexto, el aumento de costos de nuevos buses eléctricos, que debería ser orgullo nacional, se ensombrece al tener como mecanismo de adquisición acuerdos comerciales con una sola empresa, sin licitaciones públicas competitivas, donde existe un único vendedor extrañamente asociado a convenio con empresas generadoras donde hay un familiar que operó en el Ministerio de Transporte como sujeto activo bajo la ley de lobby.

Sobre la violencia y represión de la protesta social, el país bajo tutela militar que tenía al mando a un “hombre feliz”, ha tenido un resultado esperable de muertos en protestas, dado que la protesta se enfrentó con militares entrenados para funciones distintas que la de disuadir. Y a quienes se les entrena para disuadir, terminaron cegando la vista de cientos de chilenos, entre otras violaciones que hacen retroceder a Chile a aquellos nefastos años de la dictadura cívico-militar.

Sobre el futuro, a regañadientes Piñera se ha visto obligado a llamar a un plebiscito para reformar la Constitución, aunque con trampas y vicios de quienes no creen en una ley igualitaria y no tutelante. Se vio obligado a ayudar a las personas pobres. Se vio obligado a promulgar una ley de retiro del 10 % de las AFP, obligado a retroceder en la ley de corte de servicios básicos y así en otras iniciativas similares. Es decir, ha debido retroceder en medidas que protegen al sistema neoliberal que beneficiaban más a las empresas que a la población. 

La Cuenta Pública no puede entregar una visión exitosa del último año. Debe relatar los errores y desaciertos, condenar las violaciones y los crímenes, y no utilizar la instancia como inicio de la campaña de las elecciones que nos acompañaran los próximos 17 meses.

Todos los políticos que ven en la Cuenta Pública ocasión para poner énfasis en la reactivación juegan a favor de un hombre que tiene sus facultades mentales perturbadas por el éxito y el reconocimiento personal, que nunca llegará. Piñera será recordado como el Presidente del peor desempeño económico de la historia, responsable político de muertes y atropello de los derechos humanos.

Raúl López