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Opinión

Chile se quema y él come pizza

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 18.10.2020
Chile se quema y él come pizza | 18 de octubre de 2019
A un año de ocurrido el rebalse social del Chile híper moderno, podemos encontrar diversas imágenes para adornar los sucesos de este breve, pero intenso, periodo. Pero, sin lugar a dudas, las dos fotos que acompañarán el legado de Piñera serán aquellas que muestran al mandatario comiendo pizza (a la misma hora del estallido) y, cómo no, la de su pose sentada, de piernas cruzadas, en una desierta plaza Baquedano, aprovechando que el pueblo estaba confinado.   

El diario italiano Corriere della Sera destacó el día 19 de octubre del 2019, a propósito de la quema de diversas estaciones del metro, los violentos enfrentamientos a lo largo y ancho de la Región Metropolitana y el regreso de los militares a custodiar las calles: “Chile se quema y él come pizza”.

Para los periodistas de aquel medio europeo resultaba inaudito que, a la misma hora que Chile comenzaba a experimentar un estallido social de proporciones, el Presidente de la República, siendo las 20:30 horas de aquel inolvidable viernes 18 de octubre, entraba a una pizzería de la comuna de Vitacura para celebrar el cumpleaños de uno de sus nietos.

A la misma hora que Piñera comía una exclusiva pizza del barrio alto, comenzaba la batalla de Santiago, con las calles explotando y el entonces ministro del Interior, Andrés Chadwick, declarando la aplicación de la Ley de Seguridad del Estado. Entonces, mientras la máxima autoridad del país degustaba una masa cocinada a la piedra, Chile retrocedía a los peores años de la dictadura.

Quizás nunca sabremos si aquella ocurrencia del Presidente, de entrar a una pizzería a la misma hora que Chile experimentaba las horas más complejas desde el regreso a la democracia, se debió a un acto de estupidez, a su exacerbado narcisismo o lo que sería más grave: a un consciente acto de provocación y desprecio.

Lo cierto es que aquel episodio de la pizzería devela de manera precisa el cortocircuito que terminó provocando la explosión del país.

En aquella imagen, el Presidente dio muestras de una personalidad carente de sentido de la historia y de toda empatía hacia quienes le rodean. Piñera tomó la decisión de priorizar un cumpleaños por sobre el deber del cargo (¿imagina usted a Salvador Allende visitando a una de sus hijas a la misma hora que comenzaba el bombardeo de La Moneda?). Sabido es que, para Piñera, las personas no son más que instrumentos, a través de los cuales él puede lograr sus objetivos. De seguro él nunca mira a los ojos de quien está al frente, sino que busca en esos ojos su propio reflejo.

En su segundo mandato, Piñera fue capaz de firmar un programa de gobierno radicalmente distinto al que presentara en su primer arribo a La Moneda el año 2010. Ahora debía volverse un derechista hecho y derecho y para ello no dudó en aceptar las condiciones de sus históricos oponentes de la UDI. Sin embargo, una vez obtenido el poder, metió ese programa de gobierno al escritorio y comenzó a ejercer la Presidencia como mejor sabe: haciéndose cargo de todo y escuchándose solo a sí mismo.

Y así es como le ha ido con ese estilo egoísta y displicente, junto a un escritorio abarrotado de documentos, un par de escuderos de turno (a los que finge escuchar) y un legado que dará cuenta, como gran logro, el haber optado, aquella tarde noche del viernes 18 de octubre, por la democracia en vez de una salida autoritaria.

Es poco probable que un acontecimiento como el ocurrido el 18 de octubre del año pasado le hubiese tocado, con la misma intensidad, a alguien distinto que Piñera. Es su personalidad, displicente y narcisa, la que rebalsó la gota de un vaso que, si bien venía cargado de desilusiones (la modernidad es una constante de progreso y desilusión), lograba sortear las energías derramadas por la sociedad de la modernidad presente. Recordemos que el gobierno anterior de Bachelet advirtió sobre lo complejo que era mantener un país sin reformas estructurales y carente de una conversación respecto a una nueva Constitución.

A un año de ocurrido el rebalse social del Chile híper moderno, podemos encontrar diversas imágenes para adornar los sucesos de este breve, pero intenso, periodo. Pero, sin lugar a dudas, las dos fotos que acompañarán el legado de Piñera serán aquellas que muestran al mandatario comiendo pizza (a la misma hora del estallido) y, cómo no, la de su pose sentada, de piernas cruzadas, en una desierta plaza Baquedano, aprovechando que el pueblo estaba confinado. 

Cristián Zúñiga