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Opinión

¿Y si gana Jadue?

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 12.12.2020
¿Y si gana Jadue? |
El pragmatismo del votante chileno, de seguro, también se dejará ver en las próximas elecciones de constituyentes, gobernadores y municipales. No cabe duda que las filiaciones ideológicas serán avasalladas por las etiquetas de independencia, gestiones locales y marcas reconocidas. Por lo mismo es que no resulta descabellado proyectar un triunfo de Daniel Jadue en la próxima presidencial; de hecho, las encuestas lo dan como favorito.

Nicolás Maquiavelo, considerado uno de los fundadores del pensamiento político moderno y que jugó un rol clave en el caos político de la Italia renacentista, escribió en su obra estelar, El Príncipe, ideas que consideraba haber desarrollado en toda su experiencia política, con la intención y el fin explícito de ponerlo al servicio de los Médici (gobernantes de la ciudad de Florencia durante un largo periodo). Una de estas ideas tenía que ver con el dinamismo de las sociedades: “La naturaleza de los pueblos es muy poco constante: resulta fácil convencerles de una cosa, pero es difícil mantenerlos convencidos”.

Esta recomendación que Maquiavelo dedicaba a los Médici, que a primera vista parece obvia y de sentido común, es un aspecto clave para entender el proceso que ha experimentado Chile durante la denominada Era Caburgua (Bachelet-Piñera). El dinamismo de la sociedad actual ha dejado en permanente posición “offside” a los diversos actores políticos. Es más: ni los vaticinios provenientes desde las ciencias sociales, o las euforias propias de los extremos, lograron predecir situaciones que se han hecho realidad.

El año 2009 el pueblo chileno elegía al multimillonario Sebastián Piñera como Presidente de la República. Para muchos, más que un triunfo, se trataba del castigo que los votantes aplicaban a la socialdemocracia chilena. Sin embargo, al poco tiempo Piñera sacaría a relucir su personalidad, propia de un adolescente de 70 años, y la ciudadanía se pegaría latigazos por haberle votado. Entonces, regresaría Bachelet, ahora sin los liberales de Expansiva (con quienes gobernó en su primer periodo), sino que con el cadáver de la Concertación en sus espaldas y bajo el brazo, el croquis del Frente Amplio.

Era la Presidenta que llegaba desde la ONU anunciando aplicar una retroexcavadora refundacional al capitalismo tardo moderno. Hubo situaciones tragicómicas en aquel momento, como cuando el ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, prometió bajar de los patines a los escolares de la educación particular, como una forma de emparejar la cancha y fortalecer los establecimientos públicos. Entonces, lo que prometía ser un proceso casi revolucionario en la educación chilena terminó transformándose en un divorcio entre gran parte de la ciudadanía y el proyecto de la Nueva Mayoría. Por supuesto que a esto se sumarían los casos Caval, Soquimich y la melancolía permanente en la que parecía estar sumergida la ex mandataria.

Y es que una cosa era salir a marchar por la gratuidad en la educación superior, pero otra muy distinta cuando se insinuó mezclar a escolares matriculados en establecimientos particulares subvencionados con los de escuelas públicas. El diagnóstico de la Nueva Mayoría parecía derrumbarse junto a los trajes nuevos del ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo. La calle del año 2011 no salió a defender las reformas de Bachelet y el gobierno terminaba delegando el timón a Jorge Burgos. El fracaso de la Nueva Mayoría lograría algo que para las izquierdas sólo era digno de bromas o pesadillas: el regreso de Piñera con un aplastante triunfo electoral.

Piñera aterriza creyendo que su regreso era la cristalización de un modelo de sociedad meritocrático, aspiracional y sin opios constituyentes. Tan inflado fue su aterrizar, que hasta se creyó líder mundial y dijo habitar un oasis de paz en medio de un mundo convulsionado. Una semana después de esa sentencia, vino una revuelta social de proporciones, cuyos emblemas se sostenían en lienzos que decían: dignidad, desmercantilización de la vida y nueva Constitución.

Una vez más el diagnóstico fallaba y, al igual que con el gobierno anterior, el síndrome del “pato cojo” se aparecía en el segundo año de mandato. Seamos claros:  faltando más de un año para el término de su periodo, Piñera ya no gobierna: esta semana su aprobación llegó a un 7% y con ese capital de apoyo nadie se sostiene al volante. Para suerte de Piñera, el volante de este país tiene un eficiente piloto automático.

Tanto el gobierno de la Nueva Mayoría como el de Piñera 2 (no es justo achacarle el proyecto de toda la derecha a alguien con el 7% de aprobación) dan cuenta de una sociedad permeada por la cultura de mercado, donde los productos se consumen de acuerdo al deseo que requiera ser zaceado en el momento. El pragmatismo del votante chileno, de seguro, también se dejará ver en las próximas elecciones de constituyentes, gobernadores y municipales. No cabe duda que las filiaciones ideológicas serán avasalladas por las etiquetas de independencia, gestiones locales y marcas reconocidas. Por lo mismo es que no resulta descabellado proyectar un triunfo de Daniel Jadue en la próxima presidencial; de hecho, las encuestas lo dan como favorito.

Más allá de las anacrónicas palabras del transversal partido del anticomunismo, esas que dan por hecho que los chilenos nunca elegirán a un comunista de Presidente, será el pragmatismo del ciudadano chileno (vanguardia mundial en términos de consumo, crédito y libre mercado) el que pudiera concederle la oportunidad a un alcalde que parece haber conectado con gran parte de la ciudadanía, aun cuando viste una añeja camisa amaranto.

No obstante, es muy probable que, de ganar, Jadue no logre realizar un gobierno comunista, al igual que Piñera no pudo realizar uno de derecha, ni Bachelet uno refundacional. La velocidad de la vida actual no soportará procesos que aspiren a construir hombres nuevos, ni a privatizar la vida, pero tampoco a desalambrar propiedades privadas. Menos aún en Chile, donde los retiros del 10% han dejado claro que, con tal de salvar el pellejo, la derecha no ha dudado en comportase como izquierda y la izquierda como derecha.

Ya lo decía Maquiavelo: resulta fácil convencerles de una cosa, pero es difícil mantenerles convencidos. En un presente líquido y desideologizado, las lealtades no residirán en base a proyectos de largo plazo ni se sostendrán en rígidos conglomerados políticos. Por lo mismo es que no se entiende tanta alharaca con la opción presidencial del alcalde de Recoleta si, al final del día, nadie querrá arriesgarse a pasar nuevamente por las tormentosas aguas de la Era Caburgua.

Cristián Zúñiga
Profesor de Estado. Vive en Valparaíso.