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Opinión

El año de la rata

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 26.12.2020
El año de la rata |
En medio de la continuidad del estallido, este 2020 fue un año donde la experiencia de la enfermedad nos inundó de miedo. Nuestras globalizadas vidas vieron posible que los ideales liberales sucumbieran ante el eficiente autoritarismo chino, a cambio de proteger nuestras vidas biológicas. Este miedo, enunciado por muchos y celebrado por pocos, no pasó de ser una afiebrada conversación de cuarentena, pues al poco tiempo el mundo volvía a marchar al ritmo del capitalismo contemporáneo (neoliberalismo le llaman) y las democracias modernas marcaban altas participaciones de votación a la hora de sacar a Trump de la Presidencia y extirpar la Constitución de Pinochet.

El año 2020 en Chile partía con revueltas y muchos apostaban a que Piñera no pasaría marzo, mes en el que había expectativas de abdicación e incluso de derrumbe de la institucionalidad en su totalidad. Se respiraba un verano lacrimógeno que hizo tambalear la PSU y dejó al Festival de Viña entre barricadas y ataques al mítico Hotel O’Higgins. La brutalidad policial no daba tregua y en las afueras del Estadio Monumental un hincha fallecía luego de ser atropellado por un vehículo de Carabineros, hecho que generó ataques a comisarías, saqueos y enfrentamientos entre la policía y manifestantes que terminaron con 2 civiles muertos. Al 24 de febrero de 2020, la cotización del dólar local se situaba en 807 pesos, la aprobación de Piñera marcaba 11%, el respaldo a una nueva Constitución llegaba al 71% y Joaquín Lavín ocupaba un cómodo primer lugar en las preferencias presidenciales.

Por esos meses, en el resto del mundo se destacaban como principales noticias el asesinato de un general iraní en un ataque con drones de EE.UU. (algunos proyectaban el comienzo de la Tercera Guerra Mundial), el juicio político del presidente Donald Trump y el comienzo del Brexit después de años de demoras y falsos comienzos. Sin embargo, una noticia que, hasta ese momento, aparecía en la sección internacional de los noticieros locales comenzaría a cambiar las rutinas de todos los países y determinaría el ritmo del año: la aparición del Covid-19. A finales de diciembre de 2019, China reportaría la aparición de un nuevo coronavirus detectado en Wuhan, una ciudad de 11 millones de personas en la provincia central china de Hubei. Para el 25 de enero de 2020, el virus se había desatado en el gigante asiático y ese mismo día los medios internacionales mostraban el espectacular comienzo de la edificación de un hospital especial para tratar el brote en Wuhan.

Entonces, apareció marzo con un infierno que ni el más inflamado de los apostadores locales hubiese imaginado. El infierno se había desatado a la sombra de una letal gripe que se dejaba caer en los cinco continentes, arrasando con miles de personas que morían solas en camas de hospitales colapsados. Los mercados mundiales se estremecieron y los organismos internacionales presagiaban meses de sufrimiento para todo el planeta. El 11 de marzo la OMS llamó al coronavirus por lo que es y lo que permanecerá hasta ahora: una pandemia. El bicho nacido en un mercado de Wuhan se propagó rápido en un mundo hiperconectado, más aún, en países como el nuestro, dependientes de la globalización y el intercambio de mercancías y hedonismos. Fue así como el 3 de marzo se confirmaba el primer caso de Covid-19 en Chile, justo un día antes del ingreso oficial a clases en los establecimientos educacionales. Para el 19 de marzo, el gobierno decretaba Estado de Catástrofe y se cerraban las fronteras. Dos días después fallecía la primera persona en el país por coronavirus, una mujer de 83 años de la comuna de Renca.

De ahí en adelante vienen las cuarentenas, mascarillas, calles vacías, teletrabajo, Zoom, cesantía, la distribución de cajas de alimentos, ollas comunes y el polémico estilo del ministro de Salud Jaime Mañalich, quien, con su fanfarronería y desfachatez, logró ganarse el corazón del votante de derecha, lo que influyó en que Piñera alcanzara un porcentaje de aprobación que, durante los meses de cuarentena, alcanzó los 20 puntos (quizás por lo mismo es que se atrevió a fotografiarse el día 3 de abril en una desierta Plaza Baquedano). Luego se supo que Mañalich tenía problemas con los reportes de fallecidos por Covid-19 y sus soberbias declaraciones sobre la amabilidad del virus, además de sus proyecciones respecto a la inmunidad de rebaño, terminaron por transformarlo en un personaje político que, para la oposición, pasó a ser más odiado que Piñera. En el mes de junio la pandemia había arrebatado la vida a más de cinco mil chilenos y un sistema frontal en la zona central inundaba viviendas y casas: el año 2020 ha sido el más lluvioso en Santiago en 15 años.

Durante esos mismos días de junio, los senadores independientes Pedro Araya y Carlos Bianchi, y la DC Yasna Provoste, presentaban un proyecto de ley que buscaba permitir el retiro del 10% de los fondos de las AFP, como medida paliativa de las consecuencias económicas que trajo consigo el coronavirus. Finalmente, el día 15 de julio se aprobaba en el Parlamento este proyecto tras lograr un histórico quorum requerido, lo que provocó diversas celebraciones en el país. El retiro del 10% trajo de vuelta a la política en una versión pandémica, vale decir, afiebrada y ahogada en los pulmones ideológicos de actores políticos de derechas e izquierdas. La postal que mejor resume esta confusión o aprovechamiento político es la de Pamela Jiles celebrando como anime japonés la aprobación del proyecto que permitía a los chilenos capear la crisis con sus ahorros de vejez.

Con el retiro del 10% la mayoría de los chilenos salió a las calles, pues las AFP fueron eficientes en la entrega del dinero fresco (la plata existía y no estaba esfumada como muchos vaticinaban). Comenzaba a reactivarse la economía y las principales comunas de la capital dejaban las cuarentenas totales. La primavera de septiembre coincidía con la apertura de terrazas, multitiendas y malls, aun cuando, el día 19 de septiembre, se reportaban más de 12 mil fallecidos producto de la pandemia. Fue así como llegábamos a octubre, mes en que hace justo un año atrás, partía la revuelta.

El primer viernes de octubre, en medio de una manifestación en el sector de Plaza Baquedano, un menor de edad es empujado al río Mapocho por un carabinero. La imagen da la vuelta al mundo y enciende el ambiente para lo que sería el primer aniversario del estallido social. El 18 de octubre hubo manifestaciones en gran parte del país y en el centro de Santiago se produjeron incendios a dos iglesias. Una semana después se realizaría el plebiscito nacional, ganando las opciones Apruebo y Convención Constitucional. Pero a las pocas semanas de ocurrido el histórico triunfo del Apruebo, lo dinámico de la vida, aun en medio de una peste, centraba nuevamente la atención de la gente en los denominados problemas reales. Pamela Jiles ingresaba un proyecto para el segundo retiro del 10% y el gobierno lo reemplazaba por uno propio. Se aprobaba el proyecto del gobierno (Piñera se dio un gustito y envío al Tribunal Constitucional el proyecto original del Parlamento) y los chilenos que, aún mantenían ahorros en sus cuentas, comienzan a solicitar sus segundos retiros.

Es así como llegó el último mes del año, con eclipse solar y el espíritu navideño en las calles (tiroteos en ferias navideñas de Maipú incluido), todo al ritmo de la generosa pirotecnia que emerge desde los barrios del país, lo que para algunos es sinónimo del enquistamiento irreversible del narco en nuestro territorio. Para el 23 de diciembre, el Ministerio de Salud de Chile reportaba más de 16 mil muertos por coronavirus y daba cuenta que los casos activos habían aumentado 55% en todo el país. Al día siguiente, y en la previa de nochebuena, llega a Chile el primer cargamento de la vacuna contra la Covid-19 Pfizer-BioNtech para iniciar la vacunación en el territorio. Fue Zulema Riquelme, enfermera del Hospital Metropolitano, la que recibió la primera dosis. Según la información oficial, las compras de vacunas hechas por el gobierno a diversos laboratorios permitirían vacunar a la totalidad de la población antes que termine el segundo semestre del 2021.

Este 2020 fue un año donde la experiencia de la enfermedad nos inundó de miedo. Por un momento, nuestras globalizadas vidas vieron posible que los ideales liberales sucumbieran ante el eficiente autoritarismo chino, a cambio de proteger nuestras vidas biológicas (memorables fueron los debates entre los filósofos Zikek y Byung-Chul Han). Este miedo, enunciado por muchos y celebrado por pocos, no pasó de ser una afiebrada conversación de cuarentena, pues al poco tiempo el mundo volvía a marchar al ritmo del capitalismo contemporáneo (neoliberalismo como le llaman de manera informal) y las democracias modernas marcaban altas participaciones de votación a la hora de sacar a Trump de la Presidencia y extirpar la Constitución de Pinochet. Lo cierto es que este año hemos constatado que la hiperconexión humana nos deja vulnerables ante la aparición de virus surgidos en cualquier remoto lugar del planeta: a la misma velocidad que se traslada un videojuego desde Asia, nuevas cepas de virus pudieran llegar y dejarnos en situación de pandemia. Al mismo tiempo, fuimos testigos de cómo los avances científicos lograron, a menos de un año de declarada la actual pandemia, aparecer con una vacuna certificada.

En Chile, pudimos constatar, luego de los vaivenes de la naturaleza (como cada cierto tiempo ocurre con los terremotos) que las demandas por incremento de bienestar que parecían posibles, y al alcance de las voluntades movilizadas, ahora deberán plantearse en contexto de una inminente crisis económica, donde muchas personas retrocederán respecto a sus situaciones materiales y de estatus. Junto a las ambivalencias propias de la modernidad, esas que un día nos hacen parte de un multitudinario ritual anticapitalista y meses después nos ubican haciendo fila para ingresar a algún templo del consumo, ahora se deberá sumar la ambivalencia de sentirse desvalidos en un mundo incierto, pero al mismo tiempo resguardados gracias a los avances de la modernidad.

Quizás por lo anterior es que cobra mayor sentido que este año 2020, en el horóscopo chino, haya sido el Año de la Rata. Las ratas son ingeniosas, rápidas y sobrevivientes, elementos fundamentales para sobreponerse a las siempre azarosas y poco democráticas vicisitudes de la naturaleza. No cabe duda de que, una vez liberados de la enfermedad, recordemos este año como aquel donde nos vimos frágiles como un pequeño animal y fuimos escépticos de nuestras propias fuerzas.

Cristián Zúñiga
Profesor de Estado. Vive en Valparaíso.