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Opinión

Superando el miedo

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 06.11.2020
Superando el miedo |
Qué alivio terminar este año 2020 sin las pueriles reacciones de muchos actores que, hasta no hace mucho y ante la primera peste (y también ante la primera revuelta social) asomada en el presente siglo, fueron capaces, parapetados por el miedo, de entregar la cartera de sus convicciones democráticas y ceder ante los cánticos de sirena de los totalitarismos.     

Este año 2020 la pandemia y el miedo a la enfermedad nos hicieron imaginar, con cierta angustia, la posibilidad de un mundo gobernado por el autoritarismo asiático. El eficiente control de los infectados y el despliegue de un todo poderoso Estado chino aparecieron como un horizonte posible para abordar este vertiginoso y peligroso transitar por el siglo XXI.

Hubo debates filosóficos, publicaciones sociológicas y sendas editoriales que hablaron sobre la inoperancia de la democracia liberal a la hora de administrar el presente cultural de Occidente y proyectaron al autoritarismo chino como un inminente sistema que llegaba, junto al Covid-19, para quedarse (Zizek proyectó un futuro comunista en versión terrorífica).

En esos pesados días de confinamiento y terror, cuando la pandemia mostraba su mayor ferocidad, muchos se abrieron a la posibilidad de aplicar georreferenciaciones humana, estados de sitio (en Chile aún se mantiene el toque de queda) y rentas mínimas garantizadas en reemplazo del libre mercado. En esos momentos de vulnerabilidad, muchos clamaron por un Estado en forma de Leviatán bíblico, al cual nos subordinaríamos a cambio de salud y cobijo.

Seamos honestos: en aquellos días de miedo, muchos estuvieron dispuestos a abandonar las libertades individuales que, después de años de esclavitud, inquisiciones y dictaduras, las democracias liberales y la globalización lograron expandir a gran parte del planeta.

Sin embargo, y en buenahora, la vida cívica y el ejercicio democrático resultaron más eficaces que la aún esperada vacuna, por lo menos en la misión de domeñar nuestros miedos sicológicos. Los valores liberales, mismos por los cuales hombres y mujeres lucharon en emblemáticas revueltas sociales de la modernidad, nos sacudieron del inmovilizador pavor pandémico, mismo que, incluso, nos hizo mirar con cierto atractivo a los regímenes de autoritarismo tardo moderno asiático.

El impecable plebiscito desarrollado en nuestro país el pasado 25 de octubre y las elecciones realizadas en Estados Unidos durante esta semana son ejemplos de lo anterior. En ambos casos, la democracia liberal emergió, cual bálsamo cultural, para devolvernos a las calles y desde el más significativo ejercicio de la participación política: el derecho a voto. Pasada la enfermedad, o por lo menos sacada de la prioridad de agenda, vuelve la convicción en que sea la propia voluntad humana, en este caso, la colectiva, la que pueda moldear nuestra vida en común.

En el caso de Chile, venció la voluntad mayoritaria de extirpar la Constitución de Pinochet y escribir una que se adecúe a nuestro presente cultural. En Estados Unidos, va ganando la voluntad de sacar de la Casa Blanca a un desquiciado Donald Trump a cambio de un moderado político del partido Demócrata.

Qué alivio terminar este año 2020 sin las pueriles reacciones de muchos actores que, hasta no hace mucho y ante la primera peste (y también ante la primera revuelta social) asomada en el presente siglo, fueron capaces, parapetados por el miedo, de entregar la cartera de sus convicciones democráticas y ceder ante los cánticos de sirena de los totalitarismos.

 

Cristián Zúñiga