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Salir de las trincheras: partidos políticos e independientes

Por: Javiera Menay | Publicado: 30.10.2020
Salir de las trincheras: partidos políticos e independientes Alcaldes de oposición, «Unidos por la Constituyente» | Foto: AGENCIA UNO
La construcción de un campo democrático debe permitir que la representación política no sea exclusiva de los partidos, reconociendo la diversidad de la participación en Chile y a las organizaciones que han avanzado en elaborar posturas y apuestas electorales que las representen.

El pasado 25 de octubre fue una jornada histórica. No sólo por el triunfo arrollador del Apruebo y la Convención Constitucional, sino por la posibilidad que tenemos de abrir un nuevo ciclo dentro de la política en Chile, tanto en su dimensión institucional, territorial y social, así como en la forma en que ésta conecta con los intereses de la ciudadanía y permite canalizarlos.

Este proceso se ha expresado en el cuestionamiento a los partidos políticos como estructuras legítimas para representar estos intereses, a la luz de las próximas elecciones constituyentes.

El sistema de partidos políticos atraviesa un momento complejo. Es interpelado por una crisis de legitimidad de las instituciones que se arrastra desde hace años, pero que en medio del proceso constituyente se evidencia con mayor fuerza y urgencia. Además, es nutrido por décadas de lógica neoliberal que mira con resquemor a la organización colectiva y sus formas de participación. Si bien se puede identificar la responsabilidad de la transición a la democracia y sus coaliciones protagonistas en este proceso de desgaste, esto no será suficiente en el desafío que tenemos por delante.

Para quienes creemos en la disputa de ideas como el principal eje de los procesos políticos, los partidos son un instrumento necesario para construir y hacer viable esa disputa. Son estructuras organizadas que permiten la elaboración, comunicación e identificación de idearios colectivos. Esto exige enfrentar su situación actual con miras a fortalecerlos como actores políticos, donde un primer paso es salir de la confrontación generada entre partidos e independientes, que tiende a reducir la discusión al mérito de la historia propia y no a la pertinencia de nuestras formas de organización. Un segundo paso, de mayor aliento, pero indispensable, es definir cuál es el rol que les cabe a los partidos políticos dentro de este nuevo ciclo, y cómo se reconfigura desde ahí su relación con la ciudadanía y sus formas de organización social.

El proceso constituyente es una oportunidad para ello. Sin embargo, no debiese ser comprendido como una excepción sino como un punto de partida proyectable en el tiempo y a la institucionalidad chilena. La construcción de un campo democrático debe permitir que la representación política no sea exclusiva de los partidos, reconociendo la diversidad de la participación en Chile y a las organizaciones que han avanzado en elaborar posturas y apuestas electorales que las representen. Del mismo modo, una lógica de relación que supere la instrumentalización mutua y permita el diálogo en base a objetivos políticos comunes, donde la articulación entre partidos y organizaciones sociales sea más que la suma de sus partes y permita convocar a amplias franjas de la sociedad. Finalmente, continuar la búsqueda de mecanismos de participación efectiva de la ciudadanía en la agenda institucional, que rompan con el cerco elitario de la política actual y acusen recibo del 18-O.

Es un debate sumamente necesario y, como tal, debe ser abordado bajo esta óptica por quienes nos organizamos y militamos. La forma en que se resuelva puede determinar si lo que estamos viviendo hoy decantará en una participación política mayor y sustantiva o, por el contrario, contribuirá a aumentar la despolitización en nuestro país.

Javiera Menay